16 julio, 2025

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Reflexión de Mons. Enrique Díaz: El deseo de paz de ustedes se cumplirá

XIV Domingo Ordinario

Reflexión de Mons. Enrique Díaz: El deseo de paz de ustedes se cumplirá

Mons. Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de Exaudi su reflexión sobre el Evangelio de este domingo, 6 de julio de 2025, titulado: “El deseo de paz de ustedes se cumplirá”.

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Isaías 66, 10-14: “Yo haré correr la paz sobre ella como un río”

Salmo 65: “Las obras del Señor son admirables”

Gálatas 6, 14-18: “Llevo en mi cuerpo la marca de los sufrimientos que he pasado”

San Lucas10, 1-12. 17-20: “El deseo de paz de ustedes se cumplirá”

Contrario a todas las campañas, contrario a todas las planeaciones, Jesús instruye a sus discípulos en su nueva misión con propuestas muy sencillas: oración, comunidad (de dos en dos), y libertad de espíritu. Nada de cargas innecesarias, que una paja llevada por largo camino termina por ser pesada. Con la prontitud de quien tiene que llevar un mensaje importante que no admite detenerse por banalidades, sino que busca la atención a cada persona, con su deseo de que haya paz en cada hogar. Siguiendo el ejemplo del colibrí que, con pequeñez, con gran rapidez, con inmensa debilidad, busca el néctar y sólo lo mejor de cada flor, así el discípulo debe actuar con generosidad, prontitud y sólo buscando lo mejor de cada persona y de cada situación.  Los resultados son claros: cuando se lleva la paz interior se va sembrando vida. Así son las propuestas y recomendaciones de Jesús. Lo extraordinario es que ya no sólo se envía a los Doce que en todo el evangelio aparecen cercanos a Jesús. Ahora se abre el horizonte y se encomienda la misión a “los setenta y dos”, es decir a una multitud de hombres y mujeres que tienen la misión de preparar los corazones para el encuentro con el Señor. Cuando se ha encontrado a Cristo, no se puede ir por la vida sin irradiarlo y darlo a conocer, aunque no pronunciemos su nombre. La misión es de todo discípulo que ha encontrado en Cristo su razón de vivir. Esa alegría se expande espontáneamente y no necesita mandatos, pero sí hay que tener muy en cuenta las recomendaciones de Jesús.

Cristo pide a sus discípulos que presenten al Padre las necesidades de su misión. La más bella oración no puede ser aquella a favor de la misma persona, ni a propio nombre, sino la que surge a favor y en nombre de todos. Cuando se comparten las necesidades y el dolor de los demás, por fuerza brota espontanea la oración, no porque el dueño de la mies no conozca nuestras necesidades, sino porque al orar nos estamos comprometiendo en la misma tarea de Jesús. Pedir es tomar conciencia de las urgencias del Reino y la necesidad de poner los medios más adecuados; es confiar en Dios y asumir nuestra misión y responsabilidad. Cuando se vive en sintonía con el plan amoroso de Dios, no puede haber la cerrazón individualista de mirar solamente nuestros propios intereses, sino que la oración se torna en “oración del pueblo de Dios” que, todo unido con el vínculo de amor, se dirige al Padre común. Por eso Jesús insiste: “Rueguen al dueño de la mies”. Ya desde la oración, por más personal que sea, Jesús nos da este sentido comunitario, que luego aparecerá muy claro al enviarlos de “dos en dos”, en sinodalidad, caminando juntos. La misión tiene siempre este carácter comunitario, ha de realizarse de dos en dos con la finalidad de mostrar con los hechos y la vida lo que se anuncia con la palabra. Pues más anuncia el testimonio de amor y comprensión que las más bellas disertaciones. Quizás aquí se podría hacer una consideración a la gran importancia del amor de la pareja y al efecto constructor o demoledor que tiene su vivencia frente a los hijos y frente a la sociedad.

Jesús no ilusiona a sus discípulos con falsas esperanzas, claramente les dice las dificultades que traerá la misión. Con la debilidad se deben enfrentar a los poderes del mal. Pero lo primero será poner atención a no convertirnos nosotros en lobos que vayan destruyendo con el pretexto de ser discípulos. Lo más importante es llevar el evangelio y anunciar que el Reino de Dios está cerca, no anunciarnos a nosotros mismos y nuestras estructuras. Debemos revisarnos continuamente si no estamos devorando ovejas en lugar de darles vida. Las palabras de Jesús nos alientan a lanzarnos con entusiasmo, pero también con la debida prudencia. Quizás el ejemplo del colibrí nos pueda seguir ayudando: no puede renunciar al néctar de una rosa por temor a las espinas, pero debe tener mucho cuidado pues una sola espina puede hacerlo caer. No nos hagamos ilusiones, hay lobos y el mal se disfraza y nos seduce. Pero no tengamos miedo, la fuerza del reino es más poderosa que el mal y sus mentiras. Tengamos cuidado en no poner nuestra confianza en nuestras propias fuerzas y en nuestros propios métodos, porque tendremos el gran riesgo de estarnos predicando a nosotros mismos. La alegría mostrada por los discípulos cuando jubilosos relatan las peripecias de su travesía, nos enseña que la verdadera felicidad no está en los miles de aditamentos y requisitos que engañosamente propone el mundo para ser feliz, sino en descubrir el gozo de la paz interior que contagia y fecunda a los demás.

Además, el Señor los envía para llevar su mismo don: la paz. El discípulo es mensajero de paz. La tarea es que cada comunidad se convierta en una «casa de paz», donde se aprenda a desactivar la hostilidad a través del diálogo, donde se practique la justicia y se custodie el perdón. La paz no es una utopía espiritual: es un camino humilde, hecho de gestos cotidianos, que entrelaza la paciencia y el coraje, la escucha y la acción. Y que hoy, más que nunca, exige nuestra presencia vigilante y generativa.

¿Cómo me siento hoy al saberme enviado por Jesús como su mensajero a anunciar que el Reino de Dios está cerca? ¿En dónde pongo mis seguridades y qué pienso de las exigencias de Jesús? ¿Soy lobo para los demás? ¿Dejo de actuar conforme a los valores del Reino por temor a “los lobos” que amenazan el evangelio? ¿Puedo, como el colibrí, buscar lo mejor de la vida y llevar paz y felicidad a los demás?

Gracias, Padre Bueno, concédenos la generosidad necesaria para descubrir que en la pequeñez se muestra la grandeza del evangelio y danos un corazón valiente para no atemorizarnos ante los lobos del mal. Llénanos de la alegría y la paz que sólo nos puede dar tu amor. Amén

Enrique Díaz

Nació en Huandacareo, Michoacán, México, en 1952. Realizó sus estudios de Filosofía y Teología en el Seminario de Morelia. Ordenado diácono el 22 de mayo de 1977, y presbítero el 23 de octubre del mismo año. Obtuvo la Licenciatura en Sagrada Escritura en el Pontificio Instituto Bíblico en Roma. Ha desarrollado múltiples encargos pastorales como el de capellán de la rectoría de las Tres Aves Marías; responsable de la Pastoral Bíblica Diocesana y director de la Escuela Bíblica en Morelia; maestro de Biblia en el Seminario Conciliar de Morelia, párroco de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, Col. Guadalupe, Morelia; o vicario episcopal para la Zona de Nuestra Señora de la Luz, Pátzcuaro. Ordenado obispo auxiliar de san Cristóbal de las Casas en 2003. En la Conferencia Episcopal formó parte de las Comisiones de Biblia, Diaconado y Ministerios Laicales. Fue responsable de las Dimensiones de Ministerios Laicales, de Educación y Cultura. Ha participado en encuentros latinoamericanos y mundiales sobre el Diaconado Permanente. Actualmente es el responsable de la Dimensión de Pastoral de la Cultura. Participó como Miembro del Sínodo de Obispos sobre la Palabra de Dios en la Vida y Misión de la Iglesia en Roma, en 2008. Recibió el nombramiento de obispo coadjutor de San Cristóbal de las Casas en 2014. Nombrado II obispo de Irapuato el día 11 de marzo, tomó posesión el 19 de Mayo. Colabora en varias revistas y publicaciones sobre todo con la reflexión diaria y dominical tanto en audio como escrita.