Evangelio, 10 de octubre: “Vende lo que tienes y sígueme”

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio 10 octubre
Jesús ofreciendo su mano © Cathopic

El padre Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de hoy, 10 de octubre de 2021, XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, titulado “Vende lo que tienes y sígueme”.

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La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos habla de la radicalidad del seguimiento de Cristo: para seguir a Cristo hay que estar dispuestos a dejarlo todo. ¡Sí, todo! 

El Evangelio nos presenta el conocido encuentro entre Jesús y el joven rico, en el que pregunta a Jesús: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

Esta es la gran pregunta que te has de hacer cada día. La meta de tu vida no es llegar a viejo, ni ganar dinero o tener éxito en la vida según los criterios del mundo. No. De nada le sirve a uno ganar el mundo entero si arruina su vida (cf. Mt 16, 26). La meta de tu vida es llegar al cielo.

Dios te ama tanto que te ha creado para vivir con él para siempre: no estás llamado a ser un vagabundo, sino un peregrino que camina hacia la patria definitiva: el cielo.

Jesús le recuerda al joven los diez mandamientos -diez palabras de vida-, como condición necesaria para entrar en la vida eterna. 

Pero no es suficiente cumplir los mandamientos como una ley, como un moralismo, que afecta al hombre desde fuera, pero sin tocar su corazón: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme.


Esta es la puerta estrecha que conduce a la vida: dejarlo todo: tus proyectos, tus planes, tus deseos, tus bienes… ponerlo todo en las manos del Señor, y seguirle Él, dejando que el Espíritu Santo lleve tu vida.

Cristo te invita a que renuncies a todo aquello que te impide o te dificulta seguirle a Él. A unos les estorbará el dinero, a otros los afectos desordenados, a otros su orgullo, a otros su vanidad, a otros su fama, a tí…

Poder hacer cada día la voluntad de Dios es lo que te hará vivir con alegría. Por eso, el joven rico, se marcha triste, porque no acaba de estar dispuesto a entrar en la voluntad de Dios; no está dispuesto a negarse a sí mismo. 

Comprender esto es fruto de la sabiduría de la que habla la primera lectura. Esta sabiduría es un don que viene de lo alto, de Dios.  Es uno de los dones del Espíritu Santo.

Pregúntale hoy a Jesús: ¿Qué me falta para ser un buen discípulo tuyo?  ¡No tengas miedo de Cristo! 

La Palabra de Dios hoy es una invitación profunda a la oración, al diálogo serio, profundo y personal con Jesucristo.

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).