El legado de Francisco: la Iglesia, hospital de campaña
Una de las cosas que me tocó el corazón del papa Francisco cuando fue elegido fue su concepto de Iglesia como “hospital de campaña”

«Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas… Y hay que comenzar por lo más elemental».
Así la describió durante las más de seis horas en las que dialogó con el padre Antonio Spadaro, director de la “Civiltà Cattolica”, durante la entrevista que le hizo en nombre de las revistas culturales de la Compañía de Jesús.
Impresiona leer hoy aquella conversación doce años después porque ahí estaba anunciada su hoja de ruta de forma casi milimétrica.
En estas horas posteriores a su muerte, al día siguiente del domingo de Pascua, el más importante de la Iglesia por ser la Resurrección de Jesucristo, los medios de comunicación recogen reacciones desde todos los rincones del planeta. Escuchamos y leemos halagos generalmente unánimes por su disposición y cercanía con los más vulnerables. El propio Francisco explicitaba esta actitud entonces:
«¿Cómo estamos tratando al pueblo de Dios? Yo sueño con una Iglesia Madre y Pastora. Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado. Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes».
Hoy vemos que Francisco ha llegado a muchos de aquellos que no tienen fe e incluso atacaban a la Iglesia desde sus posiciones ideológicas de forma casi sistemática.
En un mundo extremadamente polarizado, quizás también en esta entrevista encontremos las claves del futuro Papa.
«Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse. El pueblo de Dios necesita pastores y no funcionarios clérigos de despacho. Los obispos, especialmente, han de ser hombres capaces de apoyar con paciencia los pasos de Dios en su pueblo, de modo que nadie quede atrás, así como de acompañar al rebaño, con su olfato para encontrar veredas nuevas».
No todas sus nuevas veredas han gustado a todos en el seno de la Iglesia. Veremos si el nuevo pontífice continúa su senda, porque hay caminos que tienen poca vuelta atrás. Otros, sin embargo, quizás sea mejor no continuarlos.
Pero eso solo Dios lo sabe.
Si San Juan Pablo II fue el Pontífice que derribó muros y peregrinó tocando corazones en los confines del mundo, Benedicto XVI fue el teólogo profundo que pensaba más de lo que hablaba…y habló con la fuerza del pensamiento, Francisco ha sido el pastor que convirtió la Iglesia en un hospital de campaña. Símbolos, cada uno a su manera, del ancla y la vela que recoge el viento del Espíritu Santo: una Iglesia de amor y esperanza.