Empresas de palabra

Cuando la última palabra la tiene la Palabra

Somos seres de palabra, de diálogo, de comunicación. Si perdemos el valor de la palabra, ¿en qué nos convertimos?

Lamentablemente nos estamos acostumbrando demasiado rápido al “Donde dije digo, digo Diego”. La falta de respeto a la palabra dada la observamos en muchos campos de nuestra vida: últimamente con demasiada frecuencia en el campo de la política y del gobierno de los pueblos. Ya el Eclesiástico nos alerta: “Grave defecto para una persona es la mentira, y está siempre en boca de ignorantes” (Eclo 20,24).

Los cristianos celebramos en este tiempo de Navidad que la Palabra se ha hecho carne, que la Palabra es creadora, que en la Palabra hay vida:

“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn 1, 1-4)

Por eso la palabra, cuando es sincera y nace del amor, nos reconforta, tiene capacidad de conexión, es reparadora, sanadora, comunica esperanza, transmite confianza. La palabra en el ser humano es el resultado de ser imagen y semejanza de Dios.


Y en un mundo donde la palabra pierde su valor, los empresarios y directivos cristianos tienen la oportunidad de ser un instrumento de cambio. Liderando equipos de personas, lanzando campañas, diseñando estrategias, … A través de dos opciones fundamentales tenemos la posibilidad de devolver a la palabra su lugar central y su profunda dimensión:

  • La fidelidad a la palabra dada. La clave para alcanzar esta fidelidad está en la íntima conexión entre lo que decimos y lo que hacemos. Por eso la fidelidad a la palabra no es más que una concreción en nuestra vida de la fidelidad a la Palabra, a Dios.
  • El rechazo a todo tipo de corrupción. El papa Francisco, en un discurso a los empresarios católicos de la UNIAPAC, habla de la corrupción como una mentira y exhortaba a los empresarios a asumir el riesgo de la honestidad: “Hay un segundo riesgo que debe ser asumido por los empresarios. El riesgo de la honestidad. La corrupción es la peor plaga social. Es la mentira de buscar el provecho personal o del propio grupo bajo las apariencias de un servicio a la sociedad[…] La corrupción es hacerse seguidor del diablo, padre de la mentira”.

Los empresarios y directivos cristianos estamos llamados a devolver a la palabra todo su potencial comunicativo y creativo. El contexto actual ha convertido esta tarea en profética. Por eso la Navidad adquiere en nosotros un significado especialmente profundo. Hacer de la Navidad un tiempo de esperanza, y por tanto de confianza, es el gran reto que se nos propone de cara a un nuevo año que comienza. Porque estamos convencidos de que después de la palabra sólo nos queda la Palaba, porque sabemos que la última palabra la tiene la Palabra.

Dionisio Blasco España es Delegado Territorial en la Diócesis de Málaga y miembro del Comité Ejecutivo de Acción Social Empresarial

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