San José, “pieza fundamental en la historia de salvación”

Catequesis completa del Santo Padre

San José historia salvación
Audiencia general, 24 nov. 2021 © Vatican Media

La figura de san José “representa una pieza fundamental en la historia de salvación”, recordó el Papa Francisco en su catequesis. “Hoy, José protege la Iglesia” y sigue “amparando al Niño y a su madre”, subrayó.

En la audiencia general de hoy, miércoles 24 de noviembre de 2021, celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Santo Padre ha continuado con el ciclo de catequesis, centrando su meditación este tema, bajo el tema: “San José en la historia de la salvación” (cf: Mt 1,12-16).

San José: padre de Jesús “en toda regla”

Del mismo modo, el Papa se refiere a cómo el evangelista Mateo “nos ayuda a comprender que la figura de José, aunque aparentemente marginal, discreta, en segunda línea, representa sin embargo una pieza fundamental en la historia de salvación”. Así, “José vive su protagonismo sin querer nunca adueñarse de la escena”. Respecto a esta cuestión, el Pontífice reflexiona sobre cómo “nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes, corrientemente olvidadas, que no aparecen en portadas de diarios y de revistas”, padres, madres, abuelos y abuelas, docentes, que “rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos”.

San José: Presencia discreta y escondida

En sus palabras, el Santo Padre explica cómo todos “pueden hallar en san José, el hombre que pasa inobservado, el hombre de la presencia cotidiana, de la presencia discreta y escondida, un intercesor, un apoyo y una guía en los momentos de dificultad”.

En este sentido, “él nos recuerda que todos aquellos que están aparentemente escondidos o en ‘segunda línea’ tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación”, pues mundo “necesita a estos hombres y a estas mujeres: hombres y mujeres en segunda línea, pero que sostienen el desarrollo de nuestra vida, de cada uno de nosotros, y que, con la oración, con el ejemplo, con la enseñanza nos sostienen en el camino de la vida”.

San José: “El Custodio de la Iglesia”

Por otra parte, Su Santidad recuerda cómo en el Evangelio de Lucas, José aparece como “el custodio de Jesús y de María”. Y por esto es también “el Custodio de la Iglesia”, porque la Iglesia es “la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se refleja la maternidad de María”.

El Sucesor de Pedro resalta que “hoy, José protege la Iglesia” y sigue “amparando al Niño y a su madre”. José con su vida, añade, “parece querer decirnos que siempre estamos llamados a sentirnos custodios de nuestros hermanos, custodios de quien se nos ha puesto al lado, de quien el Señor nos encomienda a través de muchas circunstancias de la vida”.

Asimismo, el Obispo de Roma piensa en “muchas personas a las que les cuesta encontrar vínculos significativos en su vida, y precisamente por esto cojean, se sienten solos, no tienen la fuerza y la valentía para ir adelante”. A ellos les dedicó una oración “que les ayude y nos ayude a todos nosotros a encontrar en san José un aliado, un amigo y un apoyo” y que se puede leer al final de este artículo.

A continuación, sigue la catequesis completa del Santo Padre ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Catequesis sobre san José 2. San José en la historia de salvación

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


San José historia salvaciónEl miércoles pasado empezamos el ciclo de catequesis sobre la figura de san José —está terminando el año dedicado a él—. Hoy proseguimos este recorrido deteniéndonos en su rol en la historia de la salvación.

Jesús en los Evangelios es indicado como “hijo de José” (Lc 3,23; 4,22; Jn 1,45; 6,42) e “hijo del carpintero” (Mt 13,55; Mc 6,3). Los Evangelistas Mateo y Lucas, narrando la infancia de Jesús, dan espacio al rol de José. Ambos componen una “genealogía”, para evidenciar la historicidad de Jesús. Mateo, dirigiéndose sobre todo a los judeocristianos, parte de Abraham para llegar a José, definido “el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo” (1,16). Lucas, sin embargo, se remonta hasta Adán, empezando directamente por Jesús, que “era hijo de José”, pero precisa: “según se creía” (3,23).

Por tanto, ambos evangelistas presentan a José no como padre biológico, pero de todas formas como padre de Jesús en toda regla. A través de él, Jesús realiza el cumplimiento de la historia de la alianza y de la salvación transcurrida entre Dios y el hombre. Para Mateo esta historia comienza con Abraham, para Lucas con el origen mismo de la humanidad, es decir con Adán.

El evangelista Mateo nos ayuda a comprender que la figura de José, aunque aparentemente marginal, discreta, en segunda línea, representa sin embargo una pieza fundamental en la historia de salvación. José vive su protagonismo sin querer nunca adueñarse de la escena. Si lo pensamos, “nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, […].

Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños, con gestos cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos” (Cart. ap. Patris corde, 1).

Así, todos pueden hallar en san José, el hombre que pasa inobservado, el hombre de la presencia cotidiana, de la presencia discreta y escondida, un intercesor, un apoyo y una guía en los momentos de dificultad. Él nos recuerda que todos aquellos que están aparentemente escondidos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. El mundo necesita a estos hombres y a estas mujeres: hombres y mujeres en segunda línea, pero que sostienen el desarrollo de nuestra vida, de cada uno de nosotros, y que, con la oración, con el ejemplo, con la enseñanza nos sostienen en el camino de la vida.

En el Evangelio de Lucas, José aparece como el custodio de Jesús y de María. Y por esto es también “el Custodio de la Iglesia: si ha sido el custodio de Jesús y de María, trabaja, ahora que está en los cielos, y sigue haciendo el custodio, en este caso de la Iglesia; porque la Iglesia es la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se refleja la maternidad de María. José, a la vez que continúa protegiendo a la Iglesia —por favor, no os olvidéis de esto: hoy, José protege la Iglesia— sigue amparando al Niño y a su madre” (ibid., 5). Este aspecto de la custodia de José es la gran respuesta al pasaje del Génesis. Cuando Dios le pide a Caín que rinda cuentas sobre la vida de Abel, él responde: “¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?” (4,9). José, con su vida, parece querer decirnos que siempre estamos llamados a sentirnos custodios de nuestros hermanos, custodios de quien se nos ha puesto al lado, de quien el Señor nos encomienda a través de muchas circunstancias de la vida.

Una sociedad como la nuestra, que ha sido definida “líquida”, porque parece no tener consistencia. Yo corregiré a ese filósofo que acuñó esta definición y diré: más que líquida, gaseosa, una sociedad propiamente gaseosa. Esta sociedad líquida, gaseosa encuentra en la historia de José una indicación bien precisa sobre la importancia de los vínculos humanos. De hecho, el Evangelio nos cuenta la genealogía de Jesús, además de por una razón teológica, para recordar a cada uno de nosotros que nuestra vida está hecha de vínculos que nos preceden y nos acompañan. El Hijo de Dios, para venir al mundo, ha elegido la vía de los vínculos, la vía de la historia: no bajó al mundo mágicamente, no. Hizo el camino histórico que hacemos todos nosotros.

Queridos hermanos y hermanas, pienso en muchas personas a las que les cuesta encontrar vínculos significativos en su vida, y precisamente por esto cojean, se sienten solos, no tienen la fuerza y la valentía para ir adelante. Quisiera concluir con una oración que les ayude y nos ayude a todos nosotros a encontrar en san José un aliado, un amigo y un apoyo.

San José,
tú que has custodiado el vínculo con María y con Jesús,
ayúdanos a cuidar las relaciones en nuestra vida.
Que nadie experimente ese sentido de abandono
que viene de la soledad.
Que cada uno se reconcilie con la propia historia,
con quien le ha precedido,
y reconozca también en los errores cometidos
una forma a través de la cual la Providencia se ha hecho camino,
y el mal no ha tenido la última palabra.
Muéstrate amigo con quien tiene mayor dificultad,
y como apoyaste a María y Jesús en los momentos difíciles,
apóyanos también a nosotros en nuestro camino. Amén.

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