El bienestar en la escuela

En una escuela, no solo los docentes educan; el personal de operaciones, además, lo hace a través del arte del bienestar

Intentando una definición abarcativa y general, se podría decir que bienestar es el conjunto de cosas, dispuestas, necesarias para estar bien y convivir en la escuela. Ahora bien, la escuela se expresa como una institución cuyos componentes, en una constante y dinámica interre­lación, cooperan diferenciadamente en el bien-estar de los estudiantes. El aporte de los docentes se orienta y especifica en la relación enseñanza-aprendizaje.

El de los denominados administrativos se traduce en gobierno: uso, oportunidad, suministro, control y logística de los medios y recursos pertinentes para el alcance de los objetivos escolares. Ambos con su desempeño eficiente y calificado ge­neran bienestar y, en el caso de los administrativos, además, educan con la celeridad y oportunidad en el suministro de los «materiales o recursos» convenien­tes para que se ejerza la enseñanza y la formación a cabalidad y en estricta correspondencia con la misión de la escuela y los requerimientos de los estudiantes.

El despliegue de toda la actividad escolar y de las relaciones entre los distintos integrantes de la comunidad educativa se lleva a cabo en el seno de un ámbito físico. La concep­ción arquitectónica y la disposición de los ambientes definen el temperamento que marca, en cierto modo sutilmente, el ritmo y movimiento de una escuela. Sin embargo, en uso, aquello que incide directamente en el bienestar es el cuidado del recinto escolar. Quienes se de­dican con esmero al arte del cuidado es el personal de operaciones o de limpieza, o como se les denomine en cada institución. Ellos educan a través del mantenimien­to, de la limpieza y del ornato, dando el constante mensaje de que la presencia de los alumnos importa y se valora; que el aprendizaje se hace más eficiente porque el estudiante encuentra su aula y su pupitre prontos a usarse de acuerdo a su finalidad; refuerza el orden y la disciplina. Por lo general, cuando se encuentra cotidianamente el lugar al que se regresa sucio y des­cuidado, invita a la rebeldía incrementando más el desorden y el desaliño. Asimismo, el diálogo entre profesores y alumnos o con los padres de familia, se facilita porque los ambientes se cuidan con buen gus­to y tono familiar. La tarea educativa del cuidado em­prendida con eficiencia por el personal especializado es, intentando un símil, como la labor de un árbitro: se nota solo cuando se advierte un desperfecto, razón por la cual se agradece poco. En una escuela, no solo los docentes educan; el personal de operaciones, además, lo hace a través del arte del bienestar.