‘Fe y luz’, “profecía” recuerdo de la riqueza de la diversidad

Discurso de Francisco

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Encuentro Papa Movimiento "Foi et Lumière" © Vatican Media

“La presencia de Foi et Lumière (Fe y Luz, ndr) ha sido y es una profecía, porque a menudo las personas más frágiles son descartadas, consideradas inútiles. Y vuestra profecía es aún más importante hoy, para combatir la cultura del descarte y recordar a todos que la diversidad es una riqueza y nunca debe convertirse en motivo de exclusión y discriminación”, expuso el Papa Francisco.

El pasado sábado, 2 de octubre de 2021, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Papa Francisco recibió en audiencia a los miembros del Movimiento Foi et Lumière international. Tal y como indica su página web, Fe y Luz, nacida en los años setenta, se trata de un movimiento de “comunidades de encuentro formadas por personas con discapacidades mentales, sus familias y amigos, en especial jóvenes, que se reúnen con regularidad y desde una perspectiva cristiana, para compartir su amistad, rezar juntos, festejar y celebrar la vida”.

A continuación, sigue las palabras del Pontífice, ofrecidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Discurso del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Les doy la bienvenida y agradezco al Sr. Raúl Izquierdo García sus palabras de presentación. Celebráis vuestro Jubileo: es una hermosa ocasión de gracia, para reconocer los dones que el Señor os ha concedido durante estos años de camino y para expresarle vuestra gratitud. Y, al mismo tiempo, este Jubileo se convierte también en una oportunidad para mirar al futuro, a la tarea que el Espíritu Santo os sigue confiando y a los frutos que la Iglesia sigue esperando de Foi et Lumière, por la vocación y la misión que ha recibido del Señor.

Han pasado cincuenta años desde aquella peregrinación a Lourdes en la Pascua de 1971, a la que fueron invitadas personas con discapacidades mentales, sus familias y muchos amigos. Desde ese momento, bajo la mirada amorosa de María, comenzó la experiencia de Foi et Lumière: el Espíritu Santo sugirió el nacimiento de algo que nadie había previsto, a saber, vuestras comunidades, en las que celebráis la alegría, la reconciliación y la comunión mutua. Así, la luz y la fuerza del Señor resucitado han dado esperanza a tantas personas que se sentían excluidas y rechazadas, a veces incluso en la Iglesia.


Desde aquel momento, el Espíritu Santo acompañó el camino de vuestro Movimiento y nacieron muchas comunidades de “Fe y Luz” en muchos países de los cinco continentes, llevando un mensaje de amor y acogida. Este mensaje es el corazón del Evangelio. Nos recuerda que toda persona, también y sobre todo la más pequeña y frágil, es amada por Dios y tiene un lugar en la Iglesia y en el mundo. Es el “evangelio de la pequeñez”, como nos recuerda san Pablo cuando escribe a los Corintios: “¡Mirad, hermanos, ¡quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios” (1 Cor 1,26-29).

La presencia de Foi et Lumière ha sido y es una profecía, porque a menudo las personas más frágiles son descartadas, consideradas inútiles. Y vuestra profecía es aún más importante hoy, para combatir la cultura del descarte y recordar a todos que la diversidad es una riqueza y nunca debe convertirse en motivo de exclusión y discriminación.

Estos cincuenta años de vida de Foi et Lumière pueden verse como una gran peregrinación, como una continuación ideal de la primera peregrinación. Y es también un viaje ecuménico, porque en vuestras comunidades se encuentran personas de diferentes confesiones cristianas: católicos, protestantes, anglicanos, ortodoxos… Un signo de comunión, un germen concreto de unidad. Son precisamente las personas más frágiles las que se convierten en fuente de reconciliación, porque nos llaman a todos a un camino de conversión.

El tramo del camino que habéis recorrido es largo y lleno de frutos, pero todavía hoy en la Iglesia y en el mundo hay tantos que en su pequeñez y fragilidad son olvidados y excluidos. Por eso os animo a continuar, con la fuerza del Espíritu Santo, vuestra presencia acogedora; que vuestras comunidades sean siempre lugares de encuentro, de promoción humana y de fiesta para todos los que todavía se sienten marginados y abandonados. Sed un signo de esperanza para las familias que viven el nacimiento de un hijo con discapacidad, para que nadie se encierre en sí mismo, en la tristeza y la desesperación.

Dentro de las comunidades cristianas, os invito a tener el estilo evangélico de la levadura: no os aisléis ni os cerréis, participad en cambio en la vida de la Iglesia en las parroquias y en los barrios, aportad vuestra experiencia y dad testimonio de la opción de Dios por los últimos, los pequeños, los excluidos. Que el espíritu de comunión y de amistad, que forma parte de vuestro carisma, os haga siempre instrumentos de reconciliación y de paz, especialmente allí donde hay conflictos y divisiones.

El emblema que representa vuestra experiencia, vuestro “logo”, es un barco en un mar agitado, mientras el sol surge de las nubes después de la tormenta. Durante esta pandemia, he recordado a menudo, pensando en el episodio evangélico de los discípulos en la tormenta, que todos estamos en la misma barca; y por eso os confirmo en vuestro compromiso: ser, en las tormentas que viven las personas y las familias, una pequeña barca en la que todos puedan encontrar sitio, con la certeza de que en esa misma barca está el Señor Jesús. Que el sol de la fe y la esperanza, que surge de las nubes de nuestros miedos e inseguridades, os acompañe siempre en el camino que aún os espera. Que el Señor os bendiga y que la Virgen os proteja. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.

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