“Las personas son la verdadera riqueza”

Audiencia del Papa con una delegación de Ance, la Asociación Nacional de Constructores

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Audiencia del Papa con una delegación de Ance, la Asociación Nacional de Constructores, 20 enero 2022 © Vatican Media

“Las personas son la verdadera riqueza: sin ellas no hay comunidad de trabajo, ni empresa, ni economía”, ha expuesto el Papa Francisco.

Hoy, 20 de enero de 2022, el Papa ha recibido en audiencia a una delegación de Ance, la Asociación Nacional de Constructores en la Sala Clementina del Vaticano del Palacio Apostólico.

La importancia de recurrir a las motivaciones

personas la verdadera riquezaAl comienzo de su discurso, Francisco recordó que la Asociación Nacional de Contratistas de la Construcción fue fundada en 1946 como asociación empresarial que representaba a empresas italianas de todos los tamaños que operaban en el sector de la construcción.

Del mismo modo, el Papa subrayó el difícil momento que está viviendo el sector, por eso, “en estos tiempos es importante recurrir a las motivaciones, a las opciones fundamentales”. “Por mi parte, me gustaría compartir con vosotros algunas de las enseñanzas del Evangelio, que pueden ayudaros en vuestro trabajo. Es una interpretación cristiana de los valores que le inspiran: competencia y transparencia; responsabilidad y sostenibilidad; ética, legalidad y seguridad”, añade.

En sus palabras, el Santo Padre remite al Evangelio cuando Jesús, en su predicación, “también utilizó la metáfora de la construcción para transmitir sus mensajes”. Es el caso, por ejemplo, del capítulo 6 del Evangelio de Lucas (vv. 46-49), donde, “entre otras cosas, Jesús expone el comportamiento hipócrita y perezoso de los que sólo hablan sin hacer”. Pues, “haciendo gala de la sabiduría del ingeniero de la construcción, compara a los charlatanes con los que construyen casas en terrenos arenosos sin cimientos”.

‘Coherencia operativa’ para construirse a sí mismo

Por supuesto, prosigue el Pontífice, “Jesús no está pensando en grandes edificios, pero señala que estos edificios se construyen junto al río, mientras que el buen constructor sabe que en la primera inundación tal casa está destinada a ser arrastrada”. Precisamente, en la predicación de Jesús, “el creyente es aquel que no sólo aparenta ser cristiano por fuera, sino que realmente actúa como tal. Y es esta “coherencia operativa” la que le permite construirse a sí mismo no sólo en los momentos normales de la vida, sino mantenerse incluso en los momentos difíciles”, señala.

Para el Santo Padre, esto significa también “que la fe no nos protege del mal tiempo, sino que, acompañada de buenas obras, nos fortalece y nos hace capaces de resistirlo”. “Y es precisamente en este sentido que los valores que inspiran su pertenencia a la Asociación deben ser preservados y encarnados diariamente”.

Respecto a esta cuestión, el Pontífice destaca como valores la competencia y transparencia. “La competencia por sí sola no es suficiente. En la lógica utilitaria del mercado, puede llevar a la oposición hasta el punto de eliminar al otro”. Por eso, “debe ser un incentivo para hacerlo mejor y bien, no un deseo de dominación y exclusión”, agrega.

Responsabilidad y sostenibilidad

Por otra parte, el Obispo de Roma resalta la responsabilidad y sostenibilidad. “Nunca antes habíamos oído hablar tanto de sostenibilidad: se pone en duda la capacidad de regeneración de todo ecosistema. En el sector de la construcción, es fundamental utilizar materiales que ofrezcan seguridad a las personas”. Del mismo modo, “tiene que ver con la belleza de los lugares y la calidad de las relaciones”, añade.

Respecto a la ética, la legalidad y la seguridad, el Sucesor de Pedro señala cómo el año pasado murieron “demasiadas personas en el trabajo”. “No son números, son personas. Incluso en las obras de construcción se han producido tragedias que no podemos ignorar. Lamentablemente, si consideramos la seguridad en el trabajo como un coste, partimos de un supuesto erróneo. La gente es la verdadera riqueza”, recuerda.

Para finalizar, Francisco resalta que “las personas son la verdadera riqueza: sin ellas no hay comunidad de trabajo, ni empresa, ni economía”. De igual manera expone que “trabajar con seguridad permite a todos expresar lo mejor de sí mismos mientras se ganan el pan de cada día. Cuanto más cuidemos la dignidad del trabajo, más seguro estaremos de que la calidad y la belleza del trabajo realizado aumenten”.

A continuación, sigue el discurso del Papa Francisco traducido por Exaudi

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Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!


Agradezco al presidente sus palabras de saludo. Les doy la bienvenida con motivo de su 75º aniversario, celebrado en los últimos meses; una ocasión para recordar una historia que se remonta a la posguerra en Italia. La Asociación Nacional de Contratistas de la Construcción se fundó en 1946 como asociación empresarial que representaba a empresas italianas de todos los tamaños que operaban en el sector de la construcción.

Creo que también es un momento difícil para su sector. Y en estos tiempos es importante recurrir a las motivaciones, a las opciones fundamentales. Por mi parte, me gustaría compartir con vosotros algunas de las enseñanzas del Evangelio, que pueden ayudaros en vuestro trabajo. Es una interpretación cristiana de los valores que le inspiran: competencia y transparencia; responsabilidad y sostenibilidad; ética, legalidad y seguridad.

El Evangelio atestigua que Jesús, en su predicación, también utilizó la metáfora de la construcción para transmitir sus mensajes. Es el caso, por ejemplo, del capítulo 6 del Evangelio de Lucas (vv. 46-49), donde, entre otras cosas, Jesús expone el comportamiento hipócrita y perezoso de los que sólo hablan sin hacer. Haciendo gala de la sabiduría del ingeniero de la construcción, compara a los charlatanes con los que construyen casas en terrenos arenosos sin cimientos. Por supuesto, Jesús no está pensando en grandes edificios, pero señala que estos edificios se construyen junto al río, mientras que el buen constructor sabe que en la primera inundación tal casa está destinada a ser arrastrada.

Su parábola, sin embargo, continúa con la otra cara de la moneda: “El que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica […] es como un hombre que, construyendo una casa, ha cavado muy hondo y ha puesto los cimientos sobre la roca” (vv. 47-48). La imagen es aún más interesante si pensamos que ese constructor no sólo hizo lo correcto en el momento presente, sino que también defendió la casa de posibles inundaciones futuras. Uno podría decir: ¡pero eso nunca ocurrió! Sí, pero podría ocurrir. Eso es lo que estamos presenciando hoy con el cambio climático: están ocurriendo cosas que nunca antes habían sucedido.

En la predicación de Jesús, el creyente es aquel que no sólo aparenta ser cristiano por fuera, sino que realmente actúa como tal. Y es precisamente esta “coherencia operativa” la que le permite construirse a sí mismo no sólo en los momentos normales de la vida, sino mantenerse incluso en los momentos difíciles. Esto significa también que la fe no nos protege del mal tiempo, sino que, acompañada de buenas obras, nos fortalece y nos hace capaces de resistirlo. Y es precisamente en este sentido que los valores que inspiran su pertenencia a la Asociación deben ser preservados y encarnados diariamente.

Competencia y transparencia. La competencia por sí sola no es suficiente. En la lógica utilitaria del mercado, puede llevar a la oposición hasta el punto de eliminar al otro. Nos engaña al pensar que podemos ganar al otro, o que la derrota del otro debe tenerse en cuenta en los resultados económicos. Cuando esto sucede, se socava el tejido social de confianza que permite que el propio mercado funcione correctamente. La competencia debe ser un incentivo para hacerlo mejor y bien, no un deseo de dominación y exclusión. Por eso es esencial la transparencia en los procesos de toma de decisiones y en las opciones económicas. Competencia y transparencia juntas. Permite evitar la competencia desleal, que en el ámbito económico y laboral se traduce a menudo en la pérdida de puestos de trabajo, el apoyo al trabajo no declarado o el trabajo mal pagado. Acaba favoreciendo formas de corrupción que se alimentan de la oscuridad de la ilegalidad y la injusticia. Y este no es el camino correcto: es un camino que está enfermo y no es bueno.

Responsabilidad y sostenibilidad. Nunca antes habíamos oído hablar tanto de sostenibilidad: se pone en duda la capacidad de regeneración de todo ecosistema. En el sector de la construcción, es fundamental utilizar materiales que ofrezcan seguridad a las personas. Al mismo tiempo, hay que evitar la explotación del medio ambiente cooperando en la inviabilidad de ciertos territorios especialmente explotados. Todas las empresas pueden contribuir de forma responsable a la sostenibilidad del trabajo.

Además, la sostenibilidad tiene que ver con la belleza de los lugares y la calidad de las relaciones. Aquí me gustaría retomar una reflexión de la encíclica Laudato sisobre la relación entre los espacios urbanos y el comportamiento humano: “Quienes diseñan los edificios, los barrios, los espacios públicos y las ciudades necesitan la contribución de diversas disciplinas para comprender los procesos, el simbolismo y el comportamiento de las personas. No basta con buscar la belleza en el diseño, porque es aún más valioso servir a otro tipo de belleza: la calidad de vida de las personas, su armonía con el entorno, el encuentro y la ayuda mutua. Por eso también es tan importante que las opiniones de la población local contribuyan siempre al análisis de la planificación urbana” (nº 150). Que su trabajo ayude a las comunidades a fortalecer los lazos de solidaridad, cooperación y ayuda mutua.

Ética, legalidad y seguridad. El año pasado murieron demasiadas personas en el trabajo. No son números, son personas. Incluso en las obras de construcción se han producido tragedias que no podemos ignorar. Lamentablemente, si consideramos la seguridad en el trabajo como un coste, partimos de un supuesto erróneo. La gente es la verdadera riqueza. Me recuerda lo que ocurrió en la construcción de la Torre de Babel. En aquella época, los ladrillos eran difíciles de fabricar, porque había que coger la paja, la hierba, y luego hacer la masa, hornear, un trabajo enorme.

Un ladrillo era, no diré una fortuna, pero costaba dinero. Si un ladrillo se caía durante la construcción de la torre, era una tragedia, y el trabajador responsable era castigado. Pero si un trabajador se caía, no pasaba nada. ¡Esto debe hacernos pensar! Las personas son la verdadera riqueza: sin ellas no hay comunidad de trabajo, ni empresa, ni economía. La seguridad en el trabajo significa salvaguardar los recursos humanos, que tienen un valor inestimable a los ojos de Dios y también a los del verdadero empresario. Por ello, la legalidad debe entenderse como la protección del máximo patrimonio, que son las personas. Trabajar con seguridad permite a todos expresar lo mejor de sí mismos mientras se ganan el pan de cada día. Cuanto más cuidemos la dignidad del trabajo, más seguro estaremos de que la calidad y la belleza del trabajo realizado aumenten.

Que San José, patrón de los trabajadores, os apoye en vuestros esfuerzos. Yo también os acompaño con mis oraciones y mi bendición. Y les pido que sigan lo que dijo el presidente: que recen por mí. Gracias.

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