Llamamiento de Asia Bibi para salvar a las niñas esposas

En la presentación del Informe sobre Libertad Religiosa

Asia Bibi niñas esposas
Asia Bibi © Vatican Media

El 24 de febrero de 2018, el Coliseo se tiñó de rojo para exigir la liberación de Asia Bibi, acusada falsamente de blasfemia según la ley paquistaní. La liberación llegó unos meses después. Asia Bibi, que ahora vive en Canadá con su familia y es considerada un símbolo internacional de la libertad religiosa, intervino en la presentación del Informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Tortura psicológica

Con la ayuda de Shahid Mobeen, abogado, fundador de la Asociación de Cristianos Paquistaníes en Italia, Asia quiso comentar su situación y su experiencia no solo del pasado sino también del presente. “Cuando la acusaron falsamente de blasfemia”, tradujo Mobeen, “la apartaron de todo, especialmente de sus hijas pequeñas. Una tortura psicológica continuada con todo lo que ocurría en la cárcel: las acusaciones de otros presos, la actitud de la policía… se convirtió en una cruz diaria”.

Cuando Asia fue detenida, sus hijas tenían 8 y 9 años. La mayor es discapacitada. “Hoy las hijas son adolescentes, en momentos importantes su madre no estuvo cerca de ellas y ocurrieron episodios por los que aún hoy están traumatizadas – tradujo Mobeen – La gestión de la vida actual de las hijas es difícil y es como si la tortura continuara, aunque ahora al menos tienen la felicidad de estar juntas”.

Llamado contra una ley injusta

Asia Bibi ha hecho un llamamiento al primer ministro de Pakistán para que modifique la ley sobre la blasfemia “de modo que se puedan evitar los abusos”. Anularlo sería la mejor opción, pero por el momento no parece posible. Pero es una espada en manos de la mayoría del país, el 95% de los musulmanes. Los cristianos somos perseguidos por la Ley 295 pero hay muchas otras leyes que nos discriminan y permiten legalmente la persecución de los cristianos en el país”.

Adolescentes secuestrados y convertidos a la fuerza

A continuación, la mujer se detuvo en la “condición de las niñas cristianas menores de edad convertidas por la fuerza al Islam cuando tienen entre 9 y 14 años”. Son secuestradas, violadas, entregadas en matrimonio forzado a sus captores y, curiosamente, el mismo día se produce la conversión al Islam”. Bibi ha lanzado un llamamiento a la comunidad internacional por casos como el de Huma Younus, secuestrada, convertida y casada a la fuerza a los 14 años, o el de Arzoo, de solo 12 años, a la que un tribunal ha retirado a su secuestrador pero ha ordenado su custodia en un centro de protección donde no se permite a sus padres reunirse con ella.

“En los centros”, relató Asia, “hacen un trabajo de conversión, y especialmente en casos como el de Arzoo o el de Huma, apoyan a los secuestradores. Le pregunto al primer ministro: ¿permite el Islam todo esto?”. Cuando se trata de mujeres mayores de edad, se repiten los casos de acusaciones de blasfemia, con agresiones físicas como en el reciente caso de Tabita, una enfermera de Karachi. “Si el Islam enseña la paz y la armonía”, preguntó Asia Bibi, “¿cómo se puede hacer frente a tanta violencia ejercida en nombre de la misma religión?”.

“Espero conocer a Francisco y a Benedicto”

Asia Bibi, que estará en Roma dentro de unas semanas, como anticipó el director de ACN Alessandro Monteduro, recordó el “sacrificio hasta la sangre del ministro cristiano Shahbaz Bhatti y también de Salmaan Taseer”. El gobernador musulmán del Punjab fue asesinado porque había visitado a la mujer en la cárcel y había dicho que “la ley de blasfemia es negra”.


Por último, pidió “a las autoridades internacionales y pakistaníes que estén más unidas para hacer valer el primer derecho de un ser humano, el de ejercer su libertad religiosa». De lo contrario, seguirá habiendo muchas más Asia Bibi. “Espero venir pronto a Roma”,concluyó. “Recuerdo cómo Benedicto XVI y Francisco hicieron llamamientos para mi liberación, junto con todos vosotros: os doy las gracias porque gracias a vuestro trabajo yo, mis hijas y mi marido estamos vivos y estamos en Canadá. Espero poder encontrarme con los dos papas y les agradezco sus oraciones”.

Situación en Pakistán

Por su parte, el profesor Mobeen expuso la situación actual de Pakistán, uno de los países donde la persecución de los cristianos es más violenta. “A pesar de que el primer ministro con su partido llegó al poder en 2018 y de que se han tomado algunas medidas positivas, la situación de las minorías religiosas en Pakistán sigue deteriorándose”. Además de la infame ley de blasfemia, el “abuso de poder, económico, social y psicológico contra las niñas cristianas e hindúes” es sistemático. Y en el marco histórico actual, el riesgo es que Pakistán tienda a convertirse en un Estado islámico.

La ley sobre la blasfemia es válida “tanto contra los musulmanes como contra las minorías”, dijo el activista, “pero si el acusado es un no musulmán, suele ser víctima de linchamientos y ejecuciones extrajudiciales”. El número de personas acusadas es enormemente desproporcionado: “De 1.581 personas acusadas entre 1987 y 2020, 786 eran musulmanes, 514 ahmadíes (una corriente del Islam, ntr.), 235 cristianos, 32 hindúes y 44 de religión desconocida. El 49,7% de los acusados son musulmanes, frente al 96,4% de la población. El 49,4% pertenece a minorías que representan el 3,2% de la población. En el último año ha aumentado mucho el número de cristianos acusados, mientras que el número de musulmanes se ha reducido a la mitad”.

En cuanto a los menores secuestrados, Mobeen recordó que en Pakistán “la mayoría de edad no es la misma en todas partes y en algunas regiones basta con 14 o 16 años”. Por último, recordó la importancia y el papel de la educación: “La intolerancia en las últimas cuatro décadas se ha creado con la educación. Ellos crearon a los muyahidines, el fanatismo islámico es apoyado por el programa escolar. Hay citas del Corán incluso en los libros de matemáticas o química”.

Palabras del cardenal Coutts

Por último, Mobeen citó las palabras del cardenal Coutts, arzobispo emérito de Karachi: “Los secuestros y las conversiones forzadas deben abordarse sobre la base de los derechos humanos fundamentales, en lugar de convertirlos en una cuestión religiosa. Es responsabilidad del Estado proporcionar protección y garantizar la justicia con independencia del credo, la etnia y la clase social”.