El patriarca Bartolomé I se une al llamamiento de paz por Ucrania

Asegura, como el Papa Francisco, que la guerra es “una locura”

Bartolomé I paz Ucrania
Patriarca ecuménico Bartolomé I © Vatican Media

El patriarca ecuménico Bartolomé I, aprovechó su homilía de la Misa del pasado domingo, 13 de febrero de 2022, para hacer un llamamiento por la paz en Ucrania, país en el que invitó a seguir “el camino del diálogo” para hacer prevalecer “la estabilidad, la justicia”, y aseveró que la fuerza sólo causa “guerra, violencia, dolor y muerte”.

Tal y como informó AsiaNews, el arzobispo de Constantinopla calificó de “locura” todo conflicto que se resuelve con las armas, uniéndose así a las palabras que el Papa Francisco dirigió a los fieles en la última audiencia general del miércoles 9 de febrero, cuando suplicó a Dios que “las tensiones y las amenazas de guerra sean superadas a través de un diálogo serio” y recordó que “la guerra es una locura”.

“El uso de la fuerza no es la respuesta”

De este modo, el patriarca aclaró ante las autoridades consulares ucranianas presentes en la celebración dominical “el uso de la fuerza no es la respuesta”, ya que solo provoca “guerra, violencia, dolor y muerte”. También invitó a los líderes religiosos, políticos y hombres de buena voluntad a evitar declaraciones retóricas.

Asimismo, explica el medio del Instituto Pontificio para las Misiones Extranjeras, Bartolomé I reiteró la necesidad de ejecutar medidas para evitar sucesos de gravedad que afecten al pueblo ucraniano y al resto, y argumentó que una guerra en Europa podría llegar a ser una tercera guerra mundial. Seguidamente habló de este momento de la vida eclesial, que según la tradición cristiana conduce a la fiesta de la Pascua, en el que estamos llamados a orar con fervor y de corazón para salvaguardar la paz.

La paz, una elección

La paz, añadió, “es una elección y debe ser la misión de las fuerzas implicadas en este contexto geopolítico extremadamente complejo y sensible. Es deber de todos orar y contribuir activamente a la resolución pacífica de los conflictos, respetando y protegiendo incondicionalmente los derechos humanos y la dignidad de la persona”.


“El conflicto entre las personas puede ser inevitable en este mundo tumultuoso e inestable, pero debemos oponernos a él y a todo lo que se expresa en guerra y violencia”, insistió.  También afirmó que los antiguos griegos atribuían una gran importancia al bien de la paz y citó también a Benjamin Franklin, para el cual “jamás hubo una buena guerra o una mala paz”. Y apuntó que la guerra solo puede parecer dulce a los que nunca la han vivido y experimentado.

“En efecto, si dejáramos nuestro corazón y nuestra mente libres para expresarse sin miedo ni pasiones, ciertamente no hablarían a favor de la guerra sino que alabarían inequívocamente la paz (…) Creemos firmemente que no hay otra forma de conservar y asegurar la paz que a través del diálogo, que elimina las condiciones que conducen a la violencia y a la guerra. La paz nace del respeto mutuo y la cooperación”.

Reconciliación y paz

En un clima de creciente incertidumbre sobre los asuntos humanos, siguió diciendo el patriarca ecuménico, la palabra de la Iglesia debe ser “un mensaje claro de reconciliación y paz, amor y justicia, fraternidad y solidaridad”. Por ello, “invitamos a todas las partes involucradas a seguir el camino de diálogo y el respeto del derecho internacional”, para poner fin al conflicto y permitir que todos los ucranianos vivan en armonía. Las armas no son la solución. Por el contrario, sólo pueden causar guerra y violencia, dolor y muerte.

Bartolomé recordó entonces las palabras pronunciadas recientemente por “nuestro amado hermano” Francisco: “No olvidemos que la guerra es una locura”. Por eso, concluyó el cabeza de Constantinopla, “la Iglesia del Señor y sus representantes, junto con todos los que están en el poder y las personas de buena voluntad, cada uno de nosotros, debemos invocar una solución pacífica a esta peligrosa escalada, que se cierne opresiva y amenazante sobre el pueblo ucraniano. El silencio y la indiferencia no son una opción. No hay paz sin vigilancia constante. Por tanto, concluyó, estamos todos condenados a la paz y destinados a una lucha continua para imponerla y defenderla”.