Novios y esposos llamados a testimoniar el amor maduro

Catequesis completa del Santo Padre

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Audiencia General, 1 dic. 2021 © Vatican Media

En las relaciones de amor, de afecto, cuesta evolucionar de la lógica del “enamoramiento” a la del “amor maduro”, “y se debe pasar del enamoramiento al amor maduro”, propone el Papa Francisco en su catequesis a los novios y esposos.

En la audiencia general de hoy, miércoles 1 de diciembre de 2021, celebrada en el Aula Pablo VI, el Santo Padre ha continuado con el ciclo de catequesis centrando su meditación en san José, sobre el tema: “José, hombre justo y esposo de María (cf: Mt 1,18-19).

El matrimonio en dos fases

Francisco introduce su discurso centrándose en la figura de san José: “Hoy quisiera profundizar en su ser ‘justo’ y ‘desposado con María’, y dar así un mensaje a todos los novios, también a los recién casados”. Asimismo, indica que es necesario conocer lo que el Evangelio según san Mateo dice sobre él, no recurrir a los apócrifos y recordar las costumbres matrimoniales del antiguo Israel.

De este modo, el Papa define cómo el matrimonio en aquel momento y cultura comprendía dos fases muy definidas: la primera era un compromiso, en el que la novia seguía viviendo en la casa paterna, pero ya era considerada “esposa” de su prometido; y la segunda consistía en el traslado de la mujer de la casa paterna a la casa del esposo. Así, en base a las costumbres, “el hecho de que ‘antes de estar juntos ellos, se encontró encinta’, exponía a la Virgen a la acusación de adulterio”.

El Pontífice matiza que esta culpa, según la Ley antigua, “tenía que ser castigada con la lapidación”, pero en la praxis judía se afianzó “una interpretación más moderada que imponía solo el acto de repudio, pero con consecuencias civiles y penales para la mujer”.

Amor por María y confianza 

Después, el Sucesor de Pedro remite al Evangelio de san Mateo donde dice que José era “‘justo’ precisamente por estar sujeto a la ley como todo hombre pío israelita. Pero dentro de él el amor por María y la confianza que tiene en ella le sugieren una forma que salva la observancia de la ley y el honor de la esposa: decide repudiarla en secreto, sin clamor, sin someterla a la humillación pública”. De este modo, “elige el camino de la discreción, sin juicio ni venganza. ¡Pero cuánta santidad en José!”, subraya.

Según el evangelista, así lo tenía planeado, pero, “interviene en el discernimiento de José la voz de Dios que, a través de un sueño, le desvela un significado más grande de su misma justicia. ¡Y qué importante es para cada uno de nosotros cultivar una vida justa y al mismo tiempo sentirnos siempre necesitados de la ayuda de Dios! Para poder ampliar nuestros horizontes y considerar las circunstancias de la vida desde un punto de vista diferente, más amplio”.

Papa novios enamoramientoEn este sentido, el Obispo de Roma remarca cómo “María y José son dos novios que probablemente han cultivado sueños y expectativas respecto a su vida y a su futuro. Dios parece entrar como un imprevisto en su historia y, aunque con un esfuerzo inicial, ambos abren de par en par el corazón a la realidad que se pone ante ellos”. Y apunta también que “muy a menudo nuestra vida no es como la habíamos imaginado. Sobre todo, en las relaciones de amor, de afecto, nos cuesta pasar de la lógica del enamoramiento a la del amor maduro. Y se debe pasar del enamoramiento al amor maduro. Vosotros recién casados, pensad bien en esto”.

Del romanticismo al amor “maduro”

El Papa Francisco expone que la primera fase del enamoramiento siempre está marcada por “un cierto encanto, que nos hace vivir inmersos en un imaginario que a menudo no corresponde con la realidad de los hechos. Pero precisamente cuando el enamoramiento con sus expectativas parece terminar, ahí puede comenzar el amor verdadero”. Amar, aclara “no es pretender que el otro o la vida corresponda con nuestra imaginación; significa más bien elegir en plena libertad tomar la responsabilidad de la vida, así como se nos ofrece”.

Es por esto, por lo que José, agrega, “nos da una lección importante, elige a María ‘con los ojos abiertos’. Y podemos decir con todos los riesgos”. José “toma la vida como viene”, hizo caso al Ángel y no repudió a su esposa. “Los novios cristianos están llamados a testimoniar un amor así, que tenga la valentía de pasar de las lógicas del enamoramiento a las del amor maduro. Y esta es una elección exigente, que, en lugar de aprisionar la vida, puede fortificar el amor para que sea duradero frente a las pruebas del tiempo”, destaca Su Santidad.

De igual manera, Francisco explica que el amor de una pareja “va adelante en la vida y madura cada día”. Sin embargo, el amor del noviazgo es “un poco, permitidme la palabra un poco romántico”. En este sentido, el Papa añade, “vosotros lo habéis vivido todo, pero después empieza el amor maduro, de todos los días, el trabajo, los niños que llegan”. Prosigue diciendo que “a veces el romanticismo desaparece un poco. ¿Pero no hay amor? Sí, pero amor maduro”.

Para finalizar, el Santo Padre resalta que, para que no se dañe la vida del matrimonio es preciso “no terminar nunca el día sin hacer las paces” porque “la guerra fría al día siguiente es muy peligrosa”. “Este recorrido del enamoramiento al amor maduro es una elección exigente, pero tenemos que ir sobre ese camino”, concluye.

A continuación, sigue la catequesis completa del Santo Padre ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Catequesis sobre san José 3.  José, hombre justo y esposo de María

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Papa novios enamoramientoSeguimos nuestro camino de reflexión sobre la figura de San José. Hoy quisiera profundizar en su ser “justo” y “desposado con María”, y dar así un mensaje a todos los novios, también a los recién casados. Muchas historias relacionadas con José llenan los pasajes de los evangelios apócrifos, es decir, no canónicos, que han influido también en el arte y diferentes lugares de culto. Estos escritos que no están en la Biblia —son historias que la piedad cristiana hacía en esa época— responden al deseo de colmar los vacíos narrativos de los Evangelios canónicos, los que están en la Biblia, los cuales nos dan todo lo que es esencial para la fe y la vida cristiana.

El evangelista Mateo. Esto es importante: ¿qué dice el Evangelio sobre José? No qué dicen esos evangelios apócrifos, que no son una cosa fea o mala; son bonitos, pero no son la Palabra de Dios. En cambio, los Evangelios, que están en la Biblia, son la Palabra de Dios. Entre estos el evangelista Mateo que define José como hombre “justo”. Escuchamos su pasaje: La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto” (1,18-19). Porque los novios, cuando la novia no era fiel o se quedaba embarazada, ¡tenían que denunciarla! Y las mujeres en aquella época eran lapidadas. Pero José era justo. Dice: “No, esto no lo haré. Me quedaré callado”.

Para comprender el comportamiento de José en relación con María, es útil recordar las costumbres matrimoniales del antiguo Israel. El matrimonio comprendía dos fases muy definidas. La primera era como un noviazgo oficial, que conllevaba ya una situación nueva: en particular la mujer, incluso viviendo aún en la casa paterna todavía durante un año, era considerada de hecho “mujer” del prometido esposo.

Todavía no vivían juntos, pero era como si fuera la esposa. El segundo hecho era el traslado de la esposa de la casa paterna a la casa del esposo. Esto sucedía con una procesión festiva, que completaba el matrimonio. Y las amigas de la esposa la acompañaban allí. En base a estas costumbres, el hecho de que “antes de estar juntos ellos, se encontró encinta”, exponía a la Virgen a la acusación de adulterio.

Y esta culpa, según la Ley antigua, tenía que ser castigada con la lapidación (cf. Dt 22,20-21). Sin embargo, en la praxis judía sucesiva se había afianzado una interpretación más moderada que imponía solo el acto de repudio, pero con consecuencias civiles y penales para la mujer, pero no la lapidación.


El Evangelio dice que José era “justo” precisamente por estar sujeto a la ley como todo hombre pío israelita. Pero dentro de él el amor por María y la confianza que tiene en ella le sugieren una forma que salva la observancia de la ley y el honor de la esposa: decide repudiarla en secreto, sin clamor, sin someterla a la humillación pública. Elige el camino de la discreción, sin juicio ni venganza. ¡Pero cuánta santidad en José! Nosotros, que apenas tenemos una noticia un poco folclorista o un poco fea sobre alguien, ¡vamos enseguida al chismorreo! José sin embargo está callado.

Papa novios enamoramientoPero añade enseguida el evangelista Mateo: “Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús porque él salvará a su pueblo de sus pecados”“ (1,20-21). Interviene en el discernimiento de José la voz de Dios que, a través de un sueño, le desvela un significado más grande de su misma justicia. ¡Y qué importante es para cada uno de nosotros cultivar una vida justa y al mismo tiempo sentirnos siempre necesitados de la ayuda de Dios! Para poder ampliar nuestros horizontes y considerar las circunstancias de la vida desde un punto de vista diferente, más amplio.

Muchas veces nos sentimos prisioneros de lo que nos ha sucedido: “¡Pero mira lo que me ha pasado!” y nosotros permanecemos prisioneros de esa cosa mala que nos ha pasado; pero precisamente ante algunas circunstancias de la vida, que nos parecen inicialmente dramáticas, se esconde una Providencia que con el tiempo toma forma e ilumina de significado también el dolor que nos ha golpeado.  La tentación es cerrarnos en ese dolor, en ese pensamiento de las cosas no bonitas que nos suceden a nosotros. Y esto no hace bien. Esto lleva a la tristeza y a la amargura. El corazón amargo es muy feo.

Quisiera que nos detuviéramos a reflexionar sobre un detalle de esta historia narrada por el Evangelio y que muy a menudo descuidamos. María y José son dos novios que probablemente han cultivado sueños y expectativas respecto a su vida y a su futuro. Dios parece entrar como un imprevisto en su historia y, aunque con un esfuerzo inicial, ambos abren de par en par el corazón a la realidad que se pone ante ellos. Queridos hermanos y hermanas, muy a menudo nuestra vida no es como la habíamos imaginado. Sobre todo, en las relaciones de amor, de afecto, nos cuesta pasar de la lógica del enamoramiento a la del amor maduro. Y se debe pasar del enamoramiento al amor maduro. Vosotros recién casados, pensad bien en esto.

La primera fase siempre está marcada por un cierto encanto, que nos hace vivir inmersos en un imaginario que a menudo no corresponde con la realidad de los hechos. Pero precisamente cuando el enamoramiento con sus expectativas parece terminar, ahí puede comenzar el amor verdadero. Amar de hecho no es pretender que el otro o la vida corresponda con nuestra imaginación; significa más bien elegir en plena libertad tomar la responsabilidad de la vida, así como se nos ofrece. Es por esto por lo que José nos da una lección importante, elige a María “con los ojos abiertos”. Y podemos decir con todos los riesgos. Pensad, en el Evangelio de Juan, un reproche que hacen los doctores de la ley a Jesús es este: “Nosotros no somos hijos que provienen de allí”, en referencia a la prostitución.

Pero porque estos sabían cómo se había quedado embarazada María y querían ensuciar a la madre de Jesús. Para mí es el pasaje más sucio, más demoniaco del Evangelio. Y el riesgo de José nos da esta lección: toma la vida como viene. ¿Dios ha intervenido ahí? La tomo. Y José hace como le había ordenado el Ángel del Señor: de hecho, dice el Evangelio: “Despertándose José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.  Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús” (Mt 1,24-25). Los novios cristianos están llamados a testimoniar un amor así, que tenga la valentía de pasar de las lógicas del enamoramiento a las del amor maduro. Y esta es una elección exigente, que, en lugar de aprisionar la vida, puede fortificar el amor para que sea duradero frente a las pruebas del tiempo.

El amor de una pareja va adelante en la vida y madura cada día. El amor del noviazgo es un poco —permitidme la palabra— un poco romántico. Vosotros lo habéis vivido todo, pero después empieza el amor maduro, de todos los días, el trabajo, los niños que llegan. Y a veces el romanticismo desaparece un poco. ¿Pero no hay amor? Sí, pero amor maduro. “Pero sabe, padre, nosotros a veces nos peleamos…”. Esto sucede desde el tiempo de Adán y Eva hasta hoy: que los esposos peleen es el pan nuestro de cada día. “¿Pero no se debe pelear?” Sí, se puede. “Y, padre, pero a veces levantamos la voz” – “Sucede”. “Y también a veces vuelan los platos” – “Sucede”.

¿Pero qué hacer para que no se dañe la vida del matrimonio? Escuchad bien: no terminar nunca el día sin hacer las paces. Hemos peleado, yo te he dicho palabrotas, Dios mío, te he dicho cosas feas. Pero ahora termina la jornada: tengo que hacer las paces. ¿Sabéis por qué? Porque la guerra fría al día siguiente es muy peligrosa. No dejéis que el día siguiente empiece con una guerra. Por eso hacer las paces antes de ir a la cama. Recordadlo siempre: nunca terminar el día sin hacer las paces. Y esto os ayudará en la vida matrimonial. Este recorrido del enamoramiento al amor maduro es una elección exigente, pero tenemos que ir sobre ese camino.

Y también esta vez concluimos con una oración a san José.

San José,

tú que has amado a María con libertad,

y has elegido renunciar a tu imaginario para hacer espacio a la realidad,

ayuda a cada uno de nosotros a dejarnos sorprender por Dios

y a acoger la vida no como un imprevisto del que defendernos,

sino como un misterio que esconde el secreto de la verdadera alegría.

Obtén para todos los novios cristianos la alegría y la radicalidad,

pero conservando siempre la conciencia

de que solo la misericordia y el perdón hacen posible el amor. Amén.

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