Bioética: ¿Pueden contagiar las personas vacunadas de COVID?

Observatorio de Bioética – Universidad Católica de Valencia

Bioética contagiar vacunadas COVID
Grupo de personas con mascarilla © Pxhere

Los doctores Justo Aznar y Julio Tudela, del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia (UCV), ofrecen a los lectores de Exaudi su artículo titulado “¿Las personas vacunadas de COVID pueden contagiar?”.

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La vacuna, además de ser eficaz para proteger a la persona vacunada de sufrir la enfermedad, también reduce drásticamente la posibilidad de que ésta pueda transmitir el virus a otras personas.

Un reciente estudio publicado en la prestigiosa revista The New England Journal of Medicine ofrece esperanzadores resultados de la vacunación contra la COVID-19.

Comentando este estudio, Ugur Sahin, el fundador y director ejecutivo de Biontech, comentando este artículo, ha manifestado en una entrevista en el diario alemán Bild, que “la cantidad de personas con PCR positiva y que, por lo tanto, son potencialmente contagiosas, se reduce en un 92 por ciento después de la vacunación”. Esto implica que la vacuna, además de ser eficaz para proteger a la persona vacunada de sufrir la enfermedad, también reduce drásticamente la posibilidad de que ésta pueda transmitir el virus a otras personas.

Sahin afirma igualmente, que la vacuna Comirnaty (Pfizer-Biontech), “protege contra la mayoría de las mutaciones existentes, incluida la B.1.1.7.”, conocida como variante británica, que “es actualmente predominante en Israel”.

Este estudio, el más extenso realizado hasta la fecha para evaluar la eficacia de las vacunas contra la COVID-19, ha reclutado a casi 1,2 millones de personas, integrando la mitad de ellas un grupo control.

En sus resultados se constata que entre los 14 y los 20 días después de la primera dosis y a los siete o más días después de la segunda dosis, la eficacia estimada de la vacuna era del 46 y el 92 por ciento respectivamente para prevenir la infección de otras personas; del 57 y el 94 por ciento para prevenir  las formas sintomáticas de la enfermedad; del 74 y el 87 por ciento para prevenir la hospitalización, del 62 y el 92 por ciento para evitar las formas graves de la COVID-19 y del 72 por ciento para prevenir los fallecimientos los días 14 a 20 después de la primera dosis.

Datos que contrastan con lo publicado hasta la fecha

Recientes declaraciones de expertos y organismos públicos, antes de conocer estos resultados, sostienen, sin embargo, que es previsible que las personas que han recibido la vacuna puedan, aún no sufriendo la enfermedad, sí contagiarse y transmitir el virus a otros.

Ésta ha sido esgrimida como una de las razones para oponerse a la creación del “carné de vacunación” o identificación de las personas que, habiendo recibido las dosis correspondientes de las diferentes vacunas contra la COVID-19, tendrían cierta libertad de movimientos que podrían seguir restringiéndose para los no vacunados.

A la luz de los mencionados resultados publicados ahora, la vacunación se muestra eficaz para impedir la transmisión del virus, lo cual facilita alcanzar la “inmunidad de rebaño” necesaria para la contención de la pandemia. La expedición del documento que acredite que una persona está vacunada debería permitir relajar para ella las medidas de restricción de movimientos y contactos, si se toma en cuenta este nuevo hallazgo.

Las reticencias para dicho reconocimiento que manifiestan algunos, afirmando que se discriminaría a los no vacunados, deberían abandonarse por el hecho de que se ha priorizado la vacunación para los pacientes de más edad, riesgo laboral, morbilidad o dependencia, por lo que no sería discriminatorio aplicar sobre estos grupos más vulnerables medidas que traten de favorecerlos de forma prioritaria. En esto consiste la solidaridad y subsidiariedad que defiende la bioética personalista.

Necesidad de actualización en las informaciones sobre la pandemia

Las nuevas evidencias que van acumulándose alrededor de la COVID-19, han puesto de manifiesto lo errático o equivocado de algunas medidas adoptadas durante la pandemia, que sin duda ha contribuido a su expansión descontrolada.


El ejemplo más significativo es el de la resistencia de los expertos de la OMS para reconocer las evidencias sobre el papel de los aerosoles -gotículas de menos de 100 micras de tamaño- que serían la forma fundamental de transmisión del virus.

La prácticamente no existencia de ningún caso demostrado de contagio por contacto con personas u objetos contaminados, debería hacer que organismos públicos y la propia OMS se replantearan las medidas profilácticas puestas en marcha desde el comienzo de la pandemia.

Miles de toneladas de hidrogel, desinfección de superficies e instalaciones, distancia de 2 metros como supuesta medida eficaz para reducir el riesgo de contagio en lugares cerrados, son medidas que deberían cuestionarse si finalmente se reconoce, tal como insisten numerosos expertos en el tema, que son los aerosoles la fuente principal -si no la única relevante- de contagio del coronavirus.

La imagen de los parques cerrados y la limitación en la deambulación al aire libre, situaciones en las que los aerosoles se dispersan con facilidad, reduciendo drásticamente el riesgo de contagio, se han simultaneado con recintos cerrados repletos de personas, eso sí, a 2 metros de distancia, donde los aerosoles se concentran en el ambiente, permaneces varias horas y facilitan enormemente la transmisión de la enfermedad.

La OMS tiene en estos casos una responsabilidad mayor, dado que sus criterios sirven de base para la adopción de medidas profilácticas por parte de los gobiernos de los diferentes países. Su reticencia a reconocer las numerosas evidencias publicadas sobre la vía de transmisión del virus no ha contribuido a implementar medidas más eficaces.

También deben rectificarse las afirmaciones acerca de la imposibilidad de obtener vacunas eficaces y seguras en un plazo tan breve como un año desde el estallido de la pandemia. La novedad de esta situación ha ofrecido resultados sorprendentes.

Lo que se consideraba imposible hasta ahora -una vacuna necesita en la mayoría de las ocasiones, entre ocho y diez años de investigación para ser aprobada para su distribución- se ha demostrado factible cuando se suman y coordinan esfuerzos, se destinan medios para la investigación y se aligeran las cargas burocráticas que enlentecen estos procesos. También la COVID nos ha enseñado cosas positivas.

Conclusión

El manejo de la información de forma rigurosa y veraz resulta una condición indispensable para el ejercicio de la libertad de los ciudadanos. Las omisiones, tardanzas o tergiversaciones que se han comentado, han propiciado que esta pandemia haya supuesto un coste humano excesivo.

Medidas improvisadas, rectificaciones no adoptadas, evidencias no tomadas en consideración y científicos silenciados, dificultan enormemente la adopción de estrategias eficaces para hacer frente a situaciones catastróficas como la pandemia que empezamos a doblegar.

Esperamos que quienes deben tomar decisiones trascendentes en este tema dispongan de datos veraces, rigurosos y actualizados que les permitan optar por las mejores soluciones que contribuyan a superar la actual crisis.

Entre dichos datos, el que la vacunación contra la COVID-19, además de inmunizar contra el desarrollo de la enfermedad, especialmente de las formas más graves, consigue que las personas infectadas no puedan infectar a otras personas.

Esta es, sin duda, la gran novedad del trabajo israelí que estamos comentando y una de las grandes esperanzas para que la pandemia ocasionada por el SARS-CoV-2 pueda ser vencida.

Justo Aznar
Julio Tudela
Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia