El aborto en la película «Nefarious»

Importante precisión

Vaya por delante que los creadores del film «Nefarious» han ofrecido un trabajo extraordinario que deberían ver tanto creyentes como no creyentes porque ha puesto el dedo en la llaga. El maligno penetra por cualquier resquicio aniquilando toda esperanza, a la par que nos lleva a su terreno apoderándose de nuestra mente y voluntad si no estamos atentos y nos dejamos seducir por él. El padre de la mentira es astuto y como se dice en el film «paciente». No suelta fácilmente a su presa y por eso el papa Francisco recuerda que no debemos dialogar con él, que hemos de cerrar puertas y ventanas.

Se ha escrito mucho respecto a las bondades de esta película que hará mucho bien a quien determine verla. Constatará la sutileza de los argumentos esgrimidos para justificar lo injustificable: eliminar al inocente o desembarazarse de quien ya nos resulta «útil» en esta sociedad que cosifica tan fácilmente a las personas y no respeta su dignidad. Pero hay un matiz en el diálogo sobre el aborto que no es acorde al Magisterio eclesial. Veamos.

«Nefarious» se regodea contabilizando los segundos que faltan para que se consuma el crimen contra el hijo no nacido del incrédulo psiquiatra, cuya novia se halla en esos momentos en la clínica abortiva. Le hace saber el enorme alborozo que un aborto provoca en todo el infierno diciendo: «Tu hijo no nacido está ahora en nuestro altar. ¡Y todo el infierno se regocija!». Y en esta afirmación se halla el error. Un niño abortado es un mártir. Muere cruelmente martirizado. Esto no es un eufemismo. Aún hay muchas personas que se niegan a creerlo cuando se les explica de qué modo se les elimina en el útero materno.

La pregunta por el destino de estos niños a los que directamente se les negó el bautismo ha sido examinada dentro de la Iglesia católica. En 1994 una Comisión Teológica Internacional se ocupó de estudiar este importantísimo tema que ya había llamado la atención del cardenal Ratzinger en 1984. Ocupando la Silla de Pedro, el 19 de abril de 2007 fue él mismo quien aprobó el texto «La esperanza de salvación para los niños que mueren sin el bautismo», preparado por la Comisión Teológica Internacional, y al día siguiente, 20 de abril, confirmó que los niños sin uso de razón que mueren sin ser bautizados gozan de la «visión beatífica». Señaló que la exclusión de los niños inocentes del Paraíso no parece reflejar el especial amor de Cristo por los «más pequeños». De este modo, quedaba cerrado el asunto del limbo que es donde se afirmaba iban a parar los niños que no habían sido bautizados. Nótese que antes de esta declaración la Iglesia nunca mencionó el infierno para ellos.


También Fernando Rielo, Fundador de los misioneros identes, el 6 de enero de 1969 en uno de los numerosos documentos que envió a san Pablo VI se había manifestado en estos términos respecto al limbo. Avalaba su texto el dato revelado, un estudio riguroso acerca de la posición seguida por la Iglesia desde los Santos Padres hasta ese momento, que entre otras cuestiones ligadas a este asunto que igualmente abordó, como el pecado original, le permitieron mostrar la debilidad del argumento que sostenía la tesis del limbo para los niños no bautizados, todo ello con gran contenido teológico. Tenía la firme convicción de que el insondable amor del Padre no podía dejar excluidas de su beatífica presencia a tantas criaturas indefensas que morían sin ser bautizadas.

Todos los niños a los que se le impidió ver la luz del día se les negó esta gracia del bautismo. No tuvieron siquiera la opción de querer alcanzar la gloria. Pero Cristo murió también por ellos.

Concluyendo. No puede haber alborozo en el infierno cuando se les priva de la vida a través del aborto como afirma «Nefarious». Sí lo habrá por el acto cometido por todos los responsables de su muerte como con cualquier concesión personal (o colectiva) que se hace al maligno, aunque cada una de las acciones cometidas revista su propia gravedad.

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