50º aniversario de la Carta Apostólica Ministeria quaedam, ministerios de la Iglesia

De San Pablo VI

Papa Canadá Iglesia reconciliación
Encuentro con los indígenas y la comunidad parroquial en la Iglesia del Sagrado Corazón, Edmonton, Canadá © Vatican Media

Mensaje del Santo Padre Francisco a los obispos, sacerdotes y diáconos, personas consagradas y fieles laico en el 50º aniversario de la carta apostólica en forma de «Motu Proprio» Ministeria quaedam de San Pablo VI en el cuál se refirió a la importancia de compartir con las conferencias episcopales del mundo las experiencias de estos años para continuar el camino sin forzarlo con opciones «fruto de visiones ideológicas».

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1. El quincuagésimo aniversario de la Carta Apostólica en forma de «Motu Proprio» Ministeria quaedam de San Pablo VI [AAS 64 (1972) 529-534], nos ofrece la oportunidad de reflexionar de nuevo sobre el tema de los ministerios. En el contexto fructífero, pero no exento de tensiones, que siguió al Concilio Vaticano II, este documento ofreció a la Iglesia una importante reflexión que no sólo dio lugar a la renovación de la disciplina relativa a la primera tonsura, las órdenes menores y el subdiaconado en la Iglesia latina -como se indica en el título-, sino que ofreció a la Iglesia una importante perspectiva que tuvo la fuerza de inspirar ulteriores desarrollos.

2. A la luz de esta elección y de las razones que la motivan, deben entenderse las dos recientes Cartas Apostólicas en forma de «Motu Proprio» con las que he intervenido sobre el tema de los ministerios instituidos. La primera, Spiritus Domini, del 10 de enero de 2021, modificó el canon 230 §1 del Código de Derecho Canónico en lo que respecta al acceso de las personas de sexo femenino al ministerio instituido de lector y acólito. El segundo, Antiquum ministerium, del 10 de mayo de 2021, instituyó el ministerio de catequista. Estas dos intervenciones no deben interpretarse como una superación de la doctrina anterior, sino como un desarrollo posterior que se hace posible porque se basa en los mismos principios -coherentes con la reflexión del Concilio Vaticano II- que inspiraron Ministeria quaedam. La mejor manera de celebrar el significativo aniversario de hoy es precisamente seguir profundizando en la reflexión sobre los ministerios que inició San Pablo VI.

3. El tema tiene una importancia fundamental para la vida de la Iglesia: de hecho, no hay comunidad cristiana que no exprese los ministerios. Las cartas paulinas, y no sólo ellas, dan amplio testimonio de ello. Cuando el apóstol Pablo se dirige a la Iglesia de Corinto, por poner un ejemplo entre los muchos posibles, la imagen que dibujan sus palabras es la de una comunidad rica en carismas (1Cor 12,4), ministerios (1Cor 12,5), actividades (1Cor 12,6), manifestaciones (1Cor 12,7) y dones del Espíritu (1Cor 14,1, 12, 37). La variedad de términos utilizados describe un ministerio extendido, que se organiza sobre la base de dos fundamentos determinados: en el origen de todo ministerio está siempre Dios, que por su Espíritu Santo obra todas las cosas en todos (cf. 1Cor 12,4-6); la finalidad de todo ministerio es siempre el bien común (cf. 1Cor 12,7), la edificación de la comunidad (cf. 1Cor 14,12). Todo ministerio es una llamada de Dios para el bien de la comunidad.

4. Estos dos fundamentos permiten a la comunidad cristiana organizar la variedad de ministerios que el Espíritu suscita en relación con la situación concreta que vive. Esta organización no es un hecho meramente funcional, sino un cuidadoso discernimiento comunitario, a la escucha de lo que el Espíritu sugiere a la Iglesia, en un lugar concreto y en el momento presente de su vida. Tenemos ejemplos esclarecedores de este discernimiento en los Hechos de los Apóstoles, precisamente en lo que se refiere a las estructuras ministeriales, a saber, el grupo de los Doce, que debía prever la sustitución de Judas (Hch 1,15-26), y el de los Siete, que debía resolver una tensión comunitaria que había surgido (Hch 6,1-6). Toda estructura ministerial que nace de este discernimiento es dinámica, viva, flexible como la acción del Espíritu: debe arraigar en ella cada vez más profundamente para no correr el riesgo de que el dinamismo se convierta en confusión, la viveza se reduzca a improvisación extemporánea, la flexibilidad se transforme en adaptaciones arbitrarias e ideológicas.

5. San Pablo VI, aplicando las enseñanzas del Concilio, llevó a cabo un verdadero discernimiento en Ministeria quaedam e indicó la dirección a seguir. De hecho, aceptando las peticiones de bastantes Padres Conciliares, revisó la práctica vigente, adaptándola a las necesidades de la época, y reconoció la posibilidad de que las Conferencias Episcopales solicitaran a la Sede Apostólica la institución de aquellos ministerios considerados necesarios o muy útiles en sus regiones. Incluso la oración de ordenación del obispo, en la parte de las intercesiones, señala entre sus principales tareas la de ordenar los ministerios: «… dispón los ministerios de la Iglesia según tu voluntad…» (Pontificale Romanum, De Ordinatione Episcopi, Presbyterorum et Diaconorum, Editio typica altera, n. 47, p. 25: «… ut distribuat munera secundum præceptum tuum…»).

6. Los principios recordados anteriormente, bien enraizados en el Evangelio y situados en el contexto más amplio de la eclesiología del Concilio Vaticano II, son el fundamento común que permite identificar, estimulados por la escucha de la concreción de la vida de las comunidades eclesiales, cuáles son los ministerios que aquí y ahora construyen la Iglesia. La eclesiología de comunión, la sacramentalidad de la Iglesia, la complementariedad del sacerdocio común y del sacerdocio ministerial, la visibilidad litúrgica de cada ministerio son los principios doctrinales que, animados por la acción del Espíritu, hacen armoniosa la variedad de ministerios.

7. Si la Iglesia es el cuerpo de Cristo, todo el servir (ministrar) del Verbo encarnado debe impregnar a sus miembros, cada uno de los cuales -por su singularidad respondiendo a una llamada personal de Dios- manifiesta un rasgo del rostro de Cristo siervo: la armonía de su acción muestra al mundo la belleza de quien «no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10,45). 207, p. 121: «Cuius corpus, Ecclesiam tuam, cælestium gratiarum varietam distinctam suorumque conexam distinctione membrorum, compage mirabili per Spiritum Sanctum unitam …»).


8. La cuestión de los ministerios bautismales toca varios aspectos que ciertamente deben ser considerados: la terminología utilizada para indicar los ministerios, su fundamento doctrinal, los aspectos jurídicos, las distinciones y las relaciones entre cada uno de los ministerios, su valor vocacional, los itinerarios de formación, el acontecimiento instituyente que capacita para ejercer un ministerio, la dimensión litúrgica de cada ministerio. Incluso a partir de esta breve enumeración, uno se da cuenta de la complejidad del tema: ciertamente tenemos que seguir profundizando en la reflexión sobre todos estos núcleos temáticos: sin embargo, si pretendiéramos definirlos y resolverlos para luego poder vivir la ministerialidad, muy probablemente no llegaríamos muy lejos. Como recordaba en Evangelii gaudium (nº 231-233), la realidad es superior a la idea y «debe establecerse un diálogo constante entre ambas, evitando que la idea acabe separándose de la realidad» (nº 231).

El otro principio que mencioné, aunque en otro contexto, en Evangelii gaudium (nº 222), también puede ser de ayuda: el tiempo es superior al espacio. En lugar de la obsesión por los resultados inmediatos en la resolución de todas las tensiones y la clarificación de todos los aspectos, con lo que se corre el riesgo de cristalizar los procesos y, a veces, de pretender detenerlos (cf. Evangelii gaudium, n. 223), debemos seguir la acción del Espíritu del Señor, resucitado y ascendido al cielo, que «dio a unos el oficio de apóstoles, a otros el de profetas, a otros el de evangelistas y a otros el de pastores y maestros, a fin de preparar a los hermanos para el ministerio, con objeto de edificar el cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, hasta que alcancemos la medida de la plenitud de Cristo» (Ef 4,11-13).

9. Es el Espíritu quien, al hacernos partícipes, de manera distinta y complementaria, del sacerdocio de Cristo, hace que toda la comunidad sea ministerial, para construir su cuerpo eclesial. El Espíritu actúa en los espacios que nuestra escucha obediente pone a disposición de su acción. Ministeria quaedam abrió la puerta a la renovación de la experiencia de la ministerialidad de los fieles, renacidos del agua del bautismo, confirmados por el sello del Espíritu, alimentados por el Pan vivo bajado del cielo.

10. Para poder escuchar la voz del Espíritu y no detener el proceso -teniendo cuidado de no querer forzarlo imponiendo opciones que son fruto de visiones ideológicas- creo que es útil compartir, tanto más en el clima del camino sinodal, las experiencias de estos años. Pueden ofrecer valiosas indicaciones para llegar a una visión armoniosa de la cuestión de los ministerios bautismales y continuar así nuestro camino. Por ello, me gustaría en los próximos meses, en la forma que se defina, iniciar un diálogo sobre este tema con las Conferencias Episcopales, para compartir la riqueza de las experiencias ministeriales que la Iglesia ha vivido en estos cincuenta años, tanto como ministerios instituidos (lectores, acólitos y, sólo recientemente, catequistas) como ministerios extraordinarios y de hecho.

11. Confío nuestro viaje a la protección de la Virgen María, Madre de la Iglesia. Guardando al Verbo hecho carne en su seno, María lleva en sí misma el ministerio de su Hijo, del que se hace partícipe de la manera que le es propia. También en esto es un icono perfecto de la Iglesia, que en la variedad de ministerios guarda el ministerio de Jesucristo, participando en su sacerdocio, cada miembro en la forma que le es propia.

Dado en Roma, en San Juan de Letrán, el 15 de agosto de 2022, solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, en el décimo año de mi Pontificado.

 

FRANCISCO