El Papa en Irak: La parresía de salir a las fronteras

Encarnación del Buen Samaritano

Papa Irak fronteras
Encuentro interreligioso en la Llanura del Ur, Irak © Vatican Media

La doctora María Elisabeth de los Ríos Uriarte, profesora e investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac de México, ofrece a los lectores de Exaudi su artículo “La parresía de salir a las fronteras”, sobre el reciente viaje del Papa Francisco a Irak, que ha tenido lugar del 5 al 8 de marzo de 2021.

***

El Papa Francisco comienza la segunda parte de su más reciente encíclica Fratelli Tutti haciendo una hermenéutica de la parábola del buen samaritano que se detiene a atender y curar las heridas del hermano asaltado, herido y dejado a un costado del camino y no sólo lo atiende y se hace prójimo a él si no que lo procura y cuida hasta que se recupere.

Así, el Papa Francisco en estos tres días de visita a un país en conflicto y de alto riesgo tanto para él como para los fieles que viven atemorizados y amenazados desde hace años, representó la encarnación de este Buen Samaritano que se acerca con delicadeza a las heridas espirituales más que corporales de una comunidad cristiana y de los hermanos, hijos del mismo Padre, musulmanes, para escuchar, consolar y brindar un mensaje de eso que, meses atrás, dejó plasmado como fraternidad universal.

La fraternidad hunde sus raíces en la creencia de sabernos hermanos unos de otros y, por ende, más que ser una obligación que se impone, es un lazo que brota desde la convicción de que somos profundamente amados.


Francisco es un Papa de gestos, hay detrás de su pontificado, todo un magisterio de los gestos y de las acciones. A menudo más que hablar prefiere acercarse, más que levantar discursos, se deja conmover por el sufrimiento del hermano y eso es lo que ha hecho en estos días: hacerse uno con el pueblo iraquí.

La oración y el diálogo interreligioso llevado a cabo en la Ciudad de Ur que recuerda ese lugar en donde Abraham se volvió padre de una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo y Francisco rescata con ello, no sólo la idea de fraternidad si no la vivencia de la misma.

En la encíclica mencionada, en el número 285, Francisco exhorta a que ninguna religión sea fuente de violencia ni convoque al derramamiento de sangre porque, sin importar el nombre que lleve, el Amor del Padre es siempre Universal.

Una vez más Francisco se ha dejado interpelar por la Voz del Espíritu y ha puesto en práctica uno de los grandes ejes de su pontificado: salir a las fronteras, ir a los márgenes, ahí donde nadie se atreve a ir, ahí donde el miedo paraliza para llevar la compasión y el abrazo que liberan.

Este viaje a Irak quedará grabado en el pueblo sufriente y en la memoria de muchos que en esas tierras han dado su vida como ofrenda para construir los cimientos de la paz, pero, sobre todo, el mundo entero recordará que Dios nunca se olvida de una Iglesia viva, valiente y que da testimonio, con su sangre, de la sabiduría de la Cruz.