El Papa: Dios se hace cercano para acompañarnos, con ternura, y para perdonarnos

Palabras del Santo Padre en el Ángelus

Vatican Media
Vatican Media

A las 12 del mediodía de hoy, Domingo, 4 de febrero de 2024, el Santo Padre Francisco se asomó a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.

Un Jesús que sale al encuentro de la humanidad herida, que está en movimiento, que visita nuestras casas, que quiere salvar, liberar, sanar, es el que propone Francisco en el Ángelus de este domingo, porque la fe no es un consuelo que nos deja tranquilos, sino un impulso para dar a conocer a un Padre lleno de amor y compasión.

Estas fueron las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

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Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia nos muestra a Jesús en movimiento: efectivamente, acaba de terminar de predicar y, tras salir de la sinagoga, se dirige a casa de Simón Pedro y cura a su suegra; luego, por la tarde, sale de nuevo hacia la puerta de la ciudad, donde encuentra a muchos enfermos y endemoniados y los sana; a la mañana siguiente, se levanta muy pronto y sale para retirarse a rezar; finalmente se pone de nuevo en camino y recorre toda la Galilea (cfr. Mc 1,29-39). Jesús en movimiento.

Detengámonos en este continuo movimiento de Jesús, que nos dice una cosa importante sobre Dios y, al mismo tiempo, nos interpela con algunas preguntas sobre nuestra fe.

Jesús, que sale al encuentro de la humanidad herida, nos manifiesta el Rostro del Padre. Puede que en nuestro interior aún tengamos la idea de un Dios distante, frío, indiferente ante nuestra suerte. El Evangelio, en cambio, nos muestra que Jesús, después de haber enseñado en la sinagoga, sale para que la Palabra que ha predicado pueda alcanzar, tocar y sanar a las personas. De este modo nos revela que Dios no es un amo distante que nos habla desde lo alto; por el contrario, es un Padre lleno de amor que se hace cercano, que visita nuestras casas, que quiere salvar y liberar, sanar todo mal del cuerpo y del espíritu. Dios siempre está cerca de nosotros. La actitud de Dios se puede describir con tres palabras: cercaníacompasión y ternura. Dios se hace cercano para acompañarnos, con ternura, y para perdonarnos. No olviden esto: cercaníacompasión y ternura. Esta es la actitud de Dios.

Este incesante caminar de Jesús nos interpela. Podemos preguntarnos: ¿hemos descubierto el Rostro de Dios como Padre de la misericordia, o más bien anunciamos y creemos en un Dios frío, un Dios distante? ¿La fe nos mueve a ponernos en camino, o es para nosotros un consuelo intimista que nos deja tranquilos? ¿Rezamos solo para sentirnos en paz, o la Palabra que escuchamos y predicamos nos hace salir también a nosotros, como a Jesús, al encuentro de los demás para difundir el consuelo de Dios? Nos hará bien hacernos estas preguntas.

Miremos, entonces, el camino de Jesús, y recordemos que nuestro primer trabajo espiritual es éste: abandonar el Dios que creemos conocer y convertirnos cada día al Dios que Jesús nos presenta en el Evangelio, que es el Padre del amor y el Padre de la compasión. El Padre cercano, compasivo y tierno. Y cuando descubrimos el verdadero Rostro del Padre, nuestra fe madura: ya no nos quedamos como “cristianos de sacristía” o “de salón”, sino que nos sentimos llamados a ser portadores de la esperanza y la sanación de Dios.

Que María Santísima, Mujer en camino, nos ayude a salir de nosotros mismos para anunciar y testimoniar al Señor, que es cercano, compasivo y tierno.

 


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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

el próximo 10 de febrero, millones de familias celebrarán, en Asia oriental y en otras partes del mundo, el fin del año lunar. Les envío un cordial saludo, con el deseo de que esta fiesta sea una ocasión para vivir relaciones de afecto y gestos de atención que contribuyan a crear una sociedad solidaria y fraterna, en la que toda persona sea reconocida y acogida con su inalienable dignidad. Mientras invoco la bendición del Señor sobre todos, los invito a rezar por la paz que el mundo tanto anhela y que, hoy más que nunca, está en riesgo en muchos lugares. La paz no es responsabilidad de unos pocos, sino de toda la familia humana: ¡cooperemos todos para construirla con gestos de compasión y valentía!

Y sigamos rezando por las poblaciones que sufren a causa de la guerra, especialmente en Ucrania, Palestina e Israel.

Hoy se celebra en Italia la Jornada por la Vida, sobre el tema “La fuerza de la vida nos sorprende”. Me uno a los obispos italianos en el deseo de que se superen las visiones ideológicas para redescubrir que toda vida humana, incluso la más afectada por las limitaciones, tiene un valor inmenso y es capaz de donar algo a los demás.

Saludo a los jóvenes que han venido, de numerosos países, a la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata, que se celebrará el 8 de febrero, memoria de Santa Josefina Bakhita, la monja sudanesa que fue esclava cuando era joven. Todavía hoy, muchos hermanos y hermanas son engañados con falsas promesas y luego sometidos a explotación y abusos. Unámonos todos para luchar contra el dramático fenómeno global de la trata de seres humanos.

Oremos también por los fallecidos y los heridos víctimas de los devastadores incendios que han afectado el centro de Chile.

Saludo a todos los que han venido de Roma, de Italia y de muchas partes del mundo. Saludo especialmente a los consagrados y consagradas de más de 60 países que participan en el encuentro «Peregrinos de esperanza por el camino de la paz», promovido por el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Saludo a los estudiantes de Badajoz (España) y a los de la Escuela salesiana «Sévigné» de Marsella; también a los fieles polacos de Varsovia y de otras ciudades; y a los grupos de San Benedetto del Tronto, Ostra y Cingoli. ¡Y veo ahí banderas japonesas! Saludo a los japoneses. Veo también banderas polacas: saludo a los polacos, y a todos ustedes, y también a los jóvenes de la Inmaculada.

Les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta la próxima!

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