Cardenal Juan J. Omella: “Ha llegado el momento de la fraternidad”

Presidente de la Conferencia Episcopal Española

Cardenal Omella fraternidad
Cardenal Juan José Omella © Conferencia Episcopal Española

El cardenal Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) ofrece una entrevista exclusiva a Exaudi en la que indica que, ante la crisis social y económica consecuencia de la pandemia de COVID-19, “ha llegado el momento de la fraternidad, de la comunidad, de salir en busca de las personas que lo están pasando mal para tenderles la mano. Nos necesitamos los unos a los otros. Esto no lo podemos olvidar nunca jamás”.

A lo largo de este diálogo, el también arzobispo de Barcelona habla, entre otros temas, sobre la participación de los laicos, hombres y mujeres, en la celebración de la liturgia; sobre la necesidad e importancia del acompañamiento y de los verdaderos cuidados a las personas que sufren como alternativa frente a la derrota que supone la opción de la eutanasia; sobre cómo vivir el sentido de la Cuaresma y la Semana Santa en estos tiempos tan extraordinarios; y sobre la respuesta de la Iglesia tras el aumento de la pobreza en España durante el último año.

Además, el purpurado envía sus bendiciones a Exaudi: “Nuestra sociedad está sedienta de espiritualidad, está sedienta de Dios. Deseo profundamente que la agencia Exaudi se convierta en un altavoz de la Iglesia y del Evangelio, en comunión con el Santo Padre”.

A continuación, sigue el texto de la entrevista completa.

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Exaudi: Los pasados 23 y 24 de febrero ha tenido lugar la reunión de la Comisión Permanente de la CEE. Uno de los temas tratados es la puesta en marcha de la carta del Papa Francisco para la institución de laicos, hombres y mujeres, como lectores y acólitos. ¿Qué ha supuesto esta aprobación que reconoce la corresponsabilidad de todos los bautizados en la Iglesia y, en particular, la misión de los laicos y de las mujeres?

Cardenal Juan J. Omella: Creo que la decisión del Santo Padre hace más viva la participación de todos los laicos en la celebración de la liturgia. Creo que es una cuestión de normalización de una situación muy concreta, ya que a lo largo de los últimos años las mujeres ya ejercían este rol dentro de las celebraciones litúrgicas. De hecho, el Papa Francisco en Querida Amazonia 103 afirmaba: “En una Iglesia sinodal las mujeres, que de hecho desempeñan un papel central en las comunidades amazónicas, deberían poder acceder a funciones e incluso a servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado y permiten expresar mejor su lugar propio. Cabe recordar que estos servicios implican una estabilidad, un reconocimiento público y el envío por parte del obispo.”

A este respecto, en la última reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), estudiamos el informe sobre esta cuestión elaborado por la Comisión Episcopal para la Liturgia en coordinación con la Comisión Episcopal para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado, acerca de los criterios litúrgicos, formativos y pastorales sobre el ministerio del lectorado y acolitado. Actualmente, seguimos trabajando en este tema y seguiremos hablando de ello en la próxima Asamblea Plenaria del mes de abril.

Exaudi: Otro de los puntos abordados en dicha reunión y también en su encuentro con el Papa Francisco el pasado mes de octubre, es el de la eutanasia, cuya ley será aprobada en el Senado español en los próximos meses. En un momento en el que se habla de “no dejar nadie atrás” debido a la pandemia, ¿puede recordar por qué no tiene sentido ofrecer propuestas de autonomía individualista y defender una “compasión” que presenta la muerte como solución?

Cardenal Juan J. Omella: A lo largo de los últimos meses hemos visto como miles de personas, sobre todo mayores, morían solas en las habitaciones de los hospitales y residencias. El único acompañamiento que tenían era el de los sanitarios que intentaban darles un poco de amor fraternal en el momento final de sus vidas.

Esto es muy triste. Esta situación, sin duda, nos ha hecho reflexionar mucho sobre cómo queremos vivir y acompañar los momentos difíciles ante la enfermedad. Creo que todos, absolutamente todos, coincidimos en que no queremos estar solos ni que estén solos nuestros seres queridos. La compañía es lo más valioso. Por eso, en esas circunstancias sorprende que se plantee la Ley de la Eutanasia que recurre a la muerte para solucionar los problemas, para aliviar a los que sufren. Una ley que no contempla atenderlos ni acompañarlos de la mejor manera posible, sino que los empuja a tirar la toalla y a terminar su existencia, eso, solo a terminarla.

Ante el sufrimiento que derriba a las personas, desde la CEE apostamos por una cura integral de las personas que trabaje todas sus dimensiones: médica, espiritual, relacional y psicológica. Necesitamos centros sanitarios pensados para el bien de la persona, que aprovechen la belleza de la naturaleza… No dejaremos nunca de repetir que no hay enfermos “incuidables” aunque sean incurables. Creemos que la vacuna contra la tristeza, el dolor, la soledad y el vacío existencial de las personas ancianas o enfermas no puede ser única y exclusivamente la eutanasia. Esta medida no sería ni la más justa, ni la más humana, ni la más fraterna.

Asegurar unos dignos cuidados paliativos a todos los que los necesiten, así como el acceso de todas las personas dependientes a las ayudas económicas y a las prestaciones que les corresponden, debería primar a las medidas tendentes a paliar el sufrimiento con la muerte programada. Y, por encima de todo, hay que asegurar que las personas que sufren encuentren en sus familiares y conciudadanos la cercanía y la atención que alivian el dolor, consuelan y ofrecen la esperanza que surge de la fe y da sentido a toda la vida humana, incluso en el sufrimiento y la vulnerabilidad.

Exaudi: ¿Cuáles creen que serían los efectos inmediatos de invertir en cuidados paliativos y en proporcionar compañía a las personas frente a las enfermedades y el final de la vida?

Cardenal Juan J. Omella: Sin lugar a dudas: dignificar a las personas que están a punto de morir. Aliviado el dolor físico y psicológico, tenemos el deber de estar cerca de ellos, cogiéndoles de la mano y recordándoles que Dios está siempre a su lado y más aún en este momento de gran vulnerabilidad. La muerte provocada no se puede convertir en un atajo para ahorrar recursos humanos y económicos.

Con el Papa Francisco decimos: “La eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta a la que estamos llamados es no abandonar nunca a los que sufren, no rendirse nunca, sino cuidar y amar para dar esperanza”. Apostemos todos unidos por la vida, por la dignidad, por la esperanza. Apostemos por Dios.

Exaudi: Inmersos por segunda vez en una Cuaresma en la que el mundo se ve afectado por la COVID-19, ¿de qué manera puede este momento excepcional ayudarnos a vivir mejor el sentido de este tiempo litúrgico y también el de la Semana Santa, especialmente en un país como España donde existe la amplia tradición religiosa y cultural de las procesiones en las calles?

Cardenal Juan J. Omella: Sí, este será el segundo año que no podremos vivir ni celebrar como nos gustaría este momento tan especial de nuestro calendario litúrgico. Ciertamente, no es lo mismo vivirlo en comunidad que desde la soledad, pero esta también es una buena manera de profundizar en nuestra fe y mejorar nuestra relación con Dios.

Pero, afortunadamente, este año, aunque no podremos participar en las procesiones de Semana Santa, sí que, al menos, podremos participar presencialmente en los oficios litúrgicos con los límites y precauciones establecidas. Además, gracias a la experiencia vivida el año pasado con la retransmisión de las celebraciones por las redes sociales y medios de comunicación, nuestros mayores y nuestros enfermos podrán participar activamente desde sus hogares, hospitales, residencias… No dejemos de hacerlo, si es posible, en familia. Organicémonos para tener un poco de tiempo para rezar el Rosario, hacer el Viacrucis.


Pensemos que, a muchos hermanos nuestros de comunidades cristianas del mundo, les toca celebrar la Semana Santa en tiempos de guerra, de persecución, de epidemias o en campos de refugiados. Algunas comunidades sufren estas situaciones dolorosas desde hace años. Esta situación que estamos padeciendo nos va a permitir nuevamente sentirnos más unidos a todos ellos. Compartamos el dolor también con ellos y, a su lado, esperemos la victoria sobre la muerte y el dolor, victoria que el Resucitado nos ha prometido.

Que nada ni nadie nos impida unirnos a la Cruz del Señor para poder también resucitar con Él a la Vida y a la Esperanza. Que el Señor nos conceda poder ser testigos de esperanza en situaciones tan dolorosas como las que nos toca vivir.

Exaudi: A lo largo de la situación de emergencia sanitaria, la Iglesia española se ha ido adaptando a los distintos escenarios, intentando garantizar la Eucaristía y celebraciones como funerales con el distanciamiento, la higiene y la ausencia de contacto social. No obstante, para parte de la sociedad la participación en el culto cristiano resulta prescindible en estos momentos. ¿Cómo cree que los católicos pueden defender la convicción de que la Eucaristía es esencial para los fieles, a la par de un derecho constitucional compatible con el deseo de preservar la salud de todos?

Cardenal Juan J. Omella: En la Iglesia hemos mantenido, desde el inicio de la pandemia, una actitud constructiva con todas las instituciones sanitarias de nuestro país. Ya en el inicio, cuando no se sabía exactamente cómo actuaba el virus, éramos conscientes de que la situación de pandemia que estábamos viviendo no era una cuestión nada fácil de gestionar, y por esto mantuvimos una actitud de total colaboración con los dirigentes gubernamentales con el objetivo de reducir los contagios y evitar que las iglesias se convirtieran en posibles focos de infección.

Pero tal y como dijo hace unos meses el cardenal Sarah, cuando era prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, “ninguna transmisión es equiparable a la participación personal ni puede sustituirla”. Por este motivo, desde hace ya unos meses, hemos puesto en marcha todas las medidas de precaución necesarias para que los fieles participen de la celebración de la Eucaristía de la forma más segura posible. Y ojalá podamos volver pronto a participar de las celebraciones todos de manera presencial sin peligro de contagio y sin límites de aforo.

Exaudi: Mientras la campaña de vacunación en España avanza, el pasado 10 de febrero usted informó que “debido a la pandemia hay casi un millón más de pobres en España” y pidió donaciones para Cáritas, que en estos momentos está al pie del cañón. ¿Cuál ha sido la respuesta de la Iglesia, de los fieles y de las personas de buena voluntad frente a esta nueva crisis económica y social surgida en el último año?

Cardenal Juan J. Omella: A lo largo de los primeros meses de pandemia, la Iglesia se puso en marcha para estar lo más cerca posible de las personas que lo estaban pasando mal. En este sentido, activamos distintos servicios de atención a los enfermos y familiares de los difuntos. En muchas ocasiones no podíamos estar allí de forma presencial, pero teníamos muy claro que los enfermos, sus familiares y todas las personas del mundo de la sanidad, tenían que sentirnos cerca.

Al cabo de los meses, detectamos que había un incremento muy notable de personas y familias que necesitaban ayuda social. En este sentido, los esfuerzos de las Cáritas diocesanas y parroquiales de España han sido y siguen siendo enormes. No podemos dejar a nadie atrás. A nadie. Y, por este motivo, estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos para aliviar el dolor de estas familias. Pero toda esa ayuda no podrá llegar a todos, si no unimos esfuerzos y trabajamos juntos.

Fijándonos en el caso concreto de Barcelona, me gustaría destacar algunos datos. Entre los meses de abril y mayo, los servicios de primera respuesta a la COVID-19 atendieron a 10.710 personas, el doble que en el mismo período del año anterior. Además, multiplicamos por tres las ayudas económicas para alimentos y por dos las ayudas a la vivienda. Pero no podemos estar satisfechos. El dolor de estas personas y familias nos sigue moviendo a trabajar más y más cada día.

Exaudi: El Papa Francisco recordó recientemente en su discurso a los embajadores que “la fraternidad es el verdadero remedio a la pandemia y a muchos males que nos han golpeado”. Y propone la “fraternidad y esperanza” “como medicinas que hoy el mundo necesita, junto con las vacunas”. ¿Qué le sugieren estas palabras del Santo Padre para aplicarlas a la vida práctica, a la situación actual e incluso al futuro?

Cardenal Juan J. Omella: Esta pandemia que estamos viviendo nos ha traído mucho dolor. Muchísimo. Hemos visto como personas de todas las edades morían solas, sin poder despedirse de sus familiares. Este dolor profundo no lo olvidaremos fácilmente y por eso cada día dedico un tiempo de mi oración a estas personas que han fallecido.

Aun así, esta crisis sanitaria también nos ha traído cosas positivas. Entre ellas, nos ha puesto delante del espejo y nos ha dicho, claramente, que solos no vamos a ninguna parte porque somos vulnerables. Nos ha recordado que somos seres sociales y que necesitamos el apoyo de nuestros seres queridos. Además, estoy convencido de que nuestra relación con Dios también ha tomado un nuevo impulso. A lo largo de la pandemia, el número de catalanes que se declaran como católicos ha aumentado en 440.000 personas. Dios siempre está dispuesto a que le dejemos entrar en nuestras vidas.

Estoy completamente de acuerdo con el Santo Padre porque es verdad que gracias a las vacunas empezamos a ver la luz al final del túnel. Pero también es cierto que, a partir de ahora, vamos a sentir los efectos de una crisis económica y social que generará mucho dolor y que está provocando un gran incremento de la desigualdad social.

Si la desigualdad y la creciente pobreza no se corrigen, pueden ser el caldo de cultivo para una explosión social, con un auge de los populismos y las dictaduras, como ya ha sucedido en muchos países a lo largo de la historia.

Como nos recuerda el Papa Francisco: no hay soluciones fáciles a problemas complicados. Quien promete esas soluciones nos está engañando y esconde otras intenciones. Solucionar problemas graves requiere mucha paciencia, trabajar en equipo y velar por el bien común.

Ha llegado el momento de la fraternidad, de la comunidad, de salir en busca de las personas que lo están pasando mal para tenderles la mano. Nos necesitamos los unos a los otros. Esto no lo podemos olvidar nunca jamás.

Exaudi: El equipo de Exaudi, agencia de noticias católica, comenzamos en estos días nuestra andadura. Nuestra principal finalidad es informar para colaborar con la evangelización del mundo, fortaleciendo la unidad de la Iglesia con el Papa. Le pedimos su bendición y oraciones y, si es posible, que nos dedique unas palabras de ánimo frente a esta apasionante labor en la que nos embarcamos…

Cardenal Juan J. Omella: Sin lugar a dudas, es una muy buena noticia que en los tiempos en los que vivimos, nazca una agencia como Exaudi. Nuestra sociedad está sedienta de espiritualidad, está sedienta de Dios. Deseo profundamente que la agencia Exaudi se convierta en un altavoz de la Iglesia y del Evangelio, en comunión con el Santo Padre.

Y evangelizar es hacer posible que el Evangelio se haga cultura en medio de mundo tal como dice el Evangelii Nuntiandi. Que Dios les bendiga y les acompañe siempre.