Artesanos de la sinodalidad

En la vida ordinaria

(C) Pexels
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Prácticamente así concluye el mensaje del Papa para la cuaresma 2023: ser “artesanos de la sinodalidad en la vida ordinaria.” La palabra “sínodo” así como la “sinodalidad” están de moda en el ambiente eclesiástico hodierno. Como puede adquirir una significación ambigua, e incluso abusiva (como en el camino sinodal alemán), siempre resulta útil acudir a la raíz etimológica de la palabra. Descubrir de dónde viene, para entender lo que ahora nos comunica. El origen de la palabra es griego, viene de “Syn”, que significa “con”, “acción conjunta”, “reunión”; y “ódos” que significa: “camino”, “viaje”, “ruta”. Es decir, uniendo las dos raíces, “sínodo” vendría a ser “caminar juntos como Iglesia” que, a su vez, etimológicamente significa “convocación”, “reunión para alabar a Dios”.

¿Qué quiere decir Francisco con la invitación a convertirnos en “artesanos de la sinodalidad en la vida ordinaria? Fundamentalmente designa el hecho de que no vamos al Cielo solos, cada quien por su lado, atendiendo a sus exclusivos intereses. Vamos, por el contrario, al encuentro con Cristo, en conjunto, formando una comunidad, una Iglesia. La sinodalidad se opone así al intimismo espiritualista, según el cual –cargando un poco las tintas- me dirijo yo personalmente hacia a Dios y, por lo demás, que se hunda el mundo, lo importante es mi salvación personal. Ese insano egoísmo espiritual no es cristiano, no es católico. La Iglesia es la “convocación”, la “reunión de los que alaban a Yahvé”. El camino sinodal nos recuerda que todos formamos parte viva de esa Iglesia, lo que en la práctica significa que no vamos solos hacia a Dios, sino haciendo sinergia unos con otros.

Por eso es en la vida ordinaria donde se pone de manifiesto nuestro andar sinodal. Es ahí donde se pone de relieve cómo vivimos nuestra vida, si mirando solamente por nosotros, o abriendo los ojos, para reconocer en nuestros semejantes una especie de atajo hacia Cristo. En una figura muy sencilla, podría decirse que el camino sinodal nos invita a ser “cristianos puente” y no “cristianos muro”. A ser “pontífices” en el ejercicio del sacerdocio real que tenemos por el bautismo. La significación de la palabra “sínodo” es más amplia aún. No se limita a señalar el camino correcto, el camino que nos lleva a Dios, tampoco es solamente hacer posible ese encuentro con Cristo, lo cuál sería equivalente a la función del puente, sino que va aún más allá, y supone una invitación a recorrer juntos ese camino.

Sinodalidad entonces no es sólo ser “cristianos referenciales”, es decir, que indican el camino correcto, pero no lo recorren. Caeríamos en la crítica que Jesús hace del fariseísmo, señalando que ponen pesos insoportables en las espaldas del prójimo, pero ellos no las tocan ni con la punta del dedo (cfr. Mateo 23, 4). No sólo –y ya es bastante- significa que debemos ser “cristianos puente”, es decir, personas que hacen posible el encuentro con Cristo, quienes con su vida, con el aroma de su existencia invitan a la comunión con Jesús. Sínodo es más aún, designa el hecho de que juntos recorremos el camino hacia Dios, hacia Jesús. No supone una posición de superioridad espiritual, por la cual yo te doy la mano, para que tú subas, sino que ambos nos ayudamos y nos complementamos en ese esfuerzo por alcanzar al Señor.


San Josemaría lo resumiría en una expresión concreta: “todos somos oveja y pastor”. Todos ayudamos a los demás, pero a la vez somos sostenidos por los demás en esa búsqueda de Dios. Debemos buscar a Dios no en solitario, sino como el “Pueblo de Dios en marcha”. El encuentro con Cristo no es una conquista personal e individualista, sino que es un fenómeno eclesial, hecho posible por la sinodalidad. Ser artesanos de la sinodalidad en la vida corriente, constituye la invitación para descubrir a Cristo en nuestra vida y compartir esa experiencia con los demás.

Por eso, la exhortación cuaresmal del Papa nos invita a que tengamos una experiencia más fuerte de la Iglesia y a la vez, una poderosa percepción del misterio de la “comunión de los santos”, verdad de fe que proclamamos en el credo dominical, pero que a veces olvidamos en la vida corriente. ¿Qué designa esa expresión? El hecho de que “ninguno de nosotros es un verso aislado” –en expresión de san Josemaría-, la realidad de que “cada uno es necesario”, en expresión de Benedicto XVI. Es en las cosas más menudas y corrientes, en lo más profundo de nuestra cotidianeidad, donde encontramos la comunión con Cristo a través de los demás.