Domingo de la Misericordia

Por el P. Antonio María Domenech

Juan Pablo II-Divina Misericordia © Aciprensa

Cómo no recordar en este día aquel escrito titulado: “El Papa que me besó en la frente”. Han pasado ya algunos años desde que San Juan Pablo II instituyera el segundo domingo de Pascua como el de la Solemnidad de la Divina Misericordia.

Los textos de la Santa Misa de este domingo ya contenían referencias a la Misericordia, siempre presente en la tradición cristiana. Sin embargo, resaltarlo como fiesta propia para este día contribuyó a la difusión de esta devoción, tan conveniente en un tiempo en que se oscila entre la presunción de hacerlo todo bien y la angustia de haberse equivocado radicalmente hágase lo que se haga.

En los tres ciclos litúrgicos (años en los que se suceden las lecturas dominicales) se dedica este domingo para el Evangelio donde se relata la aparición del Señor a los discípulos, pero estando Tomás con ellos. También coincide el Salmo Responsorial: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. La oración colecta también reza diciendo: Dios de misericordia infinita, que reanimas, con el retorno anual de las fiestas de Pascua, la fe del pueblo a ti consagrado, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que todos comprendan mejor qué bautismo nos ha purificado, qué Espíritu nos ha hecho renacer y qué sangre nos ha redimido. Por nuestro Señor Jesucristo…

Sor Faustina extendió la devoción a la Divina Misericordia con el rezo de la Coronilla. Una oración similar en su orden al Rosario en la que se va repitiendo: “Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”El día de la Beatificación y de la Canonización de San Juan Pablo II, la plaza entera en San Pedro, rezaba a coro esta invocación antes de comenzar la Santa Misa. El mismo Papa canonizó a Sor Faustina y fue un propagador incansable de la misericordia.


Al pedir la Misericordia para nosotros también debemos procurar practicarla con los demás. Esto se especifica en tener oídos de misericordia, para cuando oímos cosas negativas de los demás, o les oímos decir algo inconveniente, ojos de misericordia para aplicarlos cuando lo que vemos no se adecua a lo que nosotros pensamos que sería correcto, corazón de misericordia para ser capaces de llorar con el que llora, para compartir el sufrimiento del prójimo, brazos de misericordia para ayudarle o piernas de misericordia para acercarnos a visitarle o a hacerle un favor cualquiera. Si no se concreta además con nombres propios y momentos concretos puede ser que nos quedemos en teorías huecas o palabras que se lleve el viento.

El Evangelio, como hemos dicho, nos habla del encuentro de Jesús con Santo Tomás. Allí el Señor hace una referencia que puede sernos de gran consuelo. Al oír la confesión de Fe del Apóstol, ese “Señor mío y Dios mío”, que sigue resonando en todas partes, muchas veces en el momento de la Consagración de la Santa Misa, Jesús dijo: dichosos los que crean sin haber visto. Hoy te lo dice a ti, cuando dudas te lo dice a ti, cuando no los ves en los acontecimientos de la vida ordinaria también te lo dice a ti.

Hoy pedimos por todos aquellos que necesitan ver para creer, por los que tuvieron Fe pero lo perdieron por no cuidarla y por los que no han tenido nunca la oportunidad de que alguien les hable de Cristo y de su Santísima Madre. Pidamos para cada uno de nosotros la Misericordia en el momento de nuestra muerte, y no perdamos la confianza de que el “mundo se salvará por la Divina Misericordia del Señor”.

El libro del Santo Padre titulado “El nombre de Dios es Misericordia”, puede ser una muy buena lectura para este tiempo de Pascua. Por tu infinita Misericordia, GRACIAS SEÑOR