Irak: ¿Por qué el Papa visitó al gran ayatolá Alí Al-Sistani?

Sentido del encuentro interreligioso

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Cartel sobre el encuentro entre el Papa Francisco y ayatolá Al-Sistani © Vatican Media

Exaudi ofrece a sus lectores este artículo sobre el significado de la reciente visita del Papa Francisco al gran ayatolá Alí Al-Sistani durante su viaje apostólico a Irak, realizado por D. Antonio Navarro, sacerdote, consultor en la Subcomisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso de la Conferencia Episcopal Española y delegado diocesano de Ecumenismo y para el Diálogo Interreligioso de la diócesis de Córdoba, España.

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La reciente visita del Papa Francisco a Irak ha sido uno de los viajes apostólicos más destacados de su pontificado. Allí hemos observado imágenes impactantes, como la oración en la iglesia de Mosul devastada por el llamado Estado Islámico, donde se comprueba lo sufrido por los cristianos de este territorio. Pero esta escena simboliza también la destrucción de un país donde tampoco la mayoría musulmana tiene consuelo ni futuro. Consciente de eso, el Papa ha ido a Irak en nombre de Jesucristo, “el Príncipe de la paz”, a hacer una llamada a todos los hombres de buena voluntad para que cesen las hostilidades y las interpretaciones violentas hechas en nombre de Dios. Por eso, una de las actividades fue visitar a uno de los líderes del islam chiita, el ayatolá Alí al-Sistani. En este artículo, ofrecemos al lector la respuesta a tres preguntas: ¿qué es el chiismo y un ayatolá? ¿Por qué visitar a Al-Sistani? Y, por último, ¿qué mensaje quiere dar el Papa al encontrarse con líderes musulmanes?

¿Qué es el chiismo y un “ayatolá”?

El chiismo es una rama minoritaria dentro del islam, ya que representa cerca del 10% de los musulmanes respecto a la inmensa mayoría que se sitúa dentro del llamado “islam sunita”. La división de este grupo se dio en los inicios por una polémica en torno a quién era el legítimo sucesor de Mahoma. Para los chiitas, Alí, yerno de Mahoma por estar casado con su hija Fátima, era el sucesor designado por el fundador del islam para guiar a la comunidad. Los sunitas, por su lado, consideran a Alí el cuarto califa sucesor de Mahoma, y lo tienen en alta consideración igual que a los otros primeros califas que fueron compañeros directos de Mahoma y que recibieron su mensaje creyendo en él como profeta. Los chiitas consideran a los otros califas unos farsantes que usurparon los derechos de Alí. A la vez, desarrollaron una doctrina de sucesión religiosa y sobrenatural que no existe en el sunismo. En efecto, tanto Fátima y Alí como sus descendientes carnales (a los que el chiismo llama “imanes”) poseían un poder sobrenatural para desvelar el mensaje de Dios, interpretar el Corán y guiar espiritualmente a la comunidad (ya que estos imanes no tuvieron poder político). La doctrina de los imanes sucesores es considerada “tradición sagrada”, y debe ser creída y obedecida junto con el Corán. El chiismo se dividió también en ramas, y la mayoritaria es el chiismo “duodecimano”, debido a que piensan que hubo doce imanes legítimos pero que el último “se ocultó” a finales del siglo IX d. C. Por lo tanto, la sucesión se interrumpió, y los juristas chiitas (estudiosos de teología y ley islámica) continúan enseñando y dirigiendo la comunidad, interpretando el Corán y las tradiciones de los imanes. Entre los juristas, una de las denominaciones máximas que se puede ostentar es la de “ayatolá” (ayat-Allāh, “prueba de Dios”) y se reserva a aquellos que poseen gran autoridad tanto por sus estudios como por el seguimiento que sus dictámenes tienen dentro de la comunidad.


¿Por qué visitar a Al-Sistani?

En Occidente, el término “ayatolá” trae a la mente a Khomeini, el ideólogo y promotor de la revolución iraní que llevó a la implantación de un régimen islamista en Irán que aún perdura, donde los juristas religiosos dirigen la nación. Para Khomeini y sus seguidores, el islam es un perfecto sistema político de gobierno y la implantación de la sharía es necesaria, con leyes polémicas como la de vestimentas obligatorias para la mujer o la condena de muerte al musulmán que desee convertirse a otra religión. La libertad religiosa o de expresión quedan anuladas, y los no musulmanes se convierten en ciudadanos de segunda categoría tolerados, pero no protagonistas por igual de los asuntos de la nación.

Al-Sistani representa una visión más moderada y diversa a estos postulados del islam político de Khomeini. Instalado en Irak y en clausura voluntaria en su casa de Náyaf (lugar sagrado musulmán donde está enterrado Alí, el primer imán), lleva décadas promulgando edictos religiosos que mueven a los musulmanes chiitas a luchar contra los violentos y extremistas, contra el Estado islámico, a no responder con venganza por daños recibidos, y a participar en las elecciones democráticas para asegurar un futuro para la nación entre todos los iraquíes, sea cual sea su profesión religiosa. Se trata de una figura muy inspiradora e influyente tanto en Irak como para muchos musulmanes del mundo entero, y su trabajo en favor de la concordia en los conflictos armados que ha vivido su país lo ha mostrado como un hombre que busca con sinceridad la paz.

¿Qué mensaje quiere dar el Papa al encontrarse con líderes musulmanes?

Otros hitos recientes en la relación con el islam, en este caso sunita, ha sido la visita del Papa a Egipto, a Marruecos y la firma del Documento sobre la fraternidad humana en Abu Dhabi. El encuentro con al-Sistani es significativo en cuanto que tiende la mano a otra rama del islam, con la clara voluntad de dialogar con todos para crear relaciones cordiales entre los católicos y los fieles de otros credos. El diálogo interreligioso es hoy más necesario que nunca, pues nuestro mundo y cada país deben contar con la colaboración entre los creyentes de las distintas religiones para buscar juntos el bien común, la paz y la justicia. La fe en Dios debe ser un motor para vivir los valores de la compasión, la generosidad y la misericordia, dejando atrás los conflictos del pasado y las actitudes de orgullo y prejuicio. Este diálogo, para el católico, no consiste en renunciar a la misión de anunciar el Evangelio de Jesucristo Salvador, ni puede caerse en el sincretismo o el relativismo religioso. El cristiano no renuncia a su identidad, al contrario, la testimonia cuando ama y dialoga con los demás, reconociendo lo que nos separa con respeto, a la vez que trabaja en tantas cosas que nos unen y en objetivos de solidaridad provechosos para el género humano. El Papa Francisco, en estos encuentros con las autoridades islámicas, quiere ser testimonio visible para que cristianos y musulmanes, olvidando rencores pasados, puedan vivir en amistad fructífera. En efecto, de nada servirían estos encuentros “oficiales” si los creyentes de cada religión no reflexionan y reconocen los derechos e igualdad que los otros poseen de forma inalienable, y se disponen a colaborar con actitud abierta y gozosa por el bien de la humanidad, dando así testimonio de su fe no tanto por las palabras sino, sobre todo, por las acciones.