La fraternidad de Francisco

La encíclica Fratelli tutti, ofrecida junto a la tumba de san Francisco, concluye pidiendo que podamos ver la hermosura de Dios “reflejada en todos los pueblos de la tierra, para descubrir que todos son importantes, que todos son necesarios, que son rostros diferentes de la misma humanidad”. El Papa declara que para escribirla se sintió motivado especialmente por san Francisco de Asís, pero también por otros hermanos no católicos: Martin Luther King, Desmond Tutu, el Mahatma Mohandas Gandhi y “muchos más”. Por otra parte, señala haber sido especialmente estimulado por el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb; de hecho, la encíclica recoge y desarrolla temas planteados en el documento que ambos firmaron, Sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, en Abu Dhavi, el 4 de febrero de 2019.

La encíclica recoge conceptos e ideas manifestadas por el Papa en los más diversos auditorios, entre 2013 y 2020, y se apoya en sus predecesores, especialmente Juan Pablo II y Benedicto XVI, en la Patrística, en Santo Tomás, así como en filósofos y teólogos del siglo XX (Gabriel Marcel, Paul Ricoeur, George Simmel, Karl Rahner), en Carlos de Foucauld (a quien Francisco canonizó) y su discípulo René Voillaume, y otras numerosas fuentes, que incluyen desde el Talmud hasta al músico y poeta brasileño Vinicius de Moraes.

La encíclica nace de la constatación de un mundo donde “los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan”, donde se proyectan “las sombras de un mundo cerrado”, donde “da la impresión de que se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana”. La situación global ha llegado a un punto en el que “un proyecto con grandes objetivos para el desarrollo de toda la humanidad hoy suena a delirio”.

En este contexto, la Declaración de Abu Dhavi constituyó un acto de extraordinaria relevancia: por primera vez, un Papa y un Gran Imán de Al-Azhar, la más antigua universidad islámica, y referencia central de la fe musulmana, rubrican un documento conjunto. Ambos quisieron que el documento fuera “un símbolo del abrazo entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur, y entre todos los que creen que Dios nos ha creado para conocernos, para cooperar entre nosotros y para vivir como hermanos que se aman”.

Con clarividencia, el Papa y el Gran Imán advierten sobre “los signos de una ‘tercera guerra mundial a trozos’, que, en diversas partes del mundo y en distintas condiciones trágicas, han comenzado a mostrar su rostro cruel… en una situación mundial dominada por la incertidumbre, la desilusión y el miedo al futuro”.

La declaración hace un examen del mundo actual en su situación económica, social, política y cultural, pero es por sobre todo una invitación a la reconciliación y la fraternidad entre todos los creyentes, no creyentes y personas de buena voluntad. Esta invitación, hecha en nombre de la Iglesia Católica y Al-Azhar, citados dos veces en distinto orden, en señal de fraterno reconocimiento, no es una invitación entre otras. Tiene el singular valor de unir en ella a dos de las grandes religiones monoteístas, y convoca por supuesto en destacado lugar al diálogo entre todas las religiones con el mismo fin.

¿Qué fraternidad?

En la encíclica Fratelli tutti el Papa no se ocupa de la fraternidad como sentimiento, actitud o experiencia personal; no porque eso no sea importante, sino porque su objetivo principal en este caso es la fraternidad universal, la fraternidad entre pueblos, religiones y civilizaciones. En esa perspectiva, que lo ocupó desde el principio de su pontificado, pero comenzó desde que era Arzobispo de Buenos Aires, deben entenderse sus esfuerzos pastorales en pos del diálogo interreligioso, y los extraordinarios pasos que ha dado en este sentido desde el inicio de su pontificado.

¡Lo logramos!

Se dice que el Papa pronunció estas palabras, al abrazarse con el rabino Abraham Skorka y con Omar Abboud, miembro del Centro Islámico de la Argentina y Presidente del Instituto de Diálogo Interreligioso, al pie del Muro de los Lamentos, el 25 de mayo de 2014. Se habían propuesto rezar juntos en ese lugar sagrado mucho tiempo atrás. Evocando el hecho unos años después, Skorka recordaría unas palabras que pronunció entonces: “Este abrazo estaba esperando dos mil años, por eso estoy tan emocionado”.

Pero otro acto, mucho más impactante, estaba en consideración desde hacía varios meses: un encuentro entre el Presidente de Israel, Shimon Peres, y al Presidente de Palestina, Mahmud Abbas, para rezar juntos por la paz, en el que colaboraron el propio Skorka y el periodista judío portugués Henrique Cymerman.  El encuentro se celebró el 8 de junio, al que Francisco invitó también al Patriarca de Constantinopla Bartolomé I; rezaron juntos, en una ceremonia interreligiosa, y luego el Papa tuvo una reunión a solas con Peres y Abbas.


San Francisco y el Sultán

Todos estos gestos de Francisco anteceden su principal documento sobre la fraternidad universal. Pero muy fiel a su forma de pensar, el Papa ha colocado un ejemplo para introducir Fratelli tutti: la evocación del encuentro entre san Francisco de Asís y el sultán de Egipto y Siria, Malik-al-Kamil, en el año 1219. El sultán Al-Kamil era por entonces el principal líder del mundo musulmán, cabeza del Imperio Ayubí, que había fundado su tío, el célebre Saladino. San Francisco había procurado ir a predicar en tierras musulmanas desde varios años antes, apenas poco después del inicio de su apostolado. En 1212 se dirigió al este con el propósito de embarcar para Siria, pero luego de muchas dificultades debió abandonar el proyecto. Al año siguiente viajó a España, con intenciones de embarcarse con destino a Marruecos, siempre con el mismo objetivo; en este caso tampoco pudo concretarlo por un serio quebranto de su salud. Estos datos son importantes porque muestran la importancia del propósito de san Francisco de ir “entre los musulmanes”, como está dicho en la propia Regla de la Orden, al definir el espíritu con el que los frailes deben encarar ese viaje en caso de llevarlo a cabo. Lo logra finalmente siete años después, pero es importante destacar el contexto de ese viaje, porque está en desarrollo la guerra que la Quinta Cruzada sostenía en ese momento con las fuerzas del Sultán. De hecho, la entrevista se hace en el campamento musulmán, en las afueras de la ciudad de Damietta, en torno a la cual se libraba la principal batalla de esa guerra.

Es sabido que este largo esfuerzo de san Francisco por ir al encuentro de los musulmanes inspiró luego unas orientaciones de pastoral para la labor de los frailes entre fieles musulmanes que quedaron en la propia regla. El papa Francisco recuerda una de esas recomendaciones en la encíclica: “Sin desconocer las dificultades y peligros, san Francisco fue al encuentro del Sultán con la misma actitud que pedía a sus discípulos: que sin negar su identidad, cuando fueran “entre musulmanes […] no promuevan disputas ni controversias, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios”.

El primer título de Fratelli tutti, que encabeza el ejemplo del encuentro de san Francisco y Malik-al-Kamil, se llama “Sin fronteras”, que sería otro modo de definir el espacio en el que hoy debemos pensar la fraternidad, con actitud de escucha y respeto por encima de toda barrera. Evocar a san Francisco en su proyecto de encuentro, de diálogo, entre dos grandes y poderosos enemigos, como lo eran la Europa cristiana y el Cercano Oriente musulmán, es sin duda un gesto cargado de simbolismo para el momento que vivimos.

Concluye el Papa su evocación describiendo la actitud de san Francisco como modelo de conducta hacia el “otro” distinto o enemigo, y que por supuesto podemos tomar también como modelo del liderazgo político para el mundo de hoy: “En aquel mundo plagado de torreones de vigilancia y de murallas protectoras, las ciudades vivían guerras sangrientas entre familias poderosas, al mismo tiempo que crecían las zonas miserables de las periferias excluidas. Allí Francisco acogió la verdadera paz en su interior, se liberó de todo deseo de dominio sobre los demás, se hizo uno de los últimos y buscó vivir en armonía con todos. Él ha motivado estas páginas”.

Camino, conducta y método

Todos los pueblos de la Tierra son importantes. Todos los pueblos de la Tierra son necesarios. Son los rostros diferentes de una misma humanidad. Con estas palabras claras, sencillas y profundas a la vez, el Papa sienta bases de cómo pensar nuestro mundo de 8.000 millones de hermanos. No se trata de una invocación romántica. Se trata de responder a necesidades. Citando la Declaración de Abu Dhavi, Francisco alude a las fuertes crisis políticas, a la injusticia y la falta de una distribución equitativa de los recursos naturales, y clama contra un silencio internacional inaceptable frente a la muerte de millones de niños, reducidos a esqueletos humanos a causa de la pobreza y del hambre.

En el último título de la encíclica, “Llamamiento”, el Papa vuelve a evocar su encuentro con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, y reitera unas palabras de la conclusión del documento que firmaron juntos: “asumimos la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio”. Diálogo, colaboración y conocimiento mutuo. Es un punto de partida concreto y práctico. Aunque sea también cotidianamente contradicho, persistir en él no es una cuestión solamente de sentido común sino de supervivencia global.

J. Ramiro Podetti

Profesor de la Academia de Líderes Católicos de Uruguay