Discursos falsos atribuidos al Papa Francisco

Las Bienaventuranzas, auténtica propuesta y método de felicidad

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Persona con el móvil © Canva

El sacerdote y psicoterapeuta Alfons Gea ofrece este artículo en el que reflexiona sobre los discursos falsos atribuidos al Papa Francisco.

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Recientemente un feligrés de la comunidad envió al Whatsapp del grupo del consejo parroquial, un sermón que iba firmado por el papa Francisco y titulado “El espectáculo que dio el Papa Francisco en su homilía / sermón de ayer! Es para leer y releer varias veces”.

Dicho sermón de ayer no es de 2022, sino que ya aparece en sus primeras ediciones en 2015. Eso sería lo de menos sino fuera porque su contenido, muy a la moda orientalista, es una propuesta para ser feliz centrándose en unos consejos para construir individuamente una felicidad que pasa por conformarse estoicamente ante las contrariedades.

Viene a ser un compendio de frases bonitas tipo “New Age” que nos suelen enviar también nuestros amigos para darnos los buenos días. En el escrito se afirman dos principios muy atractivos para nuestro tiempo: la felicidad es un logro posible y deseable como objetivo último y ésta depende exclusivamente de tu voluntad. Es necesario por tanto acertar en las acciones y creer en uno mismo sin más. Dios ni aparece para nada.


En este sentido conviene recordar las advertencias que el mismo Papa hace, por ejemplo en las preguntas que le formulan a Francisco, el 14 de mayo de 2018, en San Juan de Letrán en el encuentro con la diócesis de Roma dónde afirma: “la gracia cura en profundidad. No anestesia, cura… Pero, ¿cómo se hace? Cada uno debe encontrar el camino. ¿Cómo se hace? No puedes hacerla solo, nadie puede curarse solo. Nadie. Necesito alguno que me ayude. El primero es el Señor. Identificada la enfermedad, identificado el pecado, identificado el defecto, identificada la raíz ―esa raíz amarga de la que habla la Carta a los Hebreos―, identificada esa raíz amarga, lo primero es hablar con el Señor: ‘Ves lo que tengo, no puedo dejar de hacerlo, siempre caigo en lo mismo…’. Y luego, buscar alguien que me ayude, ir al ‘ambulatorio’, es decir, ir donde alguna alma buena que tenga este carisma de ayuda”.

“Debemos buscar lo que nos hace Iglesia, el alimento que nos hace crecer como Iglesia. Y el peligro en este caso es uno de los dos que mencioné en la Exhortación sobre la santidad: el gnosticismo, que te hace buscar cosas, pero sin encarnación, sin entrar en tu vida encarnada. Y entonces te vuelves más individualista, más aislado, con tu gnosticismo… ‘Un Dios sin Cristo, un Cristo sin Iglesia’”.

El problema no es que Dios sea prescindible en ese tipo de mensajes ni que la propuesta sea la felicidad, el problema es que da por sentado que la felicidad puede ser un estado permanente si se siguen las consignas, cosa empíricamente no constatable y que más bien genera frustración. No solamente porque no se consigue esa felicidad sino porque la felicidad como proyecto individual deja de lado la fuente de la felicidad auténtica, el amor. Éste genera relación y pertenencia: Ser alguien para alguien, El “Dios con nosotros” se encarna para llamarnos a ser con y para los demás.

Precisamente la soledad viene a ser en nuestros días una verdadera plaga que se traduce en una “crisis de felicidad” constatada por el aumento de consumo de antidepresivos y el aumento de suicidios. Cuando sólo me importo yo tengo el peligro de que la relación conmigo mismo sea tan buena que en mi universo personal no cabe nadie más. El ser alguien para alguien pasa por el sacrificio, contrariamente a lo que proponen las filosofías de los falsos discursos atribuidos al Papa.

Nada podrá igualar el Evangelio de las Bienaventuranzas (Mt. 5, 3-12) ni como propuesta de felicidad ni como método. El amor a los demás como propuesta y el sacrificio y la donación de sí mismo como método. Pero, como dijo Gandhi a la Asociación Cristiana de Jóvenes de Colombo, Ceilán, en 1927: “Si solo tuviera que afrontar entonces el Sermón de la Montaña y mi propia interpretación de él, yo no vacilaría en decir ‘Oh, sí, soy cristiano’. Pero, en un sentido negativo, puedo decirles que gran parte de lo que sucede en el cristianismo es una negación del Sermón de la Montaña”.