El club de los adúlteros. ¡Otro igual!

Pedir perdón y volver a ser quienes habían decidido ser

Me llegan noticias de otro cuarentón que ha decidido dejar su casa, su esposa y sus hijos y seguir el rastro de otra/s mujer/es más joven/es que él.

Y ya son tantos los que han seguido este camino que pienso (¡otro igual!) que sería bueno que montaran un club (quizás ya existe, pero lo desconozco). Si existe seguro que hay lista de espera para nuevas admisiones. No deben dar abasto.

Este último conocido ha usado los argumentos habituales, pero su originalidad consiste en cómo y dónde presentarlos: en la cena, delante de los niños y sin anestesia previa. La escena será difícil de olvidar por los allí presentes.

Las frases se repiten con mayor o menor exactitud:

  • “Ya no te quiero”
  • “Yo no estoy hecho para el matrimonio”
  • “Quiero vivir la vida”

Analicémoslas con detenimiento.

  • “Ya no te quiero”

Cierto. La infidelidad (subterfugio verbal que reduce la carga moral de la palabra adulterio), la infidelidad reiterada requiere un nivel de egoísmo tan profundo que es incompatible con el amor. El adúltero está incapacitado para amar. A nadie. Absolutamente a NADIE.

He oído de alguno que ha dicho “nunca te he querido” pero eso me parece más un recurso literario para reforzar su posición que una realidad.

Claro que la amaste. Y hubieras dado tu vida por ella. Pero ahora has decido cambiar. Cambiar de todo. Cambiar de mujer, cambiar de casa, hay quien incluso está dispuesto a cambiar de hijos. Pero es un cambio tan violento – para los demás y para ti – que decir “nunca te he querido” es un magnífico recurso para mantener tu conciencia algo tranquila. Freud lo llamaba mecanismo de defensa.

  • “Yo no estoy hecho para el matrimonio”

¿Ah, no?. ¿Y para qué estás hecho? ¿Para el celibato? Ah … para eso tampoco. Entonces ¿para qué?. ¿Para ir de cama en cama? Sí, pero sin ataduras ¿verdad?, sin compromiso.

¿Y has necesitado más de 15 años de matrimonio para darte cuenta?

¿Necesitabas tener tres hijos para percatarte que esto no es lo tuyo?

Pues permíteme que te explique algo.

Tú, si tú, estás hecho para el matrimonio. Igual que yo. Y también estás hecho para el celibato. Sí, para el celibato. Igual que yo. Y estás hecho para el puterío. Yo también. Y estás hecho para ser una persona extremadamente amable y simpática. Y también para ser desagradable y antipático. Como yo.

Lo cierto es que el ser humano es, en esencia, todo potencial. Podemos ser de una infinidad de maneras. Podemos asumir compromisos y podemos romperlos. Podemos honestos o deshonestos.

Tú eliges qué quieres ser.

Y tú elegiste decir a tu esposa, mirándola a los ojos y delante de decenas de personas “prometo serte fiel, amarte y respetarte … hasta que la muerte nos separe”.

Y tú has elegido pasarte tus palabras, tu compromiso y tu elección por el arco del triunfo. Por el mismo lugar que según parece has decidido pasarte toda aquella que esté dispuesta a colaborar con tu “cambio de parecer”.

Lo has elegido tú. Eso de “no estoy hecho para el matrimonio” es una pésima escusa. Es intentar pasar la responsabilidad de tus decisiones a “tu naturaleza”. Hay otros que intentan culpar a “la educación recibida”.


Sé un poco hombre. Asume tus decisiones.

Estás hecho, si quieres, para el matrimonio. Y no hacía falta ni más de quince años de convivencia ni tener tres hijos para darte cuenta de que “eso ya no es lo quiero”, pero te ha bastado un polvo fuera de casa para darte cuenta que te gusta más que comer con los dedos. Para tu conciencia resultaba demasiado hiriente, así que has tenido que construirte toda una serie de excusas (todas cutres, simples y baratas) para poder romper con aquel quien habías decidido ser, y poder convertirte en “tu nuevo yo”.

Puede que tus excusas, tus «mecanismos de defensa» a ti te sirvan, pero te aseguro que no sirven a nadie más.

  • “Quiero vivir la vida”

De nuevo no has sido nada original. Lo decís todos, aunque hay quien matiza un poco: “quiero disfrutar la vida”. ¿Pero eso que significa?

Acaso los que nos mantenemos fieles al matrimonio y en el matrimonio estamos “muriendo la vida”, o caso estamos “sufriendo la vida”.

¿Qué significa eso de “quiero vivir la vida”?. ¿No te das cuenta que es una frase absolutamente vacía? No tiene ningún significado porque es una frase incompleta.

¡Termínala! Sé valiente. ¡Termina la frase!.

Di: “quiero vivir la vida lo más egoístamente posible”, o “lo más inmaduramente posible”.

Di “quiero disfrutar la vida renunciando a las responsabilidades a las que me había comprometido”, o “quiero disfrutar la vida pensando solo en mi”.

Sé un hombre, asume tus responsabilidades. Claro que lo que estoy diciendo es incongruente. Si asumieras tus responsabilidades no hubieras sido infiel a tu mujer y a tus hijos.

Sí, a tus hijos. Todo el mundo sabe que el adulterio no solo es una infidelidad con el cónyuge, sino que también lo es, en primer grado, con los hijos. Con ellos tenemos el compromiso tácito de ser fieles. Por ello la mayoría de los adúlteros luchan a capa y espada para ocultar la infidelidad a sus hijos. Saben que si ellos se enteran será explícita su pérdida de responsabilidad, de honestidad y de dignidad como padres.

Eso es lo curioso de tu caso. Desde el primer momento lo hiciste explicito, a tu mujer y a tus hijos. No sé si eso te hace más coherente o más cruel.

Pero ten por seguro que no me equivoco. Sé perfectamente que no soy mejor que tú. Ni un ápice.

Si tú has caído, yo puedo ser el siguiente. No lo dudo.

Por ello llevo años tomando medidas para prevenir caer. Básicamente consiste en pequeños trucos que me permiten tener muy vivo y muy presente mi amor por mi mujer y por mis hijos. Y puedo decir que funcionan.

Pero quiero acabar con un punto de esperanza. He conocido hombres y mujeres que habiendo caído en el adulterio, en la infidelidad, han sabido recomponerse, pedir perdón y volver a ser quienes habían decidido ser.

Es cierto que requiere que sus cónyuges muestren el más alto grado de amor, el que es capaz de conceder el perdón. Pero es posible, sí, es posible, aunque para ello, eso sí, es necesario, antes, pedir perdón.