Santa Magdalena Sofía Barat, 25 de mayo
Fundadora de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús

«Orar, sufrir, callar, esperar» fue la actitud que esta recia mujer mantuvo en su vida. Nació el 12 de diciembre de 1779, en Joigny de Borgoña. Era la última de tres hermanos, hijos de una familia acomodada con negocios de viñedos. Ésta formaba parte de un sector de la burguesía rural que sabía apreciar el estudio. Sofía nació prematuramente a consecuencia del impacto causado a su madre por el incendio de una casa contigua. Creció delgada y baja de estatura, tanto que debía sobresalir lo suficiente para que el párroco la viese durante la catequesis, y no dudaba en subirse en lo alto de una banqueta. Era tímida, aunque destacara en ella su carácter impulsivo, que a veces se manifestaba con una cierta tosquedad en sus respuestas y mordacidad en sus comentarios. Libre, espontánea, amante de la naturaleza y cariñosa con los cercanos no escatimaba sus muestras de afecto. Su infancia estuvo marcada por la Revolución francesa, lo que supuso la pérdida de enseres y bienes de la familia, la forzada reclusión en un desván, y el exilio de su hermano Luís, once años mayor que ella, quien gracias a su huida a París se libró de la guillotina. En él recayó la responsabilidad de formarla, siendo ya sacerdote. En medio de la clandestinidad, en la que no cesó de oficiar la Santa Misa, Luís atendía a los niños del barrio. Sofía le secundaba en esa labor y seguía estudios bajo el amparo de su hermano que utilizaba métodos inflexibles en extremo. Inteligentemente aprovechó la oportunidad haciendo acopio de una vasta cultura que incluyó no sólo las disciplinas clásicas de ciencias y letras, sino también la de lenguas como hebreo, italiano y español que le permitieron leer «El Quijote» en su versión original. Se despertó su gran amor a la lectura y quedó preparada para la tarea educativa que iba a desarrollar.
Desde el punto de vista espiritual, en su infancia se había ejercitado en las prácticas espirituales. Solía acudir a misa diariamente y realizaba actos piadosos que a los 5 años le indujeron a consagrarse a Dios, y a los 14 consagrar su virginidad. De modo que siendo joven no le costó iniciar una experiencia comunitaria con un grupo de muchachas de su edad, aunque su idea era ingresar en el Carmelo. Íntimamente, con un sentido premonitorio, ya se sentía invitada a seguir un sendero religioso signado por su ofrenda al Sagrado Corazón, su devoción al Santísimo Sacramento y la dedicación a la formación de las jóvenes. Este anhelo se materializó en 1800 cuando el Jesuita P. Varín solicitó su ayuda para restablecer la educación en las escuelas católicas y le confió la idea de fundar una Congregación de educadoras basada en la devoción al Sagrado Corazón. Sin detenerse a pensar en sus fuerzas que flaqueaban, tendió la mano al religioso: «Lo acepté todo, sin comprender ni prever nada». Y el 21 de noviembre de ese año se consagró.
En 1801 una comunidad formada con dos jóvenes se instaló en Amiens para enseñar en una escuela. Con ellas fundaba el primer convento de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús. Añadieron a los votos clásicos el de consagrarse a la educación de la juventud, como específico de la misma. En 1806 empezó su largo camino de superiora general, cargo para el que fue elegida, aunque era la más joven de la comunidad. Durante los 23 años de gobierno fundó muchas casas, pero padeció incomprensiones, persecuciones, y numerosas dificultades dentro y fuera del Instituto. Afrontándolas heroicamente labró también su santidad. Era fuerte, valerosa y estaba llena de celo apostólico: «Una mujer no puede permanecer neutral en el mundo», decía, añadiendo que las mujeres debían ser «fuertes en toda batalla de la vida». Por lo demás, vivía presa de su amor a Cristo: «Aceptamos la cruz desnuda. Jesús a pesar de todo callaba. Estas palabras son toda mi fuerza».
En diciembre de 1826, el papa León XII aprobó oficialmente la Sociedad del Sagrado Corazón. En 1864, a los 85 años de edad, solicitó al Congreso General que se le permitiera renunciar a su cargo, pero la asamblea no permitió más que se nombrase una vicaria que le ayudase en el trabajo. El 21 de mayo de 1865, sufrió un ataque que la dejó paralítica y cuatro días más tarde, en la fiesta de Asunción, falleció. Fue beatificada por Pío X el 21 mayo 1908, y canonizada por Pío XI el 24 mayo 1925.
© Isabel Orellana Vilches, 2018
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