Cardenal Re: Momento histórico, que sea elegido el Papa de la comunión y la unidad
Santa Misa por la elección del Romano Pontífice

En la misa pro eligendo Pontifice, presidida esta mañana en la basílica vaticana, el cardenal decano esboza las tareas de cada sucesor de Pedro, marcadas por el «mandamiento nuevo» del amor. El recordatorio a los cardenales electores: elegir con «la mayor responsabilidad humana y eclesial», evitando consideraciones personales y mirando al bien de la Iglesia y de la humanidad.
«Suscitaré un sacerdote fiel, que obrará según los deseos del corazón de Dios»: la antífona inicial acompaña la larga procesión que entra lentamente en la basílica vaticana esta mañana, 7 de mayo, para la misa Pro eligendo Romano Pontifice. Presidió el rito en el Altar de la Confesión el Cardenal Giovanni Battista Re, Decano del Colegio Cardenalicio. En el lugar de culto que custodia los restos de Pedro, cuyo sucesor está llamado a elegir el Cónclave, concelebran 220 cardenales, electores y no electores. Entre ellos, también el 267º Pontífice: su nombre sigue guardado en el corazón del Señor, pero las oraciones y los ojos del mundo se dirigen a él.
En confiada espera
En la «confiada espera» de estas horas, el cardenal Re invoca la ayuda del Espíritu Santo, porque «rezar -dice- es la única actitud justa y necesaria»:
Que sea elegido el Papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo.
Máxima responsabilidad humana y eclesial
La de los cardenales electores, que a las 16:30 se reunirán en la Capilla Sixtina e iniciarán el Cónclave, es «un acto de la máxima responsabilidad humana y eclesial -subrayó el cardenal Re- y una decisión de excepcional importancia»:
Un acto humano por el cual se debe abandonar cualquier consideración personal, y tener en la mente y en el corazón sólo al Dios de Jesucristo y el bien de la Iglesia y de la humanidad.
El amor cambia el mundo
El purpurado se detuvo después en el Evangelio de Juan, proclamado en latín durante la celebración: es el pasaje en el que Jesús invita a los discípulos a permanecer en su amor, el mandamiento «nuevo» que «no conoce límites y debe caracterizar los pensamientos y la acción de todos sus discípulos». «El amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo», prosiguió el cardenal decano, reiterando que «la cualidad fundamental de los Pastores es el amor hasta el don total de sí», junto con «la ayuda mutua y el compromiso por la comunión eclesial y la fraternidad humana universal»
Acrecentar la comunión
«Acrecentar la comunión» es otra de las tareas del Sucesor de Pedro destacadas por el cardenal decano: comunión de todos los cristianos con Cristo, -explicó- comunión de los obispos con el Papa y entre sí:
No una comunión autorreferencial, sino dirigida totalmente a la comunión entre las personas, los pueblos y las culturas, velando para que la Iglesia sea siempre «casa y escuela de comunión».
Unidad en la diversidad
Igualmente fuerte es la llamada a «mantener la unidad de la Iglesia en la senda trazada por Cristo a los Apóstoles»:
La unidad de la Iglesia es querida por Cristo; una unidad que no significa uniformidad, sino una firme y profunda comunión en la diversidad, siempre que se mantenga en plena fidelidad al Evangelio.
La elección de un Papa no es una simple sucesión
Un nuevo Papa «según el corazón de Dios para el bien de la Iglesia y de la humanidad» es, por tanto, la invocación del cardenal decano, porque la elección de un Papa «no es una simple sucesión de personas, sino que es siempre el apóstol Pedro que regresa»:
Recemos para que Dios conceda a la Iglesia el Papa que mejor sepa despertar las conciencias de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual, caracterizada por un gran progreso tecnológico, pero que tiende a olvidarse de Dios.
Que los cardenales concuerden en su elección
Por último, el deseo de que los cardenales electores reunidos en la Capilla Sixtina -donde el Juicio Final de Miguel Ángel recuerda a cada uno «la grandeza de la responsabilidad» de poner el Pontificado «en las manos adecuadas»- estén de acuerdo «en elegir al Papa que necesita nuestro tiempo».
Texto íntegro de la homilía:
«PRO ELIGENDO ROMANO PONTIFICE»
HOMILÍA DE SU EMINENCIA REVERENDÍSIMA
EL SEÑOR CARDENAL GIOVANNI BATTISTA RE,
DECANO DEL COLEGIO CARDENALICIO
Basílica de San Pedro
Miércoles, 7 de mayo de 2025
________________________
En los Hechos de los Apóstoles se lee que, después de la ascensión de Cristo al cielo y en espera de Pentecostés, todos perseveraban unidos en la oración junto con María, la Madre de Jesús (cf. Hch 1,14).
Es precisamente lo que también nosotros estamos haciendo a pocas horas del inicio del cónclave, bajo la mirada de la Virgen colocada al lado del altar, en esta Basílica que se eleva sobre la tumba del apóstol Pedro.
Notamos como todo el pueblo de Dios está unido a nosotros con su sentido de fe, su amor al Papa y su confiada esperanza.
Estamos aquí para invocar el auxilio del Espíritu Santo, para implorar su luz y su fuerza, a fin de que sea elegido el Papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo.
Rezar, invocando al Espíritu Santo, es la única actitud justa y necesaria, mientras los cardenales electores se preparan a un acto de máxima responsabilidad humana y eclesial, y a una decisión de gran importancia; un acto humano por el cual se debe abandonar cualquier consideración personal, y tener en la mente y en el corazón sólo al Dios de Jesucristo y el bien de la Iglesia y de la humanidad.
En el Evangelio que ha sido proclamado han resonado palabras que nos conducen al corazón del mensaje-testamento supremo de Jesús, entregado a sus Apóstoles en la tarde de la última cena en el Cenáculo: «Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» (Jn 15,12). Y para precisar ese “como yo los he amado” e indicar hasta dónde debe llegar nuestro amor, Jesús afirma a continuación: «No hay amor más grande que dar la vida por los amigos» (Jn 15,13).
Es el mensaje del amor, que Jesús define mandamiento “nuevo”. Nuevo porque transforma en positivo y amplía en gran medida la exhortación del Antiguo Testamento, que decía: “No hagas a los demás lo que no quisieras que te hagan a ti”.
El amor que Jesús revela no conoce límites y debe caracterizar los pensamientos y la acción de todos sus discípulos, que en su conducta siempre deben manifestar un amor auténtico y comprometerse en la construcción de una nueva civilización, que Pablo VI llamó “civilización del amor”. El amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo.
Jesús nos ha dado ejemplo de este amor al comienzo de la última cena con un gesto sorprendente: se abajó al servicio de los demás, lavando los pies a los Apóstoles, sin discriminaciones, sin excluir a Judas que lo iba a traicionar.
Este mensaje de Jesús se enlaza con lo que hemos escuchado en la primera lectura de la Misa, en la que el profeta Isaías nos ha recordado que la cualidad fundamental de los Pastores es el amor hasta el don total de sí.
De los textos litúrgicos de esta celebración eucarística nos llega, por tanto, una invitación al amor fraterno, a la ayuda mutua y al compromiso por la comunión eclesial y la fraternidad humana universal. Entre las tareas de todo sucesor de Pedro está la de acrecentar la comunión: comunión de todos los cristianos con Cristo; comunión de los obispos con el Papa; comunión entre los obispos. No una comunión autorreferencial, sino dirigida totalmente a la comunión entre las personas, los pueblos y las culturas, velando para que la Iglesia sea siempre “casa y escuela de comunión”.
También es fuerte la llamada a mantener la unidad de la Iglesia en la senda trazada por Cristo a los Apóstoles. La unidad de la Iglesia es querida por Cristo; una unidad que no significa uniformidad, sino una firme y profunda comunión en la diversidad, siempre que se mantenga en plena fidelidad al Evangelio.
Todo Papa sigue encarnando a Pedro y su misión, y de esa manera representa a Cristo en la tierra; él es la roca sobre la cual se edifica la Iglesia (cf. Mt 16,18).
La elección del nuevo Papa no es una simple sucesión de personas, sino que es siempre el apóstol Pedro que regresa.
Los cardenales electores expresarán su voto en la Capilla Sixtina, donde —como dice la Constitución apostólica Universi dominici gregis— «todo contribuye a hacer más viva la presencia de Dios, ante el cual cada uno deberá presentarse un día para ser juzgado».
En Tríptico Romano, el Papa Juan Pablo II expresaba el deseo de que, en las horas de la gran decisión mediante el voto, la majestuosa imagen de Miguel Ángel que representa a Jesús Juez recordase a cada uno la grandeza de la responsabilidad de poner las “soberanas llaves” (Dante) en las manos adecuadas.
Recemos, por tanto, para que el Espíritu Santo, que en los últimos cien años nos ha dado una serie de Pontífices verdaderamente santos y grandes, nos regale un nuevo Papa según el corazón de Dios para el bien de la Iglesia y de la humanidad.
Recemos para que Dios conceda a la Iglesia el Papa que mejor sepa despertar las conciencias de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual, caracterizada por un gran progreso tecnológico, pero que tiende a olvidarse de Dios.
El mundo de hoy espera mucho de la Iglesia para la tutela de esos valores fundamentales, humanos y espirituales, sin los cuales la convivencia humana no será mejor ni portadora de bien para las generaciones futuras.
Que la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, intervenga con su intercesión maternal, para que el Espíritu Santo ilumine las mentes de los cardenales electores y los haga concordes en la elección del Papa que necesita nuestro tiempo.
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