“A la manera de Melquisedec”

Poema de un sacerdote a su pastor obispo que ya partió

Manera de Melquisedec
Sacerdote © Cathopic. Mike Guerrero

¿Cómo debería ser la Iglesia que quiere Jesús? Muchos debaten desde importantes tratados teológicos. Han estudiado muchos años y tienen importantes títulos.

Me impacta el pensamiento del Papa Francisco: “La Teología solo es fecunda si se hace con la mente abierta y de rodillas”. Sin quitar a la Teología, a la razón, al intelecto, la profunda importancia objetiva que tienen, quisiera compartir un poema escrito por el P. Pablo Savoia, párroco de la parroquia Nuestra Señora de la Merced, en Villa Ballester, Gran Buenos Aires, Argentina, que considero, junto a la foto, un profundo tratado de eclesiología vivida.

Del P. Pablo Savoia al padre obispo Miguel Ángel D’Annibale, que partió a la Casa del Padre el 14 de abril 2020.

***

A la manera de Melquisedec

Se cumplen tres años de aquel abrazo.

Llegaste y todo era encuentro, esperanza, alegría, profecía.

Fuiste torbellino, pregunta, pastor.

¿Por qué se nos regaló tan poco tiempo?


Hoy, que ya puedo extrañarte sin llorarte, vuelvo a mirar tu tiempo con nosotros. Y se me viene aquel salmo 109 que a veces aparece en las ordenaciones: “tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec”. Encuentro luz pensándote con nosotros “a la manera de Melquisedec”.

Melquisedec tiene una aparición fugaz en la Escritura: se encuentra con Abrám para bendecirlo (Gn 14, 17-20). No se sabe mucho de él; sólo se lo describe como “sacerdote del Dios Altísimo” y que antes de bendecir a nuestro padre en la fe “hizo traer pan y vino”.

Tano, sin temor a idealizarte, pienso que fuiste para nosotros un pastor “a la manera de Melquisedec”. Breve, fugaz… pero con la boca llena de palabras de bendición, los brazos abiertos para hacer lugar a todos, la guitarra preparada para crear familia, la sonrisa lista para la fraterna mesa compartida.

Sí, poco tiempo, pero preñado de esperanza.

Fuiste Pascua (como deseabas): paso del Dios de la Vida por esta Iglesia.

Hoy te extraño pero no te lloro. Porque cuando Dios pasa bendiciendo no es tiempo de llorar, sino tiempo de fiesta, Pascua y Reino.

Es tiempo de celebrar que la reconstrucción de hoy tiene su cimiento en la bendición que nos trajo un “sacerdote a la manera de Melquisedec”.