Evangelio 27 de febrero: Cada árbol se conoce por su fruto

Comentario del padre Jorge Miró

evangelio 27 febrero
Árbol con estrella de luz dentro © Cathopic

El padre Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de hoy, 27 de febrero de 2022 titulado “Cada árbol se conoce por su fruto”.

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La fe no es una teoría que se aprende, sino una vida que se disfruta; una vida en el Espíritu, que va transformando el corazón de la persona y se manifiesta en las obras: Una fe sin obras es una fe muerta. Las obras -contando con la debilidad- no son la causa de la salvación, pero son el signo de la autenticidad de la fe (cf. Gal 5 y Mt 25, 31s), de estar acogiendo la salvación. 

Nos lo dice la Palabra de hoy: no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto… de lo que rebosa el corazón habla la boca… 

El Señor te invita a examinar tu vida y los frutos que brotan en ella… A mirar si vives en la bendición, la gratitud y la alabanza, signos de que Jesucristo resucitado vive en ti y estás abierto a su Espíritu. O si por el contrario vives instalado en la queja y la murmuración permanentes, signos de un corazón que vive en una soledad poblada de aullidos (cf. Dt 32).

Si en tu corazón estás dejando actuar al Espíritu Santo, irán apareciendo sus frutos: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y los deseos. (cf. Gal 5, 22-24).

Porque la vida cristiana no se reduce a una serie de actos externos sin que se haya producido una verdadera conversión del corazón. 

Si no cambia nuestro corazón acabaremos siendo como los fariseos hipócritas que exigían a los demás lo que ellos no estaban dispuestos a vivir. Por eso Jesús nos dice en el Evangelio: ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?


La Palabra nos invita seriamente a la conversión porque el espíritu del fariseísmo fácilmente cae sobre nosotros y nos atrapa.

¿Cuándo caemos en el fariseísmo?

Cuando te quedas en el mero cumplimiento de ley y no vas al fondo del ser discípulo: dejarlo todo para seguir a Jesús, para vivir en su voluntad y no en la tuya.

Cuando te crees mejor que los demás y vives juzgando y condenando, en lugar de mirar al otro como lo mira el Señor: desde la verdad, pero con misericordia: no para destruir ni para humillar, sino para acoger, animar y sanar.

Cuando crees que “te” salvas por tus fuerzas y “tus” méritos, despreciando la gracia de Dios.

Cuando vives en la hipocresía: no en la incoherencia de la debilidad (quiero, pero no puedo), que te lleva a la humildad y a confesar tus pecados; sino en la doblez del no quiero, pero aparento, que te lleva al endurecimiento del corazón.

Cuando buscas tu gloria y no la de Dios. Y por eso vas mendigando el reconocimiento, los primeros puestos…

No te asustes si ves que esto aparece por tu corazón. ¡Pero no dejes que se instale en él! ¡Invoca al Espíritu Santo! Pídele un corazón nuevo que busque únicamente vivir en la voluntad de Dios.