El amor es un proyecto: sembrar hoy para cosechar mañana
Más allá de los sentimientos, el amor exige una visión a largo plazo, con raíces en el pasado y frutos en el futuro

Vivimos en una época en la que el amor suele entenderse como una emoción intensa, un sentimiento espontáneo o una atracción irresistible. Sin embargo, como bien lo explica el padre Ángel Espinosa de los Monteros, el amor verdadero va mucho más allá de eso: el amor es un proyecto.
No se trata solo del encuentro entre dos personas o de una conexión emocional profunda. Todo eso es bello y necesario, pero no suficiente. El amor exige planificación, constancia y compromiso. En otras palabras, necesita ser proyectado. La misma etimología lo confirma: proyecto proviene de la idea de algo arrojado hacia adelante, algo con trayectoria, con propósito y duración.
Amor con pasado, presente y futuro
El padre Ángel invita a contemplar el amor en tres tiempos: ayer, hoy y mañana.
“Ayer preparé el amor de hoy, y con el amor de hoy estoy preparando el de mañana”.
Cada día vivido en fidelidad y entrega ha sido una siembra que ahora da fruto. Si llevas 20, 30 o más años de casado, no es casualidad: has ido construyendo ese amor paso a paso, en medio de alegrías, pruebas, ilusiones y desilusiones. Y con cada gesto cotidiano de amor, estás preparando el futuro.
El amor como capital que se invierte
Así como muchos se preocupan por contratar un seguro médico o de vida, también deberíamos preguntarnos: ¿cómo estoy invirtiendo hoy en mi amor para el futuro?
Quizá dentro de 30 años no veas ni escuches tan bien. Tal vez la salud falle. ¿Con qué recursos emocionales y espirituales afrontarás ese momento?
Por eso es necesario comenzar hoy mismo a “ahorrar” un capital de cariño, de comprensión, de servicio. Mientras más ames hoy, mientras más siembres, más asegurarás el siguiente punto de llegada. Porque el amor de hoy es meta de llegada, sí, pero también punto de partida hacia todo lo que venga.
El amor en la madurez
Los años venideros, lejos de ser más difíciles, pueden ser los mejores: años de madurez, de reencuentro, de mayor conversación, cuando los hijos ya han partido y el nido se queda vacío. Pero todo eso solo será posible si hoy, aquí y ahora, seguimos trabajando con amor por ese proyecto común.
El amor es un proyecto.
No un juego de palabras, sino una realidad profunda. Un camino que comienza desde el noviazgo, atraviesa el matrimonio y se proyecta, con esperanza, hacia el futuro.
Hagamos todo el bien que podamos.
Y que Dios nos bendiga siempre.
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