El Bautismo del Señor: El Inicio del Tiempo Ordinario y su Llamado a la Santidad en lo Cotidiano

Una invitación a santificar lo cotidiano a través del ejemplo de Cristo y las enseñanzas de San Josemaría Escrivá

El Domingo del Bautismo del Señor marca el final del tiempo de Navidad y da inicio al tiempo ordinario. En este día, muchas iglesias mantienen expuesto al Niño Jesús en la cuna mientras se proclama el Evangelio de su bautismo en el río Jordán, un evento que ocurrió aproximadamente 30 años después de su nacimiento. Es como si toda la vida oculta de Jesús se concentrara en un solo día.

Aunque el tiempo ordinario podría parecer carente de importancia, tiene un profundo sentido espiritual y teológico. Los evangelios dominicales se centran en la vida pública de Jesús, pero este tiempo litúrgico es también una invitación a meditar en su vida oculta en Nazaret: su convivencia con María y José, su aprendizaje de las letras y las ciencias, la adquisición de virtudes, su trabajo en la carpintería y sus relaciones vecinales. Cada momento de su vida tuvo un valor infinito, porque todo lo hacía con amor.

Santidad en lo Ordinario

El tiempo ordinario está íntimamente vinculado con la vocación laical a la santidad, una enseñanza predicada por San Josemaría Escrivá y proclamada por el Concilio Vaticano II. En este contexto, Burgos ocupa un lugar especial en la historia del fundador del Opus Dei.

Durante la Guerra Civil Española, en 1938, San Josemaría encontró refugio en Burgos tras huir de Madrid. Allí pasó 14 meses de intenso trabajo pastoral, incluso en medio de grandes dificultades. Este periodo no fue de quietud, sino de encuentros y conversaciones que inspiraron a muchos.

Uno de los momentos más memorables fueron las visitas de jóvenes soldados que venían del frente. Cansados, heridos y emocionalmente agotados, encontraban en San Josemaría consuelo y esperanza. Pero él no solo los consolaba; también los animaba a santificar su vida cotidiana. Les enseñaba que en los pequeños detalles, hechos con amor, se encontraba Dios.

Una Lección desde la Catedral de Burgos

San Josemaría solía llevar a estos jóvenes a la catedral de Burgos, pidiéndoles que observaran los detalles de sus altísimas agujas y esculturas, muchas de ellas apenas visibles desde las calles. “¿Para quién creen que hicieron estos detalles, si nadie los ve?”, les preguntaba. Y respondía: “Para Dios, porque los artistas sabían que Él sí los ve”.


Esa enseñanza sobre la santidad en el trabajo bien hecho sigue siendo revolucionaria hoy en día. Cada acto de amor, cada tarea cotidiana hecha con perfección y con el deseo de agradar a Dios, puede ser una ofrenda divina.

Vivir la Vocación con Entusiasmo

San Josemaría recordaba constantemente que todos estamos llamados a la santidad, sin importar nuestras circunstancias. Ya sea en un despacho, en un taller o en un hogar, nuestra labor cotidiana puede transformarse en oración si la ofrecemos a Dios y la realizamos con esmero.

Siguiendo su ejemplo, podemos preguntarnos: ¿Cómo podemos vivir nuestra vocación profesional como un camino hacia Dios? Tal como los artistas que construyeron catedrales con detalles para la gloria de Dios, nosotros también podemos transformar nuestras actividades diarias en obras llenas de sentido y belleza.

En este tiempo ordinario, recordemos que cada momento tiene un valor eterno si lo vivimos con amor. Como decía San Clemente de Alejandría: “Dios se encuentra en todas partes. Alabemos al Señor en cada oficio y acción cotidiana, y estemos unidos a Él en todo momento”.