El santo cura de Ars, modelo y ejemplo para los sacerdotes

Patrono de los párrocos

San Juan María, Vianney, el Cura de Ars © Vatican Media

El sacerdote Rafael de Mosteyrín ofrece a los lectores de Exaudi este artículo sobre el santo cura de Ars, patrono de los párrocos y cuya fiesta se celebra el 4 de agosto.

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El Cura de Ars (1.786-1.859) fue presentado por san Juan XXIII, a los 100 años de su muerte, como modelo y ejemplo para los sacerdotes. Benedicto XVI en 2.009 nombró un año sacerdotal con motivo de los 150 años de su nacimiento. Son referencias de la grandeza de la vida de este sencillo sacerdote, que estuvo tan enamorado de Dios.

Durante los primeros años de su vida, asistir a la Santa Misa fue para el pequeño Juan María y para su familia un asunto realmente peligroso. Asistían a la Eucaristía de manera clandestina para evitar que los agentes del gobierno los descubrieran.

Juan María tuvo que realizar su primera comunión durante una celebración nocturna. Los asistentes acudían a ella con fardos de hierba, simulando que iban a alimentar el ganado. El ejemplo de aquellos heroicos sacerdotes, que exponían sus vidas para que los fieles participaran en la celebración de la Eucaristía, impresionó vivamente al pequeño Juan.

A los 17 años, Juan María decidió que quería ser sacerdote. Tuvo que superar muchos obstáculos, pero, al fin, fue ordenado el 13 de agosto de 1815. A partir de entonces trabajó inagotablemente en un pueblo llamado Ars. Se privó hasta de lo esencial para atender a todos los fieles de su parroquia, a los huérfanos y a los pobres.

Solía decir que lo que nos causará mayor admiración, durante la eternidad, será ver cómo nosotros, siendo tan miserables, hemos podido recibir a un Dios tan grande.


En una ocasión hablé del cura de Ars en un colegio. Un niño de diez me preguntó asombrado que cómo pudo estar diez horas seguidas sin parar, confesando, durante trece años. Pienso que la única respuesta posible es que fue una demostración de su amor a Dios y del deseo de ser instrumento suyo.

Sus años de seminario fueron difíciles. Tuvo muchas dificultades para aprobar las asignaturas, especialmente el latín. Hasta el punto de que se puso en duda si debía ser ordenado sacerdote o no. El arzobispo de Lyon, en el exilio en Roma, fue consultado para que diera su opinión. Entonces, a pesar de que sus últimos exámenes no fueron buenos, preguntó: ¿Es piadoso? ¿Tiene devoción a la Santísima Virgen?, y como se le respondió que era un modelo de piedad decidió que se ordenase sacerdote.

Su tarea como sacerdote siempre fue acompañada por mucha oración y mucha mortificación. Un compañero sacerdote se quejaba de la falta de eficacia de su ministerio, y le preguntó a san Juan María Vianney qué debía hacer para lograr más fruto. Su respuesta fue: “Habéis orado, habéis llorado, gemido y suspirado. Pero ¿habéis ayunado, habéis velado, habéis dormido en el suelo, os habéis disciplinado? Mientras a ello os neguéis, no creáis haberlo hecho todo”.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice, a propósito de la oración, en el número 2715: “Yo le miro y él me mira”. Se trata de la respuesta de un campesino, al Cura de Ars, que le había preguntado qué le decía a Jesús cuando le rezaba todos los días. Su párroco estaba sorprendido de la constancia de este campesino, que pasaba todos los días un buen rato delante del Sagrario.

Durante los últimos años de su vida llegó a pasar 18 horas diarias en el confesionario, pues acudían a confesarse con él personas de toda Francia. El centro de su vida fue la Eucaristía. “Si conociéramos el valor de la Santa Misa, moriríamos de alegría”, afirmó san Juan M. Vianney.

El 4 de agosto de 1859 murió con fama de santidad. El 31 de mayo de 1925 fue canonizado por el Papa Pío XI, que lo propuso como modelo para el clero parroquial.

La canonización en 1925 del cura Vianney fue excepcional. En primer lugar, por ser un sacerdote párroco, pues hay pocos que hayan sido nombrados santos. Pero también porque apenas había pasado medio siglo desde su marcha al Cielo.