Del alma, la vida y la muerte

Historia, ficción, poesía; drama, tragedia; alegría, dolor, furia, engaño, piedad, valor se entrelazan para componer un tapiz de la aventura humana

Museo Nacional del Prado

La Ilíada y la Odisea son la culminación de varios siglos de historia a las que Homero (S. VIII a.c.) da forma con recuerdos antiguos y experiencias recientes. Dos grandes obras “cuyos personajes siguen encarnando ideas sobre el ser humano, el alma, la vida y la muerte”, sentencia Jacqueline de Romilly en su libro Muros de Troya, playas de Ítaca. Homero y el origen de la épica (Siruela, 2022), en el que analiza diversos interrogantes de este mundo épico, embellecido por el poeta. Sus personajes son héroes y reyes, no son del común de la gente. Son héroes, pero no por ello dejan de ser simples mortales, aun cuando sean hijos de dioses o diosas. A ellos, Homero los eleva a la cima de las cualidades a las que un ser humano puede llegar (cfr. p. 119).

Zeus, Apolo, Hera, Atenea aparecen en escena favoreciendo, unas veces a los troyanos, otras a los aqueos. Un soplo de viento provocado por Atenea desvía la lanza de Héctor y salva a Aquiles, cuya armadura fue confeccionada por Hefesto. La presencia de polvo en el aire suscitado por Zeus, protege a Héctor en la batalla. Afrodita protege al troyano Eneas. Tienen sus favoritos. Una aparición en donde “lo sobrenatural y lo natural, lo humano y lo divino, se acercan, se combinan, se solapan” (p. 110).

Heroísmo guerrero, pero también drama humano. La despedida de Héctor y Andrómaca antes de la batalla con Aquiles manifiesta amor, dolor en ambos personajes. “Una escena íntima, anota la autora, cargada de ternura, pero en la que traslucen discretamente el temor y la cuasi certeza de la muerte y la derrota” (p. 60). Héctor debe hacer frente a Aquiles e, incluso, cuando es consciente de que le ha llegado la hora de la muerte exclama: “¡Que al menos no perezca sin esfuerzo y sin gloria, sino tras una proeza cuya fama llegue a los hombres futuros!”. De igual carga emotiva es el encuentro entre Aquiles y Príamo, padre de Héctor. Ambos lloran la muerte del amigo, uno; la muerte del hijo, el otro. Aquiles termina por apiadarse del anciano padre y acepta entregar el cadáver de Héctor para que se le rinda duelo en las filas troyanas.


Héroes valientes, nunca cobardes y, también, humanos, aunque tengan la presencia de los dioses. En la Odisea, “Ulises se niega a compartir la vida de la inmortal Calipso y prefiere regresar a su vida de mortal junto a su esposa mortal: “No lo lleves a mal, diosa augusta” (V, 215) (p. 75). Puede más la querencia del corazón al deseo de inmortalidad del alma. Ulises, pese a lo largo de su travesía, quiere llegar a Ítaca, su pueblo, y estar con Helena y Telémaco a quien dejó muy niño. Veinte largos años entre guerra y regreso. Muchas peripecias y obstáculos, Poseidón en su contra, Atenea a su favor. No es un regreso fácil, el hogar lo llama, y vale la pena el esfuerzo.

Dos obras maestras de la literatura clásica que han pervivido a lo largo de los siglos. Un valor literario muy grande y, a la vez, una lectura de la condición humana que sigue dando pistas a muchísimos lectores para comprender los diversos pliegues de la biografía humana en lo que tiene de excelencia y, también, de fragilidad. Ambas son una mina de la que se sigue extrayendo enseñanzas en donde, historia, ficción, poesía; drama, tragedia; alegría, dolor, furia, engaño, piedad, valor se entrelazan para componer un tapiz de la aventura humana.