Fiesta de los Santos Inocentes

“De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza”

Fiesta Santos Inocentes
Fiesta de los Santos Inocentes © Vatican Media

El sacerdote Fernando Luján ofrece este artículo sobre la fiesta de los Santos Inocentes, celebrada hoy, 28 de diciembre.

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“De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza” (Salmo 8).

Como cada 28 de diciembre, la liturgia de la Iglesia celebra la memoria de los Niños Inocentes que  el rey Herodes mandó matar en la ciudad de Belén.El relato de tal hecho, nos llega de la mano del Evangelio de San Mateo[1]. En este episodio, se narra como Herodes llamó a los Sumos Sacerdotes para preguntarles donde tenia que nacer el rey de Israel, al que habían anunciado los profetas. Ellos le contestaron citando al profeta Miqueas: «Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas diciendo: “Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel” (Miq. 5, 1).

Todo el Antiguo Testamento, debemos entenderlo desde la perspectiva del Mesías, todo el mira a Cristo y sin el no se comprende en su conjunto. Por ello, encontramos innumerables referencias a Jesús siglos antes de su nacimiento y esta es la clave que la Iglesia utiliza para interpretarlo, para llenarlo de su verdadero sentido.

Esta realidad en ocasiones y especialmente en la época de Jesus no se entendía del todo, dado que se pensaba que el Mesías seria un rey al modo del rey político, esto es al modo de los reyes y gobernantes temporales. Herodes como hijo de su tiempo, pensó que este rey al que Miqueas se refiere, le usurparía el poder real y como no podía asegurar concretamente quien seria entre tantos niños, tomo la decisión maquiavélica de sacrificar todos los niños menores de dos años.

El mismo evangelista San Mateo afirmará que en ese día se cumplió lo que había avisado el profeta Jeremías: “Un griterío se oye en Ramá (cerca de Belén), es Raquel (la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no existen” (Jer. 31, 15).


En el marco de la Octava de Navidad, que ahora estamos celebrando, la matanza de los Santos Inocentes es otro de los frutos del Nacimiento del Salvador. Cristo recién nacido otorgó a los mártires Inocentes la corona de la gloria.

La esperanza de Israel se vio amenazada por la cólera y el odio de Herodes: esto provocó que en sueños el Ángel advirtiera del peligro a la Sagrada Familia. Huyendo hacia Egipto, de donde el pueblo elegido había sido antaño liberado, José y María junto al Niño encontraron refugio.

Aún cuando no podían hablar ni defenderse de la crueldad humana, con sus vidas glorifican al Mesías recién nacido. En este sentido por ejemplo, se podría entender los que refiere el salmo 8:  “Señor dueño nuestro, ¡qué admirable es tu Nombre en toda la tierra! Ensalzaste tu majestad sobre los Cielos. De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde”.

Los Santos Inocentes, son testigos de Jesús y representan a lo largo de la historia a tantos otros inocentes que la crueldad humana decidió arrebatarles la vida. Hoy día no estamos ni mucho menos lejos de aquella crueldad, o ¿que es hoy el crimen del aborto? Igual que la esperanza de Israel se vio amenazada por la crueldad de Herodes, en nuestros días, la esperanza de tantos concebidos se ve mermada por un progreso mal entendido. Herodes vio un problema en la profecía del nacimiento del Mesías; hoy también, se ve como problema la vida del no nacido, del inocente. Recordemos la afirmación del Papa Francisco en una entrevista, refiriéndose a la lacra del aborto: “¿es necesario quitar una vida para evitar un problema?”.

No cabe duda que aquellos dieron su vida por Cristo, como la siguen dando hoy día y por ello recibieron y estos reciben la corona de gloria que no se marchita. En este sentido, podemos referirnos a los que encontramos en el oficio de lectura de la Liturgia de las Horas para este día:  “Aquellos niños, sin saberlo, mueren por Cristo, y sus padres lloran la muerte de aquellos mártires; Cristo, cuando eran todavía incapaces de hablar, los convierte en idóneos testigos suyos. Así es el reinado de aquel que ha venido para ser rey. Así libera aquel que ha venido a ser libertador, así salva aquel que ha venido a ser salvador”[2].

[1] Conf. Mt 2,13-18

[2] Sermón 2, de San Quodvuldeo, obispo – Oficio de lectura de la Fiesta