“Caminar juntos, con la mirada y el corazón centrados en Jesús”

Discurso del Santo Padre a los Agustinos Recoletos

caminar juntos corazón Jesús
Audiencia con los Agustinos Recoletos, 17 marzo 2022 © Vatican Media

“Ciertamente, es tiempo de caminar juntos, siempre hacia adelante, con la mirada y el corazón centrados en Jesús. En este camino que recorren ustedes ahora, camino de sinodalidad, en comunión con toda la Iglesia”, expuso el Papa Francisco, proponiendo a los agustinos “volver a contemplar la figura de san José, cuya solemnidad celebraremos el próximo sábado, y a quien ustedes veneran como Protector de la Orden”.

El Papa Francisco ha recibido hoy, 17 de marzo de 2022, a los Agustinos Recoletos en la celebración de su 56º Capítulo General.

Sobre el padre de Jesús en la tierra, Francisco ha destacado dos aspectos: la llamada a tener un “corazón de padre” y su “valentía creativa”, que pueden ser aplicable a los religiosos y sacerdotes.

A continuación, sigue el discurso completo del Pontífice.

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Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos: 

¡Buenos días! Me alegra recibirlos en el marco de la celebración de vuestro Capítulo general, un tiempo de gracia que se extiende a toda la Familia agustino recoleta.

Agradezco al Prior general sus palabras, que dan cuenta del proceso de renovación, revitalización carismática que están realizando desde hace varios años.

El lema que los guio en la preparación del Capítulo y los acompaña de modo especial durante estos días, es: “Caminamos juntos ‘Yo he venido para que tengan vida’ (Jn 10,10)”.


Ciertamente, es tiempo de caminar juntos, siempre hacia adelante, con la mirada y el corazón centrados en Jesús. En este camino que recorren ustedes ahora, camino de sinodalidad, en comunión con toda la Iglesia, les propongo volver a contemplar la figura de san José, cuya solemnidad celebraremos el próximo sábado, y a quien ustedes veneran como Protector de la Orden. Y, de este santo tan entrañable, quisiera subrayar dos aspectos que nos pueden servir también a nosotros.

En primer lugar, me gustaría que tengamos presente que todo consagrado, todo religioso, todo sacerdote está llamado, como José, a tener un “corazón de padre”, es decir, un corazón inquieto que se desvela por amar y cuidar a los hijos e hijas que le han sido confiados, especialmente a los más frágiles, a los que sufren, a los que no han tenido experiencia del amor paterno; y los lleva a no descansar hasta que estos hermanos y hermanas nuestros estén en el encuentro con el Señor, y así todos puedan tener una vida abundante, como dice el texto que ilumina vuestro Capítulo.

Pero, atención, no olvidemos que no podemos ser verdaderos padres sin experimentar el ser hijos, hijos del Padre celestial, Él sabe lo que nos hace falta y Él nos llama. No dejemos de acudir a Él cada día con confianza. Él nos escucha, escucha los deseos y necesidades de nuestro corazón, y nos indica el camino a seguir.

En segundo lugar, otra característica de san José que me gustaría destacar es la “valentía creativa”. No son tiempos fáciles, lo sabemos. No lo fueron tampoco para José. Él se fio de Dios, confió plenamente, y ofreció todas sus capacidades, su talento, su habilidad para servirlo. Y Dios se fio de José, y le dio su gracia para poder llevar adelante la misión que le encomendaba. Así a nosotros hoy, como en el día de nuestra consagración, nos hará bien llevar al altar todo lo que somos, y dejar que el Señor lo transforme en una “ofrenda viva, santa y agradable” (Rm 12,1). Y, después de esta oblación, salir a la misión con confianza, con valentía, con creatividad. Él está con nosotros, camina a nuestro lado y nos ayuda a tomar decisiones.

Hay una cosa que dijo el Prior general que sucede en todas partes, en todas las diócesis, en todas las congregaciones religiosas, pero porque es tan general, no podemos dejarla pasar como si no nos sucediera a nosotros, tenemos que hacernos cargo de lo que nos sucede. Él dijo de ocho provincias que ahora son cuatro. Quiere decir que, en cuanto a números, vamos barranca abajo. Y esta es una realidad que no podemos obviar. Hay miles de explicaciones: que los jóvenes hoy no ven clara la cosa, que hay menos jóvenes que antes —evidentemente, el índice de natalidad…— que Europa y América no dan lo que daban antes de vocaciones, que habrá que buscar otras culturas y buscar en otro lado, y así todo lo que ustedes quieran. Pero hay una pregunta que nos tenemos que hacer: mirar al futuro, proyectar la edad que tienen ustedes ahora, y decir: ¿de cuatro serán dos provincias nada más? No tengan miedo de hacerse la pregunta. El día que no haya más agustinos recoletos, el día que no haya vocaciones sacerdotales suficientes para todos, el día que, el día que, el día que venga ese día, ¿hemos preparado el laicado, hemos preparado a la gente para que siga con la pastoral en la Iglesia? Y ustedes, ¿han preparado gente que siga con vuestra espiritualidad que es un don de Dios para que la lleven adelante? Yo no me atrevo a ser profeta y decir lo que pasará. A mí me inquieta, me preocupa. Confío en el Señor, pero también tengo que decir estas cosas: preparémonos para lo que va a pasar, y entreguemos nuestro carisma, nuestro don a quien lo puede llevar adelante. Por favor no remendemos las cosas que no se pueden remendar porque se nos impone una cultura. Sí mantengamos firme el carisma, mantengamos firme esa consagración de vida que tenemos, eso sí, pero no nos hagamos ilusiones. Y sigamos con la oración, que el Señor mande vocaciones, pero que también nos prepare para entregar nuestro don cuando seamos menos, a quien pueda colaborar con nosotros. El Señor es bueno, nos va a dar la consolación necesaria para tomar esas decisiones. Pedir la gracia de saberlas tomar a tiempo y como quiere el Señor, no como cualquier sociólogo o psicólogo nos pueda decir, no: lo que quiere el Señor.

Los animo a seguir adelante, con confianza en la promesa del Señor, y para llevar adelante esta misión que Dios nos encomendó.

Y que Dios los bendiga, que bendiga a todos los miembros de la Familia agustino recoleta, y que la Virgen Santa y san José los cuiden y los acompañen.  Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.

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