¿Se puede hablar de yoga cristiano?

Vídeo semanal de Se Buscan Rebeldes

Duda yoga meditación fe
Duda © Cathopic

Ofrecemos a los lectores el vídeo semanal del canal de evangelización católico Se buscan Rebeldes, en el que el Sacerdote Ignacio Amorós Rodríguez cuestiona si realmente ¿Se puede hablar de yoga cristiano? responde también a los interrogantes más frecuentes que giran entorno a esta práctica oriental y sus grandes diferencias con la meditación Cristiana.

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¿El yoga es solo un deporte? ¿Se puede hablar de yoga cristiano? ¿Qué dice la Iglesia sobre la práctica del yoga? Quédate con nosotros y descúbrelo.

Buscamos paz (empatía)

Hoy en día muchas personas practican el yoga u otras formas de meditación trascendental. Es más, muchos cristianos hacen yoga con cierta regularidad. A veces preguntan: “Voy a empezar a hacer yoga. ¿Qué opinas? ¿Para un cristiano es bueno hacer yoga?”.

La necesidad de buscar paz es muy razonable. Realmente, muchas veces vamos como acelerados por la vida, sin pararnos a disfrutar del momento presente. Nos llenamos de obligaciones y nos aplastan las preocupaciones. La familia, el trabajo, los estudios, las RRSS, el deporte… se empiezan a acumular y nos viene la ansiedad, la tristeza o una cierta intranquilidad molesta. Entonces buscamos algún método que nos ayude a tener paz, serenidad, alegría interior… y hay gente que escoge el yoga como una forma para encontrar tranquilidad.

Por otro lado, no sé si te ha pasado que te encuentras todo el día haciendo cosas sin parar, o escuchando podcast o viendo vídeos en todo momento. Cualquier cosa, menos detenerse, hacer silencio y pararse a pensar… Incluso cuando nos metemos en la cama se nos puede hacer insoportable el silencio, y nos ponemos una serie o algo que nos ayude a distraer la mente de las preocupaciones. Para muchos enfrentarse a uno mismo en el silencio de la noche puede resultar un infierno. Nos cuesta estar en silencio, porque nos asusta. No porque sea malo el silencio sino porque nos enfrenta a nuestras propias sombras. Pero, al mismo tiempo, en el silencio interior hay también luz, porque es donde se encuentran las cosas más reales de la vida, donde se encuentra Dios… Porque, como decía el Principito, lo esencial es invisible a los ojos. Tenemos un mundo interior que debemos cultivar para tener una vida lograda y con paz.

Verdaderamente, nuestro mundo interior necesita llenarse de algo más profundo… Y es que las series, el escuchar noticias o podcast a todas horas… entretienen, pero no consiguen acallar nuestras preocupaciones y agobios. Es necesario encontrar algo que nos llene por dentro y nos dé paz. Es entonces cuando un amigo nos habla del yoga o de algo parecido, o vemos un cartel de yoga en el que aparece una persona en medio de la naturaleza o junto al mar mirando el horizonte y respirando paz… y decimos: “Voy a probar. A lo mejor yo puedo tener esa paz”. Lo que está claro es que el deseo de silencio, de recogimiento y de oración auténtica está vivo en todas las personas de buen corazón.

En primer lugar, lo que me fascina de todo esto es ver la sed de trascendencia y espiritualidad que tiene la gente… que tenemos todos. Hay mucha gente buena con un corazón grande, con grandes deseos e ilusiones… Buscamos la verdad y algo que nos llene, pero tantas veces nos sucede que nos encontramos vacíos. Nos damos cuenta de que una vida materialista, consumista y superficial no nos llena. Puede que nos dé ciertos gustitos momentáneos, pero luego nos encontramos insatisfechos e intranquilos. Y como tenemos un alma espiritual que no se conforma con una vida mediocre, buscamos por todas partes algo que dé sentido a nuestra vida. Me parece fascinante comprobar, que en pleno siglo XXI, hay tantas personas que se interesan y buscan formas de espiritualidad, que le lleven a tener una vida interior, espiritual.

Hoy en día está de moda probar con el “New Age” o ciertas formas de meditación trascendental o “métodos orientales”. Con frecuencia nos encontramos con establecimientos que anuncian Yoga, Zen, Reiki, Mindfulness… Estos métodos de meditación se han extendido porque buscamos un contrapeso frente a la agitación y el vacío que experimentamos. Un amigo mío me decía: “Es tu momento “zen” del día”.

Aunque todos estos métodos de meditación tienen muchos elementos en común, son diferentes. Hoy quería hablar específicamente del Yoga, que atrae a tantas personas.

¿Qué es el yoga?

El yoga es principalmente una disciplina espiritual del hinduismo, una religión oriental que busca la unión del yo transitorio “Jiva” con el yo eterno “Brahman”, que es el concepto hindú de dios. No hay yoga sin hinduismo, ni hinduismo sin yoga.

La palabra «yoga» es un vocablo que viene del sánscrito y significa unión. El Yoga no es solo deporte ni son solo estiramientos. No es simplemente un sistema elaborado de posturas (llamadas “asanas”) y de ejercicios, sino una disciplina físico-espiritual propia del hinduismo para estimular la meditación, la introspección y alterar el estado de la propia conciencia a través de posturas y ejercicios respiratorios y psico-físicos específicamente diseñados. Esto es lo que enseñan los propios maestros de yoga, que no niegan que lo corporal y lo espiritual van unidos. No se pueden separar. Aunque muchas personas practican Yoga como un mero ejercicio físico-psíquico, el yoga, desde el principio, tiene la finalidad de introducir al que lo practica en la espiritualidad propia del hinduismo.

Hay personas que dicen: «No hay nada de malo en la práctica de estos ejercicios, basta con no creer en la filosofía que hay detrás». Sin embargo, los promotores del Yoga afirman claramente que la filosofía y la práctica son inseparables. Lo que afecta al cuerpo afecta al espíritu, y al revés. No se puede creer que uno puede obtener del yoga solo sus beneficios físicos sin que esto afecte espiritualmente de alguna forma. Como dijo el maestro Mahesh Yogi en un viaje de avión a Europa: «Esto no evitará que el yoga haga su efecto».

El método o la técnica de meditación del Yoga busca dominar la energía física y mental. El Yoga trata de desbloquear la energía cósmica de la que se dice que somos dependientes y que se encuentra en el “Kundalini”, en la base de la columna vertebral. Según esto, el Kundalini sería una energía que simbólicamente duerme enroscada como una serpiente en la zona del perineo y que tiene que despertarse y salir de nosotros. Esa energía tendría que crecer a través de los canales energéticos ubicados a ambos lados de la columna vertebral, cruzándose mutuamente, para que los chakras se abran y se produzca una especie de intercomunicación con la energía universal. En el fondo, ¿de qué se trataría? Pues de un ejercicio de autohipnosis de la mente e introspección en el que se alcanza un momento de vacío, que pretende experimentar el llamado nirvana o samadhi, que es la pérdida de la consciencia personal y la fusión con todo lo que nos rodea. Este momento suele venir acompañado de estados físicos especiales, incluso como una especie de achicamiento del metabolismo, que suele producir efectos de bajo ritmo cardiaco y respiración, que contribuye a esa sensación de relajación. Este es básicamente el método de meditación del Yoga que se enseña en la India y en todo el mundo.

¿Qué dice la Iglesia?

Y, ¿qué dice la Iglesia sobre el Yoga? La Iglesia no habla directamente sobre el yoga, porque la misión de la Iglesia es hablar de Jesucristo y de la oración cristiana. Aun así, la Iglesia lo menciona en relación con el diálogo interreligioso y cuando enseña sobre la oración propiamente cristiana.

Sobre el diálogo interreligioso, destaca el documento Nostra Aetate, del Concilio Vaticano II, que dice que la Iglesia no rechaza nada de lo que en las demás religiones hay de verdadero y santo. Es decir, la Iglesia nos enseña que en todas las culturas, filosofías y religiones del mundo se pueden encontrar semillas de la palabra, Semina verbi, en todo lo bueno, bello y verdadero que hay en ellas. Como dice el Catecismo, “todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres” (CEC, n. 2566).

La Iglesia nos enseña esta verdad de las semillas del Verbo para que valoremos lo bueno de todo lo que hay en el mundo, y nos muestra qué elementos son verdaderos, y qué elementos se deben refinar para llegar a la Verdad plena de Dios.

En el Yoga encontramos algunos elementos verdaderos, que son muy interesantes, como pueden ser: el sentido de trascendencia y no vivir solo una vida materialista, el cultivar el mundo interior y la capacidad de recogimiento, el encuentro entre lo corporal, lo psíquico y lo espiritual en la práctica meditativa, la ecología y el cuidar el mundo que Dios nos ha dado, unas ciertas normas morales, el respeto por lo sagrado… Es decir, hay semillas de verdad, pero también hay algunos elementos que se deben purificar porque son incompletos o incompatibles con la vida cristiana.

Además, el Magisterio de la Iglesia, cuando habla de la meditación cristiana, habla también de distintos métodos de meditación oriental, entre ellos el Yoga. En concreto, el documento Orationis formas de la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmado por el cardenal Ratzinger en el año 1989. En este sentido, la Iglesia fomenta la oración cristiana, y previene de los peligros y diferencias entre la oración cristiana y los otros métodos de meditación oriental. Y eso es lo que vamos a ver ahora.

Diferencias entre el Yoga y la oración cristiana

Ahora vamos a señalar de forma muy simplificada 8 elementos que diferencian al Yoga de la meditación cristiana. Así podemos saber qué tipo de yoga estoy haciendo, o qué hago en verdad cuando hago yoga, o qué cosas son buenas y elementos de verdad, y qué cosas no lo son. La respuesta no pretende entrar en cada caso concreto, sino que vamos a intentar ofrecer criterios que ayuden a discernir qué elementos son buenos y compatibles con la fe cristiana y qué elementos son diferentes e incluso contradictorios con la oración cristiana. Son algunos criterios que permiten educar la oración para que permanezca en la verdadera oración cristiana revelada en Jesús y conservada en la Iglesia. Ahí van 8 indicaciones que pueden ayudar…

  YOGA ORACIÓN CRISTIANA
Concepto de Dios Dios impersonal Dios personal, trinitario
Jesucristo No es necesario Oración siempre mediada por Jesucristo
Invocaciones Mantras e invocación de espíritus Invocación del Espíritu Santo y a los santos
FINALIDAD Fusión con el absoluto Unión con Dios en el amor
Interioridad Introspección centrada en uno mismo Interioridad para encontrarse con Dios
Pasiones Eliminar las pasiones (espiritualidad sin cruz) Integrar y ordenar las pasiones en el amor (espiritualidad con cruz)
Posturas y técnicas Peligro de absolutizar El recogimiento de los sentidos ayuda como medio

Frutos
Estar bien con uno mismo, egocentrismo y narcisismo espiritual Amor a Dios y al prójimo, salvación

 

 

1. Concepto de Dios

Uno, el concepto de Dios es distinto. En el yoga, en general, dios no es un Dios personal, sino una sustancia impersonal espiritual que es uno con la naturaleza y el cosmos. Detrás de esta filosofía de la fusión se esconde un panteísmo en el que se dice que todo es Dios y Dios es todo.

No hay distinción entre lo sobrenatural y lo natural, entre Dios y los hombres, entre el Creador y la criatura. No existe un concepto personal de Dios, por lo que es una espiritualidad sin Dios. Como mucho se habla del absoluto cósmico o del ser divino, pero no de Dios.

En el yoga, Dios no es creador, sino que la creación emana de Dios. En el cristianismo, Dios es creador, y los hombres somos criaturas. Es decir, el hombre no es Dios.

En este sentido, llama la atención que se pierde la noción de pecado, porque si no hay un Dios personal, no puedo ofender a nadie, pero desgraciadamente tampoco le importo a nadie.

La oración cristiana se fundamenta sobre la idea de un Dios personal. Solo se puede dar una relación de amor si hay un tú y un yo. Cuando hablamos de un Dios persona nos referimos a que tiene una individualidad propia, con inteligencia, voluntad y libertad. Ese Dios nos conoce y nos quiere, y podemos relacionarnos con Él. Por eso, como enseña Orationis Formas, “la oración es un diálogo personal, íntimo y profundo entre el hombre y Dios”.

El Dios con el que nos relacionamos los cristianos no es un ser impersonal y ajeno a nosotros, o un absoluto que es la suma de todas las cosas, como en el panteísmo… Tampoco es un abismo sin rostro y sin forma… ¡Es mucho más! El Dios cristiano es personal, es nuestro Padre que nos ha creado, que nos quiere y que te ha pensado desde la eternidad, no estás aquí por casualidad, es un Amigo que se preocupa por nosotros, y al que le interesa nuestra vida y vive dentro de nosotros. En la meditación cristiana uno cree y se relaciona con un Dios personal, trinitario.El Papa Francisco ha dicho que “ni mil cursos de yoga te darán la libertad de un hijo de Dios”.

2. Jesucristo

Dos, en el yoga, Jesucristo no es algo necesario. No es esencial para llegar a la unión con Dios. Como mucho, es un maestro espiritual más. Este es, sin duda, el aspecto diferenciador más importante.

En cambio, la meditación cristiana viene siempre mediada por Jesucristo, el Dios-hombre. Ese es el camino cierto y seguro de la verdadera oración. Como dijo el Papa Francisco, “la oración tiene algo específico que lleva la meditación más allá porque entra por la puerta de Jesucristo”.

Este es el tema clave y central: solo podemos llegar a Dios por medio de Jesucristo. Dios es espíritu, y aunque somos capax Dei, capaces de Dios, nos resulta imposible llegar a Dios ahí arriba en el cielo… Pero contamos con Jesucristo, Dios y hombre, que está en el cielo y en la tierra y es el puente perfecto para llegar a Dios. Por eso, toda oración cristiana viene mediada por Jesucristo, el “único mediador entre Dios y los hombres” (1 Tim 2, 5). Y para un cristiano, esto es lo que le ha dicho el propio Jesucristo: “Nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el hijo quiera revelarlo” (Mt 11, 27). La Iglesia, en Orationis Formas, también nos recuerda que “toda técnica de oración es válida en cuanto se inspira en Cristo y conduce a Cristo, “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6)”.

Siguiendo a la gran maestra Santa Teresa de Jesús, el papa Juan Pablo II dijo que la oración cristiana debe rechazar la tentación de ciertos métodos que invitan a prescindir de la humanidad de Cristo en favor de un vago sumergirse en el abismo de la divinidad. Por eso, la Iglesia recomienda siempre ir por Jesucristo, apoyándonos en la lectura de la Palabra de Dios como fuente de la meditación y como el camino seguro para llegar a Dios.

Si quieres saber si en un lugar se medita correctamente y con seguridad, debe ser una oración enteramente centrada en Jesucristo y la primera prueba es ver si ahí se alaba el nombre de Jesús. Ahí donde se alaba el nombre de Jesús, está el Espíritu de Dios. Porque como dice la Biblia: «Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios» (1 Jn 4, 2).

3. Invocación de espíritus

Tres, en el yoga se invocan energías y espíritus, y entran en juego una multitud de dioses, pero esas divinidades del hinduismo son poderes y fuerzas cósmicas, y no seres personales. Desde la primera sesión de Yoga se invocan energías, espíritus o deidades hindúes. Todo esto se realiza con mantras (palabras, sonidos, fonemas), instrumentos mentales que pretenden provocar efectos en la conciencia y el espíritu. El mantra es una invocación de espíritus y energías cósmicas, lo que implica caer en la idolatría y el espiritismo. El más conocido es el “Ommm”, que significa “oh, la joya en el loto”, y se relaciona con una deidad oriental de la compasión. Y hay muchos otros que se repiten invocando a deidades como Krisna, Shiva, Visnú, Kali, Rama y otras energías.

En la oración cristiana se invoca al Espíritu Santo, a la Virgen María, a los ángeles y a los santos… Cuando se invoca al Espíritu de Dios, viene y actúa en nuestra alma, y cuando invocamos a los santos, ellos interceden por nosotros… Por eso, cuando invocamos a otros espíritus que no conocemos o que no están en comunión con Dios, ¿a quién estamos invocando? Parece más sensato pedir la ayuda del mismo Espíritu de Dios y de aquellas personas que sabemos que ya gozan de Dios en el cielo.

Este tema de la invocación de espíritus hay que tenerlo muy en cuenta porque es un aspecto peligroso que puede abrir la puerta al demonio. Estamos yendo contra el primer mandamiento de la Ley de Dios, porque estamos jugando con el espiritismo. Se conocen casos de personas que han sufrido influencias malignas e incluso posesiones diabólicas por este tipo de prácticas relacionadas con el yoga.

En la oración cristiana, muchas veces se utilizan oraciones breves y jaculatorias, … En la tradición cristiana oriental es muy común. Se repiten oraciones, frases, versículos de la Biblia, armonizándolos con la respiración y la mente, para que nos ayuden a meditar y contemplar a Dios. Es muy conocida la oración del rosario, o la oración de Jesús, que tiene tanta fuerza: “Señor Jesús, Hijo de Dios vivo, ten misericordia de mí que soy un pecador”.

Una vez más, parece más sensato que invoquemos al Espíritu de Dios y a los santos, y no nos pongamos en situaciones peligrosas invocando espíritus o deidades que no conocemos.

4. Finalidad

Cuatro, la finalidad del Yoga es la fusión con la naturaleza y con el absoluto, diluirse en el todo de la energía cósmica. Es lo que se llama samadhi o nirvana. El nirvana se entiende como un estado de quietud que pretende la anulación de toda realidad concreta por ser transitoria, y precisamente por eso, decepcionante y dolorosa. Hay muchos estilos de yoga, pero el objetivo es el mismo: la alteración de la propia consciencia para alcanzar un estado espiritual presuntamente superior.

La finalidad del yoga no es simplemente la relajación, ni el control de la respiración, ni el bienestar o control físico; sino la iluminación, una vía de perfección en ocho pasos, en el que los pasos 3 y 4 son de posturas y ejercicios de respiración, que es lo más conocido. Controlando el cuerpo y la mente se pretende llegar al nirvana, la unión con el ser divino. Se busca una inmersión en el abismo indeterminado de la divinidad.

En cambio, el fin de la meditación cristiana es la comunión en el amor con un Dios personal, una participación de la vida intratrinitaria de Dios, es vivir en unión con Dios a través del conocimiento y del amor… Es decir, la meta de la oración no es la autorrealización, la alteración de la conciencia para llegar a una fusión con el cosmos y con el absoluto, (como afirman algunos autores como Anthony de Mello sobre ser una gota que se hunde y diluye en el océano), sino que la finalidad de la oración es la unión con Dios ¡en el amor!, sin perder nuestra individualidad y personalidad propia. Siempre se mantiene la alteridad entre el Creador y la criatura, entre Dios y el hombre. Dios es el “Otro” y nunca “el mismo”.

Como sucede con unos enamorados que desean estar juntos. Se conocen cada día más y eso les une en el amor, pero cuando uno va a estar con su enamorada no quiere desaparecer, sino tener un encuentro de amor con ella. Deseas unirte a la persona que amas, pero manteniendo la riqueza de la personalidad del otro y de uno mismo.

5. Interioridad

Cinco, interioridad centrada en uno mismo, o interioridad centrada en Dios y en los demás.

En el Yoga, la interiorización se centra en uno mismo, en una búsqueda del propio equilibrio, pero sin contar con Dios. En el fondo, es una simple introspección, una técnica antiestrés… que busca gozar de uno mismo sin compañía de nadie, en el que además nuestro yo termina desapareciendo. La persona que se hunde en sí misma ya no va más allá de sí misma, y no puede subir a un escalón superior, que es Dios.

Esto puede llevar a un narcisismo espiritual, que muchas veces es más difícil de sanar que un vicio en la carne. Sin quererlo, como no me llena la vida material, busco algo espiritual. Se pasa de buscarse a uno mismo en lo material a buscarse a uno mismo en lo espiritual. Estar bien con uno mismo y cuidarse es algo bueno, pero ha de estar abierto al amor a Dios y a los demás. Me cuido y quiero tener equilibro para amar y servir a los demás. Si no, se corre el riesgo de caer en un egocentrismo o egoísmo espiritual.

En la oración cristiana se cultiva la vida interior para encontrarse con una Persona, con Dios, y tratar con Él. Es interioridad, sí, pero una interioridad abierta a la trascendencia y con el fin de encontrarse con Dios. Por eso, el Catecismo define la oración como «la elevación de la mente a Dios», no simplemente como una interioridad centrada en uno mismo. Como enseña Orationis Formas: “La oración cristiana no es un ejercicio de contemplación de sí mismo, en su quietud y vaciamiento, sino un diálogo de amor”. No es solo la búsqueda del núcleo más profundo de nuestro ser, que es lícito, sino que sobre todo es un encuentro con el Otro, el encuentro transcendente con Dios en nuestro corazón.

Esto lo enseñó muy bien san Agustín con su camino para llegar a Dios a través de la interioridad, y luego la trascendencia para encontrarse con Dios. No se queda encerrado en sí mismo, en su mundo interior, sino que ahí se relaciona con Dios, que es “lo más íntimo de su intimidad”. Por eso decía: “Conocerme y conocerte”, refiriéndose a sí mismo y a Dios.


Meditar para un cristiano es un ponderar y considerar algunas verdades para interiorizarlas (vida, muerte, Dios, alegría…) y hablarlo con Dios. Por tanto, la espiritualidad cristiana no se centra en uno mismo, en el “yo” personal, sino que se dirige a Otro, Dios, por medio de Jesucristo, el verdadero mediador entre Dios y los hombres.

Santa Teresa de Jesús ponía un ejemplo muy sugerente. Ella hablaba de que el alma es como un espejo, y que uno va quitando la bruma hasta que consigue ver a Jesús en el espejo de su alma. La interioridad cristiana consiste en meterse en nuestro mundo interior y encontrar ahí a Dios, porque como decía Jesús: “El Reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17, 21).

6. Pasiones y sentimientos

Seis, ante las pasiones desordenadas que nos llevan a sentir tristeza o angustia, el yoga intenta suprimirlas o eliminarlas para encontrar un equilibrio interior, impasible, de paz. El método que propone el yoga consiste en vaciar el espíritu de toda representación sensible. Se decide vaciarse y suprimir las pasiones para no sufrir y llegar a una armonía cósmica.

En este sentido, para el yoga el sufrimiento es malo y hay que evitarlo a toda costa. El sufrimiento sería un mal karma. El objetivo sería elevar el estado de consciencia para superar la ignorancia, que es lo que nos lleva a sufrir. El problema no es el sufrimiento, sino el sentido que se da a sufrir. Una madre que ama a sus hijos, sufre por ellos porque los quiere. Como afirma el abad Verlinde: “renunciar al sufrimiento es sin duda muy atractivo, pero también implica renunciar a conjugar el verbo amar. Porque si yo no puedo sufrir más, no puedo amar más. No hay más yo conjugando el verbo amar”.

El yoga propone una espiritualidad sin cruz. Solo quiere los beneficios de la vida espiritual, sin darse cuenta de que la raíz de la alegría tiene forma de cruz. Es la ley del sacrificio: no hay victoria sin esfuerzo. No se ganan unas olimpiadas sin sufrir en los entrenamientos, no se aprueban unas oposiciones sin el sacrificio del estudio, no se saca adelante a unos hijos sin nueve meses de embarazo, sin el dolor del parto, y sin noches sin dormir. Sufres, pero te sientes vivo, y en ese momento encuentras un extraño gozo: la alegría de una vida entregada por amor.

La oración cristiana integra las pasiones y los afectos con el amor. Ordena todo el mundo afectivo con la inteligencia, la voluntad y la gracia de Dios. Los cristianos no suprimimos ni reprimimos nada, porque todo lo que Dios ha creado es bueno, sino que las cosas buenas las ordenamos hacia nuestro fin, que es el amor a Dios y el amor a los demás conforme a nuestro estado de vida (cfr. CEC 2337). Si reprimimos nuestras pasiones puede suceder como con un tubo de pasta de dientes al que vas apretando por varios sitios hasta que un día explota. Los cristianos no somos reprimidos, sino hombres y mujeres apasionados que ordenan su vida para amar cada día más a Dios y a los demás.

La búsqueda de Dios en la oración siempre viene precedida y acompañada de una ascesis y de una abnegación que permite liberarse de la tendencia egoísta de las pasiones, para llegar al estado que se llama “apatheia” o santa indiferencia, en el que las pasiones se gobiernan y dirigen a Dios. En la oración cristiana hay que centrarse en Dios y excluir lo más posible las cosas que nos encadenan a nuestro egoísmo. Un ejemplo cristiano positivo del vaciamiento de las criaturas es san Francisco de Asís, que renuncia a ellas por amor de Dios y, a la vez, contempla en ellas la presencia resplandeciente del Creador.

La vida espiritual cristiana no desea el sufrimiento, pero lo acepta e intenta transformarlo en una oportunidad para un amor más grande. Es una espiritualidad con cruz como camino hacia la resurrección, es decir, hacia la felicidad de la salvación. Dando sentido al sufrimiento uno procura no ser indiferente u olvidar a la gente que sufre, sino que aprende la compasión: amor y sufrimiento.

7. Posturas y técnicas

Siete, en el yoga se valoran mucho la técnica y las posturas, que en sí mismas son buenas y pueden ayudar a relajarse y hacer silencio, pero se corre el peligro de absolutizar la técnica y los ejercicios. Es decir, la posición y la actitud del cuerpo facilitan el recogimiento en la oración, porque el cuerpo también reza, pero tienen un valor relativo. No deben idolatrarse ni degenerar en un culto a uno mismo y hacer que se identifiquen las sensaciones con experiencias espirituales. Las técnicas de recogimiento en el yoga se pueden acabar convirtiendo en fines que buscan un efecto psicológico y sensaciones de autosugestión o pseudo-espirituales, que pueden hacer del simbolismo un ídolo y así degenerar en un culto a uno mismo, lo que impide la elevación del espíritu a Dios.

Mediante determinadas técnicas de respiración físicas o mentales es posible producir sensaciones de paz y relajación, cambios de la frecuencia cardiaca, o incluso fenómenos de luz y calor, pero por sí solos nada tienen que ver con el encuentro personal con Dios ni con la verdadera unión mística. Si una experiencia de meditación nos da paz interior, dominio de nosotros mismos, lucidez… eso está muy bien, siempre y cuando nos lleve al encuentro personal con Dios.

La meditación cristiana también enseña la importancia del recogimiento como un medio. Usa algunos ejercicios psico-físicos como el silencio exterior e interior, la postura, la posición y la actitud del cuerpo, el control de la respiración, la sujeción de la imaginación… pero no las absolutiza. Tienen un valor relativo. El Espíritu Santo no tiene barreras y puede dar la oración en cualquier circunstancia. Eso no quita que el recogimiento y el silencio sean una ayuda, muchas veces necesaria, para poder escuchar a Dios y hablar con él. Por eso debemos recordar que el cuerpo también reza: las posturas, la respiración, controlar la imaginación y la mente… son cosas importantes. Los grandes maestros de las técnicas de recogimiento fueron los Padre de la Iglesia y los santos, y así lo han enseñado siempre, especialmente en Oriente con los hesicasmos.

En este sentido, las formas de recogimiento, las herramientas de psicología para controlar nuestro estrés o gestionar nuestros estados de ánimo… son interesantes y útiles, pero se deben orientar bien para que no nos lleven a encerrarnos en nosotros mismos, sino que nos ayuden a estar bien, serenos, fuertes, para así poder amar a Dios y a los demás.

Como enseña Orationis Formas: “La auténtica mística cristiana nada tiene que ver con la técnica: es siempre un don de Dios”, y el amor de Dios no se puede apropiar a ningún método o técnica.

8. Los frutos

Ocho, el mejor criterio para comprobar si algo es bueno es mirar sus frutos.

En primer lugar, hay que decir que muchos cristianos que han comenzado a practicar Yoga se han alejado de su fe cristiana. Según el sacerdote religioso indio James Manjackal, entre el 80% y el 90% de los que han practicado el Yoga con cierta continuidad han perdido la fe en Jesucristo y en la Iglesia. Este es un dato a tener muy en cuenta. Además, algunas personas han caído en un narcisismo espiritual, o incluso han sufrido influencias malignas que les han llevado a una situación aún peor de la que estaban.

Por otro lado, algunos amigos me han dicho que después de hacer Yoga han experimentado mejoras en su vida: tienen más paz, duermen mejor, han superado una visión materialista de la vida, algunos han dejado el alcohol o las drogas… Incluso algunos se han sanado de un dolor en la espalda o de una enfermedad… Algunos han visto cómo después de practicar Yoga —con los mantras, las piedras, las figuras—, han obtenido algún beneficio para su vida.

Todos esos frutos son algo positivo, muchos de ellos motivados por un orden de vida, por apagar el móvil un rato, por controlar la mente y los estados de ánimo… pero hay que decir que para que sean frutos buenos y auténticos deben conducirnos al fruto verdadero de la oración cristiana, que es al amor a Dios y al amor a los demás. El principal criterio de validez de la auténtica oración cristiana es si conduce al amor de Dios y al prójimo.

Además, la oración cristiana auténtica puede ofrecer otros frutos, como paz interior, mansedumbre, bondad, alegría, misericordia… Pero siempre trata de descubrir a Dios en nuestra vida cotidiana, y no vivir en una esfera de lo divino sin contar con lo terreno y humano de nuestras vidas. En definitiva, no solo te relaja, sino que te hace amar más y mejor.

Santa Teresa repite que no son los éxtasis o los fenómenos místicos los que demuestran la calidad de la oración, sino la transformación en una persona virtuosa, llena de amor y buenas obras.

Sobre el tema de los frutos, puede ayudar considerar que deben cumplir tres condiciones: primero, que ese fruto haga aumentar el amor a Dios y a los demás y no solo la armonía con uno mismo (este es el primer criterio de validez); segundo, que ese buen fruto persevere en el tiempo, es decir, que se mantenga y no sea solo un parche temporal; y tercero y más importante, que todos esos frutos buenos se encaminen al mayor fruto, al mayor bien de nuestra vida, que es la salvación, es decir, nuestra felicidad. Lo verdaderamente importante en esta vida es ir al cielo. Todo lo que puedas recibir bueno en la meditación, si no te lleva al cielo, a la salvación, ese bien temporal, aunque al principio te parezca bueno, se puede convertir en tu peor enemigo.

Por eso, hay que alegrarse por los buenos frutos materiales, pero supeditarlos a la salvación. Para que un fruto sea bueno, además de darse un fruto bueno en el cuerpo o lo material, debe darse también en lo espiritual. Como dijo Jesús: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Mt 16, 26).

En concreto, un fruto de la oración cristiana es la fe, y la fe te lleva a servir con amor, a las obras de misericordia. El fruto de la caridad te compromete, te hace salir de ti mismo y te pone en camino hacia una vida de entrega.

Como decía Madre Teresa: “El fruto del silencio es la oración, el fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz”.

Yoga y oración, ¿compatibles?

Después de haber señalado algunas ideas generales sobre el Yoga y lo que es la oración y meditación cristiana, cada uno puede sacar sus propias conclusiones y tratar de discernir: ¿Qué debo hacer? ¿Qué cosas son buenas? ¿Cuál es la mejor forma de encontrar la paz y crecer en vida interior? Es decir, discernir sobre qué estoy haciendo, y si debo dejarlo, cambiar u orientarlo bien.

Personalmente, después de ver algunos criterios básicos sobre el yoga y la oración cristiana, no parece fácil compatibilizar estas dos formas tan distintas de ver el mundo y la espiritualidad; y además encontramos tantos riesgos y peligros que nos hacen ser muy precavidos a la hora de incorporar estas técnicas a nuestra vida espiritual. Parece difícil que entre el yoga y la fe cristiana hallemos una compatibilidad práctica.

Como ha explicado el obispo Munilla: “Existe una diferencia esencial entre la mística sobrenatural que predica el cristianismo y la llamada “mística natural” procedente de los métodos de meditación trascendental orientales”. Es decir, entre Yoga o meditación cristiana no se da una relación de continuidad, como si fuera un posible paso previo para alcanzar la oración cristiana, sino que hay una clara discontinuidad entre las dos formas de meditación, porque sus principios básicos difieren tanto en el fondo y en la forma.

Hay un sacerdote belga, llamado Joseph-Marie Verlinde, prior de un monasterio en Francia de la Comunidad Monástica de San José, que era un aventajado científico de química nuclear que cuenta como le fascinó la meditación trascendental del Yoga como una vía simple, fácil y eficaz para llegar a estados superiores de consciencia y de autorrealización, y se hizo maestro de meditación de la mano del conocido hindú Maharishi Mahesh Yogi. En su libro La experiencia prohibida dice: “No hay yoga cristiano, sino que hay cristianos que hacen yoga”, que es muy distinto.

No tengo dudas que la mayoría de los cristianos que practican el yoga no son conscientes de lo que es de verdad y de su finalidad última, y que probablemente lo vean como un simple ejercicio, como si fuera ir al gimnasio, pero relajado. Pero en eso radica su mayor peligro. Cuando el yoga es reducido a una mera disciplina corporal, con poca o ninguna relación con sus fundamentos espirituales, se corre el riesgo de ser engañados sobre algo que puede tener mucho que ver en nuestro bienestar espiritual. Es como si te ofrecen un vaso con veneno. Aunque no sepas que es veneno, si lo bebes te puede hacer daño e incluso matarte. Por eso, es necesario conocer lo que estamos haciendo, señalar sus semillas de verdad, y ver sus peligros y riesgos.

Y yo me pregunto: ¿por qué nos hemos ido de la Iglesia para encontrar ese remanso de serenidad y recuperar la paz? Algunos incluso han abandonado la práctica religiosa cristiana y otros intentan incorporar el yoga como un “complemento” de la propia fe para una vivencia más intensa. En este sentido, me gustó la reflexión del obispo Munilla cuando entona un mea culpa diciendo que en la Iglesia muchas veces hemos dejado de enseñar a hacer oración y de hablar del cielo y de la trascendencia… y algunas personas se han ido a buscar fuera lo que no han encontrado dentro.

En realidad, la Iglesia debería ser lo que dijo Jesús: “Mi casa será llamada casa de oración” (Mt 21, 13; Is 56, 7). Un lugar de paz, de encuentro con Dios, de recibir la gracia para salir a realizar obras de amor y misericordia en nuestra familia, en el trabajo, y a quien lo necesite.

Oración cristiana

Por eso, por encima de todo, lo que creo que merece la pena es aventurarse a conocer y practicar la oración cristiana. Descubrir sus múltiples formas, métodos, sus frutos… Si se consideran todos estos criterios y lo que es la verdadera mística y espiritualidad, se ve que todas estas aspiraciones de meditación se hacen realidad en la oración cristiana.

Los grandes maestros de meditación e interioridad fueron los Padres de la Iglesia y los santos, que lo aprendieron de Jesús. Ellos enseñaron también las posturas del cuerpo, el controlar la respiración, los recursos mentales, controlar la imaginación… y llevaron a otro nivel las “semillas de verdad” de las otras religiones, purgándolas de sus posibles limitaciones. Enseñaron a subir a las cimas más altas de la contemplación, que es el encuentro cara a cara con Dios en el amor.

Como enseña Orationis Formas, en la oración cristiana se cumplen, por encima de cualquier medida, todas las aspiraciones de oración presentes en otras religiones, sin perder por ello el yo personal y desaparecer en el mar de lo Absoluto.

El ya mencionado sacerdote James Manjackal afirma que hay mucha confusión sobre el Yoga y que es triste que hoy en día muchos católicos estén perdiendo la confianza en las grandes prácticas espirituales y místicas para la oración y la disciplina que recibieron de grandes santos como Ignacio de Loyola, Francisco de Asís, Francisco de Sales, Teresa de Jesús… y ahora sigan a espiritualidades y místicas orientales que provienen del hinduismo y del budismo.

Jesús es el verdadero maestro de oración. Jesús se iba a rezar a la soledad de la montaña, muchas veces por la noche. Era tan fascinante ver a Jesús rezar que los apóstoles le suplicaban: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1). Y Jesús les enseñó el Padrenuestro, que es el modelo y la perfección de la oración cristiana. Les enseñó también: “Tú cuando vayas a orar entra en tu habitación, cierra la puerta y habla a tu Padre que ve en lo escondido” (Mt 6, 6). Es decir, Jesús enseñó a entrar en nuestro mundo interior y hacer silencio para hablar y amar a nuestro Padre Dios… Jesús es el verdadero maestro de la espiritualidad, pero más aún, es el único camino para llegar a Dios.

Descubre tu mundo interior pero, sobre todo, descubre a todo un Dios que es amor y que vive dentro de ti, te escucha, te habla, te inspira, te ilumina, te fortalece…

Busca un maestro de oración que te guíe, un buen libro de lectura espiritual que te enseñe los rudimentos de la meditación cristiana, y una comunidad o iglesia donde se rece. La clave fundamental es que la meditación venga siempre mediada por Jesucristo. Él es el «Príncipe de la paz» (Is 9, 6).

Jesús dice en el Evangelio, después de haber resucitado: “La paz os dejo, mi paz os doy. No os la doy como la da el mundo” (Jn 14, 27). La paz del mundo es una ausencia: ausencia de problemas, ausencia de pasiones, ausencia de sufrimientos, ausencia de violencia… El mundo te dice que la tranquilidad económica y el tener todo controlado te da la paz, pero esa no es la verdadera paz que anhela nuestro corazón. La paz de Jesús, la paz de Dios, es no es tanto una ausencia como una presencia… Es la presencia del Jesús resucitado, la presencia del amor de Dios en nuestra alma, del Espíritu Santo, que nos acompaña en medio de lo bueno y malo de la vida, y da sentido a lo que hacemos.

La paz interior es una consecuencia de vivir de amor a Dios y de amor a los demás. Es el fruto del amor de Dios en Persona, el Espíritu Santo, en nuestro corazón. “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5, 5).

Como les preguntó Jesús a sus primeros discípulos: “¿Qué buscáis? ¿Qué anhelas en tu vida?” (cfr. Jn 1, 36). Esa sed de espiritualidad que todos tenemos en nuestro corazón solo la puede llenar el amor de nuestro Padre Dios que es su amor, el Espíritu Santo, y se nos da en Jesucristo.

Por eso, creo que merece la pena decidirse a comenzar a tener vida de oración, a ser almas de oración, a empezar a introducirnos en este mundo espiritual, como decía santa Teresa de Jesús, con una “determinada determinación” de no dejarlo y orar todos los días un ratito. ¿Alguna vez has probado a hacer 10, 20, 30 minutos de oración todos los días? ¿Una hora santa? Verás como Dios te habla en tu corazón, te inspira, te fortalece. La oración te cambia la vida y te llena de amor de Dios y de amor a los demás.

Si no sabes cómo empezar, te comparto algunos vídeos en los que explicamos alguna forma de oración y meditación cristiana que practicaron algunos de los grandes santos y los llevó a las más altas cimas de la vida espiritual.

Y si te interesa formarte más sobre el tema del Yoga y New Age, te copio en la descripción del vídeo algunos links a los documentos de la Iglesia Católica que de forma muy hermosa y precisa tratan sobre este tema. En particular son de enorme interés: Orationis Formas de 1989; Jesucristo, fuente del agua de la vida, del año 2003, Mi alma tiene sed del Dios vivo, de la CEE de 2019. Además, en la descripción del vídeo puedes también encontrar una selección de la bibliografía que nos parece más interesante.

La alegría llena de paz que buscamos tiene un nombre y es Jesucristo, y su camino es el amor a Dios y a los demás.

Y no lo olvides. Dios te quiere… y te quiere feliz.