Llega León XIV
Un puente hacia la misión y el diálogo en la Iglesia del siglo XXI

«Soy hijo de San Agustín. Soy cristiano y obispo. Podemos caminar juntos hacia esa patria para la que nos ha preparado Dios. A la Iglesia de Roma, un saludo especial. Juntos tenemos que ser una Iglesia misionera, que construya puentes y diálogo y abierta a decidir, como esta plaza, todos aquellos que necesitan caridad, diálogo, cariño».
Primeras palabras del papa León XIV que suscitan gran interés del mundo además de la fe compartida por todos los creyentes. Desde la muerte del papa Francisco las noticias han estado centradas en la plaza de San Pedro y en el Cónclave celebrado en la Capilla Sixtina, monumento de arte y sobre todo de fe compartida que ha puesto la Iglesia en primer plano de la actualidad.
Constructor de puentes
La elección del Romano Pontífice León XIV, constructor de puentes como acaba de referir, ha sido obra de los cardenales seguidos por los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, y los fieles laicos, la parte más numerosa en la tierra: en total más de mil cuatrocientos millones de católicos que comunican en una misma fe. Sobre todo ha sido obra de Dios Espíritu Santo que mueve las inteligencias y los corazones de los hijos de Dios en su Iglesia
Responde al perfil deseado del próximo Papa como «pastor, maestro de humanidad, capaz de encarnar el rostro de una Iglesia samaritana, cercana a las necesidades y a las heridas de la humanidad». Pero hay mucho más porque el Espíritu Santo asiste al Santo Padre para impulsar novedades no previstas respecto a la unidad en la Iglesia, la comunión en misma fe, la santificación de los fieles, y la evangelización para llevar al mundo la luz de Jesucristo.
No habrá disyuntiva entre novedad o continuidad, sino conjunción de ambas porque la Iglesia está viva y rejuvenece con cada Pontificado.
Este gran acontecimiento que estamos viviendo ya desde el Cónclave que ha elegido al papa León XIV contribuye a ver la Iglesia con más realismo y fe en su condición espiritual, como seguimiento de Jesucristo y camino de encuentro con Dios. Pasan a segundo o tercer plano otras cuestiones recurrentes sobre la orientación moral de los cristianos, las dificultades para evangelizar, o sobre errores, abusos y malos ejemplos de algunos eclesiásticos.
León XIV continuará el proceso de reforma de la Iglesia aportando su propio programa de gobierno y santificación en novedosa aplicación del Concilio Vaticano II, y dejándose llevar por el Espíritu Santo que acaba de escribir una nueva página del historia de la Salvación, a la vez que recoge la comunión de fe y caridad de los creyentes en Jesucristo, el Señor de la historia.
Después de pedir por la elección del papa León XIV damos gracias convencidos desde la fe que es el Pontífice que ahora necesita la Iglesia, y servirá como referente moral a todo el mundo. Importante es preguntarse sobre la identidad de la fe recibida, celebrada y vivida; la responsabilidad como fieles católicos; sobre el camino de santidad; sobre la práctica de los sacramentos, y sobre la unidad. Desde luego la Iglesia no es una multinacional de la paz y solidaridad, y menos un ejército moral en orden de batalla frente a los problemas del mundo actual.
Y también recordamos las recientes palabras del Papa Francisco en la celebración de la Resurrección de Jesucristo: «Si ha resucitado de entre los muertos, entonces Él está presente en todas partes, habita entre nosotros, se esconde y se revela también hoy en las hermanas y los hermanos que encontramos en el camino, en las situaciones más anónimas e imprevisibles de nuestra vida». Lo podemos comprobar ahora y al final del Cónclave de los cardenales: el elegido no sucede sólo al papa Francisco, a Benedicto XVI o a Juan Pablo II, sino principalmente a Pedro como Vicario de Jesucristo.
La Iglesia peregrina
El peregrinar de la Iglesia en la historia es completamente peculiar a los ojos humanos. Aunque ha conocido épocas de crisis, siempre ha salido purificada y fortalecida en su misión universal, con la ayuda de Dios.
Muchas veces el racionalismo con el prejuicio anti sobrenatural ha obligado a profundizar en la Escritura, en la historia de la salvación, y en la pastoral; después con el desarrollo industrial y cultural de las sociedades modernas la Iglesia ha defendido la dignidad de las personas, ha desarrollado una teología del trabajo, una doctrina social pionera, la defensa de la familia, y la libertad de educación, entre otros muchos logros.
Ya en el siglo veinte ha crecido la preparación de los laicos más conscientes de su misión de transformar el mundo y elevar las estructuras en una sociedad más humana; el Concilio Vaticano II ha supuesto un impulso sin igual para impulsar la búsqueda de la santidad en el mundo y la transformación de las estructuras haciéndolas más humanas. Las mujeres en la Iglesia y en el mundo adquieren nuevo protagonismo.
El interés de los cristianos por la historia de la Iglesia lleva a conocer los dones y atenciones divinas, y también permite saber cómo han correspondido los hombres y mujeres con su libertad a los designios de Dios para la salvación de todos. Porque con su infinita sabiduría, Dios nos ha querido libres -también con la evidente posibilidad de pecar- y que la historia esté efectivamente hecha por nosotros; y a la vez Dios no ha querido sustraer su Providencia de ella sino que la gobierna con suavidad y fortaleza.
Terminado el proceso de elección del papa León XIV comprobamos que las estimaciones humanas se han equivocado muchas veces respecto a la Iglesia cuando proceden de una fe poco formada, y no digamos si tienen su origen en la falta de fe. Desde esas perspectivas deficientes resulta inexplicable la permanencia de la Iglesia durante veinte siglos, pues las infidelidades, incoherencias, y persecuciones serían suficientes para hacerla desaparecer de la tierra. Pero no ha ocurrido de ese modo pues la Iglesia aparece hoy como un milagro permanente de la fe.
Desde el primer momento el Santo Padre cuenta con la oración, la unidad, y la comunión de los fieles con él para llevar a cabo su misión evangelizadora como Vicario de Jesucristo y referente moral para el mundo. Y adquieren nuevo significado las palabras de Jesucristo: : «Sabed que yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
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