¿Elegir al hijo con más esperanza de vida?
El nuevo dilema bioético de la selección embrionaria

La irrupción de servicios como el de Nucleus Genomics, que ofrece a los futuros padres la posibilidad de elegir el embrión con mayor esperanza de vida, ha encendido todas las alarmas en el ámbito de la bioética. Basado en algoritmos de puntuación poligénica, este procedimiento traslada la lógica del mercado al inicio mismo de la vida humana, al convertir la genética en un criterio de selección. Aunque se presenta como un avance en medicina preventiva, expertos advierten que estamos ante un nuevo dilema bioético, donde la dignidad del embrión, la justicia social y los límites de la biotecnología se ven gravemente amenazados.
La biotecnología vuelve a empujar los límites del debate ético. La empresa estadounidense Nucleus Genomics, dirigida por Kian Sadeghi, ha lanzado un controvertido servicio que permite a los futuros padres seleccionar embriones con mayor esperanza de vida, basándose en análisis genéticos avanzados. La iniciativa, disponible por ahora en países con legislación permisiva en materia de reproducción asistida, promete evaluar el riesgo de enfermedades asociadas al envejecimiento y orientar la elección del embrión “más saludable”. El precio del procedimiento: 6.000 dólares (unos 5.300 euros).
La noticia ha generado un intenso debate entre científicos, profesionales de la salud y expertos en bioética, especialmente en Europa, donde prácticas como esta son ilegales en la mayoría de los países, incluido España.
Una selección basada en algoritmos genéticos
En este procedimiento es imprescindible la utilización de fecundación in vitro (FIV), pero se suma una capa adicional: la evaluación de riesgo poligénico. Nucleus analiza múltiples variantes genéticas asociadas a enfermedades crónicas como el Alzheimer, el cáncer, la diabetes tipo 2 o las cardiopatías, con el objetivo de estimar cuál de los embriones tiene mayor probabilidad de vivir más años con buena salud.
Estos análisis se basan en lo que se conoce como puntuación poligénica (“polygenic risk score”), un modelo estadístico en desarrollo que combina cientos o miles de pequeñas variantes genéticas para calcular la predisposición a ciertas enfermedades complejas. Si bien es una herramienta con potencial para la medicina preventiva, su aplicación en embriones plantea serios interrogantes éticos, científicos y sociales.
Críticas de la comunidad científica
Numerosos expertos han reaccionado con escepticismo. El Dr. Marc Güell, profesor de biología sintética en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona), ha declarado que “no podemos predecir cuántos años vivirá una persona solo a partir de su genética”. La longevidad, afirma, depende de muchos factores no genéticos: el entorno, los hábitos de vida, la calidad de la atención médica e incluso el azar.
Un nuevo estudio basado en datos del UK Biobank, que analizó a más de 490.000 personas, añade que los factores ambientales y de estilo de vida tienen un impacto significativamente mayor en el riesgo de enfermedades y mortalidad que la genética.
Los autores del estudio, publicado en Nature Medicine, han analizado la influencia de más de 100 factores ambientales y genéticos en el envejecimiento y la mortalidad, revelando que la clave de una vida larga y saludable podría estar más en los hábitos que en el ADN.
Aparte, desde el campo de la bioética, se recuerda que el uso del diagnóstico genético preimplantacional (DGP) en España está estrictamente regulado. Solo se autoriza para evitar enfermedades monogénicas graves y de aparición temprana, no para mejorar rasgos ni seleccionar características como la longevidad.
Asimismo, se señala que esta práctica entraña un riesgo de discriminación genética, al introducir la idea de que algunos embriones son “mejores” que otros según criterios de salud futura, sin garantías reales.
¿Una nueva forma de eugenesia?
Aunque Nucleus insiste en que su servicio no asegura ningún resultado concreto, el mensaje implícito es preocupante: “Pague, y su hijo podría vivir más”. Este planteamiento, afirman los críticos, allana el camino a la idea de los “bebés por catálogo” y a una forma de eugenesia blanda, en la que solo quienes puedan permitirse estos servicios accederán a la supuesta optimización genética.
Las consecuencias éticas y sociales son profundas: se refuerza la visión instrumental del embrión humano y se amenaza el principio de equidad en el acceso a la salud. Como ha advertido la Comisión Nacional Francesa de Ética, prácticas como esta podrían “desdibujar la frontera entre medicina y selección social”.
¿Dónde es legal este tipo de selección?
El servicio de Nucleus Genomics no puede ofrecerse en la mayoría de los países europeos. En España, la Ley de Reproducción Humana Asistida prohíbe expresamente la selección genética si no es con fines terapéuticos para subsanar anomalías graves. Lo mismo ocurre en Francia, Alemania, Italia o Noruega.
Sin embargo, existen zonas “grises” legales en países como Estados Unidos, donde la regulación depende de cada estado y donde la selección genética comercial ha empezado a crecer sin un marco normativo federal claro. También se han identificado prácticas laxas en países como México o Ucrania, que se han convertido en destinos para servicios de fertilidad de difícil fiscalización.
El reto bioético: respetar la dignidad del embrión humano
La propuesta de Nucleus Genomics, más allá de su viabilidad técnica, representa un desafío urgente para la bioética contemporánea. ¿Qué lugar ocupa la dignidad del embrión frente a los deseos o temores de los padres? ¿Estamos entrando en una lógica de mercado donde la genética se convierte en un nuevo bien de consumo?
Desde una perspectiva bioética, la selección de embriones con base en probabilidades de longevidad —sin evidencia científica concluyente y con intereses comerciales de por medio— pone en riesgo principios fundamentales como la igualdad, la justicia y la inviolabilidad de la vida humana desde su inicio.
Más que una solución médica, esta práctica parece apuntar a un modelo elitista de reproducción, con serias implicaciones sociales, sanitarias y morales.
Para Nicolás Jouvé, experto genetista y miembro del Observatorio de Bioética, el problema principal de carácter ético en este tipo de prácticas es la pérdida de embriones, porque son vidas humanas. “Cualquier tecnología que trabaje con embriones debe tener en cuenta esta consideración. Es imposible hablar de respeto a la vida si estamos experimentando con embriones sabiendo que muchos de ellos se van a destruir porque el resultado no ha sido el esperado o porque simplemente algunos, por la mala manipulación, pierden su capacidad de seguir adelante. Por eso hay una moratoria establecida que recomienda no utilizar embriones en este tipo de investigaciones”.
Un paso adelante hacia el transhumanismo
Toda selección genética no solo constituye un atentado contra el derecho a la vida de los individuos y su dignidad sean cuales sean sus circunstancias personales, sino que constituye además un atentado contra el equilibrio del ecosistema. Las experiencias de selección de sexo en China cuando se instauró la política del hijo único, han provocado en aquel país una crisis demográfica de consecuencias incalculables que ahora tienen muchas dificultades en revertir. Las políticas de selección genética implementadas en el nacismo de inspiración racial han provocado genocidios injustificables, verdaderos atentados contra la naturaleza humana y su dignidad intrínseca. Seleccionar a los sanos, longevos o mejor asimilados a determinados patrones implica descartar a los débiles, vulnerables, dependientes o diferentes. Muchos genios, pensadores, artistas y sabios han sido personas vulnerables, enfermas y débiles y han legado a la humanidad tesoros incalculables.
Julio Tudela – Cristina Castillo – Observatorio de Bioética – Instituto Ciencias de la Vida – Universidad Católica de Valencia
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