Corpus Christi: La fiesta de la presencia

Sentido, origen y cómo vivirla

Corpus Christi fiesta
Corpus Christi © Cathopic. Dulce María

Carlos J. Gallardo, sacerdote diocesano en Córdoba, España, ofrece a los lectores de Exaudi este artículo sobre la fiesta del Corpus Christi.

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Al finalizar el tiempo pascual, la Iglesia tiene un conjunto de celebraciones que expresan de forma concreta todo el misterio de Cristo. Una de estas celebraciones es precisamente la de la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor.

Podemos afirmar que se trata de una de las fiestas más arraigadas en el pueblo fiel. Nuestra atención se centra en la persona de Jesucristo que por amor ha querido quedarse con nosotros, compartir nuestra existencia incluso después de resucitar y subir al cielo. Quiere, aunque sea de forma sacramental, vivir en medio de todos nosotros. El mismo Jesús que nace en Belén, que vive oculto en Nazaret, que recorrió los caminos polvorientos de Jerusalén. El mismo Jesús que se hace el encontradizo con la Samaritana o con Zaqueo. El mismo Jesús que cura al ciego de nacimiento o al leproso. El Jesús del amor misericordioso que perdona a la mujer adúltera o escoge comer con publicanos y pecadores. Ese Jesús que vence el miedo en la noche de la traición y del dolor. Ese Jesús crucificado y al tercer día resucitado… ese mismo Jesús es quien está bajo las especies de pan y vino.

Todo su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad se esconden en el pan y en el vino. Vive y palpita de amor por cada uno de nosotros, por ti en concreto, en el sagrario. Por ello la fiesta del Corpus es la fiesta de un amor que no pasa, de un amor que permanece, es la fiesta de la presencia de Jesús.

En la conciencia de la Iglesia siempre ha permanecido esta verdad de fe. Pero históricamente existe un acontecimiento que hace que la Iglesia desee subrayar esta verdad de fe con una solemnidad concreta dentro de las celebraciones del año litúrgico.

¿Cómo surge todo?

A finales del siglo XIII surgió en Lieja, Bélgica, un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento promovió entre otras costumbres la exposición y bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y esta festividad del Corpus Christi.

Santa Juliana de Mont Cornillón, en aquellos años priora de la Abadía, fue el alma escogida por Dios para propiciar esta fiesta. La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Realizó más tarde su profesión religiosa. Con el tiempo, fue elegida superiora de su comunidad. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas Cistercienses en Fosses.

Desde joven, Santa Juliana tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Anhelaba que existiera en la Iglesia una fiesta especial en su honor. Este deseo creció al recibir ella  una revelación donde vio en la Iglesia bajo la apariencia de luna llena  una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.

Juliana comunicó estas apariciones a Mons. Roberto de Thorete, el entonces obispo de Lieja, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos y a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Lieja, más tarde Papa Urbano IV.

El obispo Roberto ordenó para su diócesis la celebración de esta fiesta. El Papa pidió a un monje llamado Juan que escribiera el oficio para esta fiesta.


Más tarde un obispo alemán conoció la costumbre y la extendió por toda la actual Alemania. Se tomó como costumbre celebrarla el jueves posterior al domingo de la Santísima Trinidad, aunque en este último periodo en algunos países pasó a celebrarse el domingo.

Al mismo tiempo, el Papa Urbano IV, tuvo conocimiento de que en Bolsena, en el año 1263 se produjo un milagro que llamamos eucarístico.  Un sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera real. Cuando llegó el momento de partir la Sagrada Forma, salió de ella sangre de la que se fue empapando el corporal. Esta reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 junio de 1264 donde se encontraba el Papa con su corte.

El Santo Padre edificado y lleno de devoción ante este milagro y además a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula Transiturus del 8 septiembre del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés.

Hay una tradición que narra como el Papa Urbano IV encargó un oficio para la liturgia de las horas, a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino. Cuando el Papa comenzó a leer en voz alta el oficio hecho por santo Tomás, san Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos.

A lo largo de los siglos esta fiesta se ha ido consolidando cada vez más y más en la vida de la Iglesia. Son muchos los santos que han alentado esta celebración y han encendido el corazón de los fieles de un amor ferviente a la Eucaristía.

Vivir la solemnidad

Y nosotros hoy, ¿Cómo podemos disponernos para celebrar llenos de fe esta solemnidad? Pues sencillamente realizando tres actos:

Acto de fe: Despertar nuestra fe ante el misterio de Cristo vivo y presente en el sagrario. Adorar al Dios oculto bajo las especies eucarísticas, venerarlas con profundo respeto.

Acto de esperanza: Saber que este alimento que recibimos, que comulgamos, es alimento para el camino hacia la vida eterna. Cada Eucaristía es “prenda” del cielo. El cielo se une con la tierra en el altar y ya nos alimentamos del “pan de los ángeles” el pan que tiene sabor de vida eterna.

Acto de caridad: Pensemos mucho en el amor de Jesús por cada uno de nosotros, por toda la humanidad, por mí… y contemplar su amor nos tiene que mover a más amor. Desear amarle con todo nuestro ser, con toda nuestra vida, pues Él está esperándome en el sagrario y solo entiende de amores.

Vivamos por tanto esta fiesta llenos de fe, esperanza y amor y sintamos como Jesús siempre cumple sus promesas y nos dice: “Yo estaré con vosotros (contigo) todos los días hasta el final de los tiempos”.