Directivos de empresas, capacidad estratégica: Fomentar una moral personal

Apreciar aspectos profundos de la naturaleza humana

Directivos moral personal
Directivo © Pexels. Energepic.com

El doctor Alejandro Fontana, profesor de Dirección General y Control Directivo en la Universidad de Piura, comparte con los lectores de Exaudi este artículo titulado “El desarrollo de la capacidad estratégica en los directivos de empresas: la necesidad de fomentar una moral personal”.

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“Venimos de una fase de desarrollo en la que se ha privilegiado lo que es material y técnico respecto a lo que es ético y espiritual” (Benedicto XVI, 2010)

En el medio donde me desenvuelvo cada vez se ve más necesario que quien desea ser directivo complemente su experiencia con una maestría en dirección de empresas, o también, que quien se desempeña como tal refuerce sus habilidades y conocimientos con un programas de educación ejecutiva.

Para evaluar las distintas alternativas, muchas veces nos fijamos en los rankings de las distintas Escuelas. Cuando he revisado, no obstante, los criterios que dichas evaluaciones utilizan, no he encontrado que se enfoquen en lo que debería ser el objetivo principal de un programa ejecutivo: la mejora decisional del participante del programa. Con esto, no hago más que reclamar aquellas cualidades que un directivo debería asegurar: diagnosticar correctamente el problema, y ser capaz de resolverlo.

En consecuencia, podría afirmar que un programa directivo adecuado requeriría desarrollar tres capacidades: la capacidad estratégica, la ejecutiva y el liderazgo. De estas tres cualidades, la que permite hacer un diagnóstico adecuado del problema es la capacidad estratégica. Algunos autores consideran que es innata; personalmente, me inclino por reconocer que tiene aspectos innatos, pero que al mismo tiempo es objeto de aprendizaje.

Lo que también llama la atención al revisar los contenidos de los programas propuestos para el desarrollo de esta capacidad es no encontrar una referencia directa al vínculo entre su perfeccionamiento y el desarrollo de una auténtica moral personal. Mi propósito es desarrollar, ahora, estas ideas, y mostrar el estrecho vínculo entre una capacidad estratégica profunda y una moral personal.


La capacidad estratégica reclama adelantarse a los sucesos, y hacer los movimientos adecuados, ahora, para llegar al objetivo planteado. Esto implica un razonamiento teórico y lógico, que busca proporciones y razones entre las distintas variables que están implicadas. Por ejemplo, para entender las características del modelo de negocio, el directivo tiene que responderse adecuadamente a la pregunta por las características e intereses de sus consumidores y clientes, por los atributos de sus productos, las capacidades de su organización; analizar también, los atributos de los otros productos que sus clientes y competidores pueden encontrar en el mercado; y leer, adecuadamente, los otros factores del entorno. Esto significa un razonamiento lógico. A este análisis lógico se tiene que sumar un buen uso instrumental. De hecho, para analizar situaciones complejas, existen herramientas de diversa naturaleza: financieras, cuantitativas, comerciales, de operaciones.

Pero esta capacidad demanda, además, una dimensión adicional: saber tener en cuenta las consecuencias que las propias decisiones generan en el aprendizaje de los distintos agentes con los que se interactúa al hacer esas decisiones. Es decir, el aumento o disminución de la confianza de los colaboradores y proveedores, y las consecuencias que sufrirán los clientes y los otros stakeholders. La capacidad estratégica supone un conocimiento adecuado de la naturaleza humana, y en especial, estar convencido que  las personas no son medios para algo, sino fines en sí mismos. El directivo debe tener en cuenta que las personas no son realidades estáticas, sino una realidad en constante dinamismo. A diferencia de la realidad material,  que es relativamente estable –porque la naturaleza física sufre también el efecto mercado, y el aumento de las capacidades de la técnica humana–, el mundo personal es, por condición natural, dinámico y variable. Una persona no es la misma, aunque lo parezca, unos meses después. En ese corto tiempo, al interactuar con otras personas –nadie es un sujeto aislado– se han originado cambios en ella: en su modo de percibir la realidad, en su modo de juzgar, incluso, en su forma de relacionarse con los demás. Por tanto, en cada una de las interacciones con otras personas se da un aprendizaje.

La persona aprende algo constantemente, aunque también se podría decir que puede desaprender. El aprendizaje en última instancia se centra en dos alternativas: se es más libre o se es menos libre. El aprendizaje positivo irá en la línea de estar menos restringido por la realidad circundante y permitirá poseer más capacidad de autodeterminación. El aprendizaje negativo será la mayor atadura a lo circundante: una dependencia negativa, restrictiva, aplastante, que impide ser libre: tener libertad de acción, o capacidad de autodeterminación hacia aquello que más la desarrolla y engrandece.

Por eso, si el análisis estratégico debe capacitar para saber qué debe hacer la organización, no puede dejar de tener una valoración moral, que es la valoración propia del ámbito personal. Como recoge la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, “es esencial que nos convenzamos de la prioridad de lo ético sobre lo técnico, de la primacía de la persona humana sobre las cosas, de la superioridad del espíritu sobre la materia”.

Solo quien valora en sí mismo esta dimensión moral está capacitado para descubrir los posibles efectos de sus decisiones en el entorno personal que le rodea. Si el propio directivo no es para sí mismo sujeto de desarrollo y libertad, es imposible que sus acciones puedan identificar lo que conviene a los demás en esas mismas dimensiones. Por eso, aunque debe moverse con soltura en las dimensiones lógica e instrumental, lo que marcará la diferencia y calidad de su estilo de dirección será su habilidad para desempeñarse, adecuadamente, en el plano de los aprendizajes personales: el cognoscitivo y el de servicio.

Un programa de educación estratégica no puede quedarse en el desarrollo de una lógica, ni tampoco en el dominio de unas herramientas funcionales. La capacidad estratégica está estrechamente vinculada con la capacidad de ver aspectos más profundos de la naturaleza humana: el aprendizaje fruto de la interacción y el desarrollo de la capacidad de servicio.