El Papa a los jóvenes de Medjugorje: “seguir a Cristo para tener valor, compasión y esperanza”

33º Festival Internacional de Jóvenes

Festival jóvenes Medjugorje © Vatican Media

El Papa Francisco envió un mensaje a los participantes en el Festival de la Juventud que comenzó ayer, 1 de agosto, en la ciudad mariana de Medjugorje y que durará hasta el 6 de agosto: seguir a Cristo para tener valor, compasión y esperanza.

Publicamos a continuación el Mensaje del Papa:

***

Mensaje del Papa

Queridos

En ese momento, cuenta el evangelista Mateo, Jesús se dirigió a todos y les dijo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras vidas. Porque mi yugo es dulce y mi carga ligera” (Mt 11,28-30). Como entonces, también hoy Jesús se dirige a todos vosotros, queridos jóvenes, y con la palabra guía del Festival, inspirada en el Evangelio que acabamos de mencionar, os invita: “Aprended de mí y encontraréis la paz”.

El Señor no reserva estas palabras sólo para los apóstoles o algunos de sus amigos, sino que las dirige a todos los que están cansados y oprimidos. Él sabe lo difícil que puede ser la vida y que hay muchas cosas que perturban nuestro corazón: muchas decepciones, muchas heridas del pasado, cargas que llevamos e injusticias que soportamos, muchas incertidumbres y preocupaciones. Frente a todo esto, Jesús nos dice: “Venid a mí y aprended de mí”. Es una invitación a moverse, a no quedarse quieto, congelado y temeroso ante la vida, y a confiar en Él. Parece fácil, pero en tiempos oscuros es natural encerrarse en uno mismo. Jesús, en cambio, quiere sacarnos, por eso nos dice “Ven”.

La salida está en la relación, en levantar la mirada hacia Aquel que nos ama de verdad. Entonces, no basta con salir de nosotros mismos, también hay que saber hacia dónde ir, porque hay tantas metas engañosas que prometen un futuro mejor, pero nos dejan en la soledad de antes. Por eso, Jesús indica dónde ir: “Venid a mí”.


Queridos amigos, con un corazón abierto vayan a Él, tomen su yugo y aprendan de Él. Acude al Maestro para convertirte en sus discípulos y herederos de su promesa de paz. Tomad su yugo que os hará descubrir la voluntad de Dios y os hará partícipes del misterio de su cruz y resurrección. El “yugo” del que habla Cristo es la ley del amor, es el mandamiento que dejó a sus discípulos: amaos los unos a los otros, como yo os he amado (Juan 15,12). Porque el verdadero remedio a las heridas de la humanidad es un modo de vida basado en el amor fraterno, que tiene su raíz en el amor de Dios.

Caminando junto a Él e imitándolo, aprenderás de Él. Es un Maestro que no impone a los demás cargas que él no lleva. Se dirige a los humildes, a los pequeños y a los pobres porque Él mismo se hizo pobre y humilde. Y para aprender, en primer lugar, hay que ser humilde y reconocer la propia ignorancia y el orgullo que nos hace pensar que podemos hacerlo todo por nuestra cuenta y con nuestras propias fuerzas. Hay que tener el oído abierto a las palabras del Maestro. Así se aprende su corazón, su amor, su forma de pensar, ver y hacer. Hace falta valor para estar cerca de él e imitarlo.

Amado, no tengas miedo, acude a Él con todo lo que llevas en tu corazón, Él es el único Señor que ofrece verdadero refrigerio y verdadera paz. Sigue el ejemplo de María, su Madre y la nuestra, que te llevará a Él. Confiad en la Stella Maris, signo de esperanza en el mar agitado, que nos guía al puerto de la paz. Ella, que conoce a su Hijo, te ayudará a imitarlo en tu relación con Dios Padre, en tu compasión por el prójimo y en tu conciencia de lo que estamos llamados a ser, hijos de Dios. En este momento, en pleno verano, el Señor te invita a tomar unas vacaciones con Él, en el lugar más especial que existe: tu propio corazón.

Queridos jóvenes, mientras descansáis en Jesucristo durante estos días, os encomiendo a todos a la Santísima Virgen María, nuestra Madre celestial, para que, con su intercesión y su ejemplo, asumáis el yugo ligero y suave del seguimiento de Cristo. Que la mirada de Dios Padre, que os ama personalmente, os acompañe cada día, para que, en vuestras relaciones con los demás, seáis testigos de la paz que recibiréis como don. Por eso te ruego y te bendigo, y también te pido que reces por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 16 de julio de 2022,

B.V. María del Monte Carmelo

FRANCISCO