Laicos Católicos y los Desafíos de la Sociedad

Importancia de participar, formación para la acción y nada es imposible para quién obra en unión con Dios

© Academia de Líderes Católicos
© Academia de Líderes Católicos

El mundo y en él América, asisten a un cambio de época. Un momento de la historia en el que se produce el quiebre de las dinámicas sociales, tal como venían operando desde fines del siglo XX. Las causas son múltiples (sociales, políticas, económicas, ambientales, ecológicas, etc.). Entre ellas el  desarrollo de la técnica como causa eficiente, que acortó las distancias entre los pueblos y personas y modificó las relaciones sociales. Aunque su fin es resolver los problemas que afectan el desarrollo del hombre y la sociedad, demostró mal orientada, que tiene la capacidad de agravarlos.

El cambio de época plantea nuevos desafíos, cuestiona muchas de las seguridades con las que las personas desarrollaban sus vidas y produce una sensación de incertidumbre fundamentalmente a nivel social. Las soluciones clásicas para los distintos conflictos de la vida social, parecen haber perdido su efectividad. Esto se hace evidente en  el recrudecimiento de antiguas cuestiones como la pobreza y el desempleo, las adicciones, la violencia, la guerra y el debilitamiento de la democracia (manifestado por el resurgimiento de gobiernos populistas en algunos países y la percepción por parte de la ciudadanía de que la política tradicional no alcanza a acertar con las soluciones de los problemas importantes).

Sin dudas corresponde a la actual generación, la misión de afrontar este tiempo de cambios encarando vías de acción oportunas para volver más humanas las relaciones sociales.

Importancia de participar

El momento histórico actual representa un llamado al testimonio comprometido de los laicos, cada uno desde el lugar en el que te toca actuar.

Un mundo más justo, fraterno y solidario, no será el resultado de la sóla voluntad de un líder carismático o de una élite iluminada, sino una transformación obrada en comunidad, por personas que toman la decisión de torcer el rumbo (de esa inercia que conduce al individualismo) hacia un cambio de actitud por la que muchos deciden ponerse al servicio del otro, en primer lugar del necesitado próximo.

Para eso se requiere la decisión personal de asumir todas las áreas y gradientes de la vida según el mensaje del Evangelio, de modo tal que los seguidores de Cristo salgan a luz, se identifiquen  como tales, para poder cooperar con las otras personas que decidieron seguir en la misma dirección. En este sentido, la figura de la levadura en la masa conserva hoy intacto su significado, como aglutinante e impulsor indispensable en la promoción positiva de todas las estructuras de la vida social.

Sin embargo, el cambio que se reclama, no es fruto exclusivo de la actitud de servicio y la conciencia comunitaria, requiere además el cultivo de capacidades y convicciones específicas.

Formación para la acción

El cristiano se inserta en la vida social poniendo sus talentos a favor de la construcción del Reino de Dios en la Tierra. Esto indica la necesidad de una sólida formación humana orientada a conocer la verdad sobre el hombre y la sociedad.  Desde esta perspectiva podrá comprender el mundo actual, sus problemas y necesidades con una mirada lúcida sobre las situaciones que atentan contra la libertad y el desarrollo de los pueblos, indagar sobre sus causas y efectos y buscar vías de solución respetuosas de la dignidad de la persona humana.


Los avances de la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas, sin dudas son favorables para el hombre, sin embargo conviene notar que estos, muchas veces caminan por las fronteras de lo humano o amagan con desentenderse del cuidado de la tierra y de los demás seres vivientes, por lo que es necesario evaluar sus aportes desde la perspectiva de una ética realista y la mirada sabia del Magisterio de la Iglesia.

En este sentido, la Doctrina Social de la Iglesia tiene como función iluminar la vida social desde la perspectiva trascendente fundada en el mensaje de Cristo, para ayudar a construir un mundo cada vez más conforme al plan de Dios.

Nada es imposible para quién obra en unión con Dios

El Reino de Dios se hace presente en la historia por obra de la Providencia Divina, según enseña la Iglesia. Tiene inicio en la redención y se desarrolla hacia su definitiva realización en la segunda venida de Cristo, con la participación de los hombres que aceptan la invitación a ser corredentores y cocreadores con Él.

Así, “cuando los laicos ejercen las actividades propias, también las de carácter temporal, en unión con Jesús, cualquier trabajo viene a ser como una continuación del trabajo de Jesús, penetrado de fuerza redentora… difundiendo en los otros los frutos de la Redención” (Juan XXIII, Mater et Magistra 70).

Esta es la esperanza que sostiene la actitud optimista del pueblo cristiano, que además se sabe privilegiado por contar con la ayuda amorosa de la Madre del Cielo, Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América.

Dios envió a la Virgen María a México con  un mensaje para la raza y la cultura mestiza que poblaría América. De esta forma, según relata el Nican Mopuhua, la Morenita se apareció a San Juan Diego, laico de estirpe aborigen, para confiarle la certeza de su ayuda maternal con estas palabras:

“Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos ustedes, tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno, y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me honren confiando en mi intercesión. Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores” (29 -32).

Horacio Cornejo

Director de la Escuela Universitaria de Turismo de Universidad Católica de Salta y Exalumno de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos