Buscar espacios para el diálogo y la escucha con los oídos del corazón

Desde el chat hasta el podcast

Papa Francisco, audiencia general marzo 2020 © Vatican Media

En estos tiempos de postpandemia el ser humano está llamado a “ponerse a la escucha” con los oídos del corazón. ¿Estamos dando buen uso a nuestros oídos?, o es que acaso ¿padecemos de sordera? Escuchar, ¿significa tan solo afinar los oídos? ¿Cuál es la dimensión de este verbo en nuestras vidas? Desde el chat hasta el podcast la escucha sigue siendo un campo esencial para el desarrollo de la comunicación humana.

El Papa Francisco nos enseña a poner al centro de la atención, al proceso de la escucha, en su reciente mensaje para la 56 jornada mundial de las comunicaciones sociales, denominado “Escuchar con los oídos del corazón”.

Las 46 jurisdicciones eclesiásticas de la Iglesia en el Perú promueven la creación de espacios para la escucha, así lo dio a conocer monseñor Edison Farfán Córdova, obispo de Chuquibambilla, recientemente designado presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social durante una entrevista exclusiva para Exaudi.

Al darle una mirada al “proceso de la escucha” es posible descubrir que necesitamos fortalecer la paciencia como una virtud, pues comunicar es un arte. Con los oídos del corazón se logra cumplir este reto. Para monseñor Edison, el secreto está en las herramientas y estrategias que abren el camino de la escucha.

El desarrollo potencial de la escucha

“La producción de contenidos para el servicio al bien común nos animan a constituir una red de voluntarios para la comunicación. Y es que para monseñor Edison Farfán este es el nuevo reto que ahora promueve el Santo Padre a través de su mensaje. Con esta mirada renovada de la escucha la comisión episcopal de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Peruana replica el mensaje de Francisco en el simposio internacional denominado ‘Escuchar con los oídos del corazón’.

El deseo ilimitado de ser escuchados es el que a veces provoca la distorsión en este proceso. En el arte de comunicar no solo estamos llamados a ‘Id y Ved’ para un dialogo autentico, como nos recordaba el Santo Padre en su mensaje anterior. Mas bien es preciso adiestrar el único sentido más privilegiado y discreto, el oído. Poner en práctica este nuevo desafío implica reconocer al otro, pues el negarse a escuchar podría convertirse en un signo de agresividad.

¿Qué significa entonces ponerse a la escucha? Es mejor tener los oídos en el corazón antes que el corazón en los oídos, así lo explica el santo Padre. Sí tenemos en cuenta que la sede de la escucha es el corazón, podremos acoger las palabras no exteriormente en los oídos, sino espiritualmente en el corazón. Es así como debemos aprender a inclinar el ‘oído del corazón’”.

La escucha verdadera

¿Cómo podemos verificar la calidad de la escucha? En este proceso se debe prestar atención a la forma en que se escucha para dar frutos. Qué escuchamos, cómo escuchamos y a quién escuchamos nos permitirá desarrollar la capacidad del corazón que hace posible la proximidad (Evangelii Gaudium (nº171). Sin duda, “la escucha” es una dimensión del amor.

Incluso aquel que tiene un oído perfecto a veces no concibe escuchar a los demás, y no puede crecer en el arte de comunicar.  Existe una sordera interior que resulta ser peor que la física. Por eso el Santo Padre nos pide escuchar con el corazón. La verdadera escucha no tiene que ver tan solo con el sentido del oído, sino con toda la persona.

Cuando se busca una comunicación verdadera, la primera escucha que hay que redescubrir es la que hacemos de nosotros mismo. De las propias exigencias, aquellas que llevamos inscritas en nuestro ser.

La escucha “por detrás”

Estamos hechos para vivir juntos. Y no como islas. En esta convivencia “escuchar” resulta vital. En el tiempo de las redes sociales es bueno ponerse a la escucha con apertura leal, confiada y honesta. Y no a escondidas, ni mucho menos “por detrás”. La escucha del otro debe ser cara a cara. La falta de escucha nos hace escucharnos solo a nosotros mismos.


Mas allá del ámbito cotidiano, en el entorno social suele suceder que estamos más atentos al consenso y no a la escucha. Buscamos responder a la audiencia. La buena comunicación en cambio, presta atención a las razones del otro, y busca “hacer comprender” la realidad por más compleja que esta sea.

Cuando el diálogo se convierte en un “dualogo” (un monologo a dos voces) se produce una interferencia en la comunicación, que solo promueve la imposición de ideas. Mientras que en la verdadera comunicación tanto el “tú” como el “yo” están en salida. Por tanto, escuchar es el primer ingrediente del dialogo y de la buena comunicación. No se logra comunicar si antes no se ha escuchado.

Fundamentos de un buen periodismo

Sin la capacidad de escuchar no se logra poner en práctica un buen periodismo. Para ofrecer una información solida equilibrada y completa es necesario escuchar. Lo mismo que para contar un evento o descubrir una realidad en un reportaje es esencial saber escuchar. En este proceso también se debe estar dispuesto a cambiar ideas y modificar las propias hipótesis de partida.

Llegar a esta concordancia de voces es garantía de una verdadera comunicación. Por otro lado, escuchar diversas fuentes asegura fiabilidad y seriedad a las informaciones que se transmiten. Así, atender a varias voces invita a ejercitar el discernimiento. El arte de aprender a discernir permite orientarse en medio de una sinfonía de voces. Pero, ¿estamos dispuestos a asumir el esfuerzo que requiere la escucha?

El “martirio de la paciencia” es necesario para escuchar y hacerse escuchar en toda negociación a fin de obtener el mayor bien posible. La escucha requiere siempre la virtud de la paciencia, además de la actitud de dejarse sorprender por la verdad. Es que solo el asombro permite el conocimiento. Conviene mirar al mundo con los ojos bien abiertos y la curiosidad de un niño.

La “infodemia” postpandemia

Con la conciencia del adulto y el asombro del niño podremos enriquecernos al escuchar al otro, pues siempre hay algo que aprender. Empecemos ahora. Es momento de escuchar a la sociedad, tras dos años de confinamiento, hay mucho que escuchar. Existe mucha desconfianza acumulada procedente hacia la información oficial, lo que causa la “infodemia”. El desafío es hacer más creíble y transparente el mundo de la información.

La disminución y el cese de las actividades económicas acrecentó el malestar social, es preciso disponer el oído para atender esta necesidad. Acercarnos a quienes viven con el corazón doliente a causa de permanecer desplazados de su nación se convierte en una buena experiencia de escucha. Existen buenos periodistas dispuestos a convertir estos casos no solo en números, o fundamentos de nuevas políticas migratorias, sino más bien en la construcción de historias, y de nuevas miradas de esperanza. Así se podría colocar un nombre a estas historias.

El apostolado del oído

Como miembros del pueblo de Dios hemos recibido este “don de la escucha” por excelencia. Estamos invitados a escuchar con los “oídos de Dios”, y así podremos anunciar su palabra. Este servicio de la escucha es el primero que debemos prestar desde la comunicación. Escuchar antes de expresarse y ser lentos al hablar es además un gesto de caridad. Pues, también al interior de la iglesia existe la necesidad de escucharse.

Dedicar parte del tiempo a la escucha se convierte de un gesto de misericordia. Justamente en el reciente proceso de sinodal iniciado en nuestra Iglesia estamos llamados a poner en práctica el don de la escucha.

La común-unión se edifica en la escucha reciproca tal cual lo hace un coro. Animados a descubrir cada una de las voces del coro construyamos una Iglesia cada vez más sinfónica. Para que cada uno acoja las demás voces, sin dejar de cantar con su propia voz.