Tolkien, el Señor de los cuentos de hadas

Las vivencias bonitas no desaparecen, quedan vivas en el corazón y en algún lugar del Cielo

Edith y Tolkien, Lúthien y Beren
Edith y Tolkien, Lúthien y Beren

Desde hace un buen tiempo estaba interesado en leer una biografía de Tolkien. Tengo a la mano dos. Terminé de leer la de Joseph Pearce, “Tolkien, hombre y mito” (Minotauro, 2003). He disfrutado conociendo un poco más al creador de “El Señor de los anillos”, “El Hobbit”, “El Silmarillion”. Uno de los cuentos recogidos en este último libro, “Beren y Lúthien”, es de mis preferidos y le dediqué  una entrada de mi blog . El mundo, en donde se entrecruzan fantasía y realidad, expuesto en el cine, ha hecho populares a los personajes Frodo, Sam, Gandalf, Aragorn, Arwen, Gollum… En la Tierra Media encontramos de todo: amor y odio, bien y mal; generosidad, inocencia, codicia, lealtad, valentía, sacrificio. Valores y antivalores que nos resulta reconocibles, pues “el mal y el bien no han cambiado desde ayer—le dice Aragorn a Éomer—, ni tienen un sentido para los Elfos y Enanos v otro para los Hombres. Corresponde al hombre discernir entre ellos”.

Tolkien (1892-1973), un hombre sencillo y sufrido. Su padre fallece muy pronto y su madre muere unos pocos años después. Ella lo forma en la fe católica. Siendo aún niño queda al cuidado de un sacerdote del Oratorio, quien le brinda un hogar y vela por su formación intelectual y moral. Son unos pocos “hechos fundamentales que, por secamente que se expresen, son en verdad significativos” en su biografía. “Por ejemplo, dice Tolkien, nací en 1892 y viví mis primeros años en “la Comarca” en una era premecánica. O, lo que es todavía más importante, soy cristiano (lo que puede deducirse de mis historias), y católico apostólico romano por añadidura”.

Su amistad con C. S. Lewis fue particularmente importante. “La deuda, imposible de pagar, que tengo con él—escribió Tolkien de Lewis años después—, no es la “influencia” tal como se suele comprender, sino el aliento. Fue durante largo tiempo mi único auditorio. Sólo de él recibí por fin la idea de que mis “cosas” podían ser algo más que un entretenimiento personal”. Y no es menos significativa la opinión de Lewis: “Cuando llegué al mundo se me advirtió (explícitamente) que nunca debía confiar en un papista; cuando llegué a la English Faculty se me advirtió (explícitamente) que no debía confiar nunca en un filólogo. Tolkien era ambas cosas”. Intereses comunes, sabrosas conversaciones y mucho sentido del humor.


¿Es literatura evasiva la de Tolkien? En un de sus ensayos “Sobre los cuentos de hadas” responde a esta crítica que algunos le hicieron: “¿Por qué ha de despreciarse a la persona que, estando en prisión, intenta fugarse y regresar a casa? Y en caso de no lograrlo, ¿por qué ha de despreciársela si piensa y habla de otros temas que no sean carceleros y rejas? El mundo exterior no ha dejado de ser real porque el prisionero no pueda verlo. Los críticos han elegido una palabra inapropiada cuando utilizan el término “Evasión” en la forma en que lo hacen; y lo que es peor, están confundiendo…la Evasión del prisionero con la huida del desertor”. Tolkien ve en los cuentos de hadas la nostalgia del ser humano por regresar al paraíso perdido y habitarlo, aquel volver a nacer de los Evangelios. Es, también, el regreso de Ulises a Ítaca para estar con Penélope y Telémaco. Para tal fin ha de evadirse más de una vez en las prisiones en las que queda atrapado, aún cuando sean cárceles de oro.

Edith, su esposa muere en 1971. Le escribe a su hijo Christopher: “Por fin estoy ocupándome de la tumba de mamita… La inscripción que me gustaría es: EDITH MARY TOLKIEN 1889-1971 Lúthien: breve e insípida, excepto Lúthien, que dice más para mí que una multitud de palabras: pues ella era (y sabía que lo era) mi Lúthien. … Nunca llamé Lúthien a Edith, pero ella fue la fuente de la historia que con el tiempo se convirtió en la parte principal del Silmarillion. Fue concebida por primera vez en el claro de un pequeño bosque lleno de cicuta en Roos, en Yorkshire (donde durante un breve tiempo estuve al mando de un puesto de avanzada de la Guarnición Humber en 1917, y ella pudo vivir conmigo por un corto período). En aquellos días tenía negros cabellos resplandecientes, la piel clara, los ojos más brillantes que se hayan visto, y era capaz de cantar… y de bailar… Por siempre (en especial cuando me siento solo) nos encontramos en el claro del bosque y vamos de la mano muchas veces para escapar a la sombra de la muerte inminente antes de nuestra última partida”. Las vivencias bonitas no desaparecen, quedan vivas en el corazón y en algún lugar del Cielo.