Mantienen con vida a una mujer embarazada en muerte cerebral para preservar al feto
Controversia en Georgia

Una enfermera embarazada, declarada en muerte cerebral, permanece conectada a soporte vital con el fin de salvar la vida de su hijo. El caso plantea profundos interrogantes bioéticos sobre el respeto a la dignidad humana, el valor absoluto de la vida del nasciturus y los límites de la intervención médica. ¿Hasta dónde puede y debe llegar la medicina?
Adriana Smith, una enfermera de 30 años embaraza de nueve semanas de su segundo hijo, permanece en estado de muerte cerebral tras sufrir un accidente tromboembólico en febrero de 2025. Fue diagnosticada de muerte cerebral y es mantenida conectada a medios de soporte vital, respiratorios y circulatorios, con el fin de que el embarazo prosiga hasta que el feto alcance la madurez necesaria para su nacimiento.
Todo comenzó cuando Adriana experimentó fuertes dolores de cabeza. Tras acudir al hospital, fue enviada de regreso a casa, donde falleció horas después debido a una trombosis cerebral que le provocó la muerte encefálica. Una vez confirmada la ausencia total de actividad cerebral, los médicos del Hospital Universitario de Emory optaron por mantenerla con soporte vital para preservar la vida del feto.
El objetivo es prolongar el embarazo hasta la semana 32 de gestación, momento en el cual el bebé tendría altas probabilidades de sobrevivir fuera del útero. Actualmente, aún faltan 11 semanas para alcanzar ese punto.
La legislación del estado de Georgia, una de las más restrictivas del país tras la anulación del fallo Roe vs. Wade, prohíbe el aborto desde el momento en que se detecta actividad cardíaca fetal, lo que ocurre aproximadamente en la sexta semana de embarazo. Esta normativa ha influido significativamente en la decisión médica de proseguir con él.
La familia de Adriana ha expresado su preocupación por la falta de participación en las decisiones clínicas. Su madre denuncia que la familia no ha recibido información clara sobre el estado del feto ni sobre las posibles secuelas que podría sufrir. Además, se enfrentan una carga económica considerable debido a los elevados costes hospitalarios, por lo que han iniciado una campaña de recaudación de fondos.
Valoración bioética
En anteriores ocasiones hemos tratado este tema en nuestro Observatorio, analizando los importantes desafíos éticos que subyacen tras estos casos.
Uno de los principales dilemas es la viabilidad del feto en un embarazo mantenido artificialmente tras la muerte encefálica de la madre. Aunque la literatura médica, como recoge Journal of Medical Ethics, documenta casos exitosos de gestaciones prolongadas en estas circunstancias, se tratan de situaciones excepcionales y clínicamente complejas.
A pesar de los riesgos, la vida del nasciturus —el ser humano en gestación— posee un valor absoluto y debe ser protegida. En este caso, el feto se encuentra en una etapa avanzada del desarrollo, lo que incrementa sus posibilidades de supervivencia. Por tanto, el esfuerzo por mantener el embarazo hasta alcanzar la viabilidad es éticamente justificable.
Partiendo de la base de que la dignidad de la madre, aunque fallecida, también debe ser respetada, evitando cualquier instrumentalización de su cuerpo, la prioridad en el caso que nos ocupa es la defensa de la vida del hijo por nacer, el más vulnerable en esta situación. Todo esfuerzo orientado a garantizar su nacimiento merece ser valorado como una expresión concreta del respeto a la vida humana.
No parece procedente en este caso secundar las peticiones de aborto que se formulasen por parte de su familia en base al temor de la aparición de secuelas en el bebé. Tampoco el coste de proceso justifica que se deje morir a su hijo.
El principio de defensa de la vida física de la bioética personalista reconoce el valor inalienable de la vida humana en todas sus etapas madurativas y en cualquier circunstancia de discapacidad o dependencia, situando este valor por encima de otros como la voluntad de la madre, la familia, el riesgo de discapacidad o el costo del proceso de soporte vital.
Julio Tudela – Cristina Castillo – Observatorio de Bioética – Instituto Ciencias de la Vida – Universidad Católica de Valencia
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