El Papa: En la hermosa aventura de dar amor, se multiplican la luz y la alegría

Palabras del Santo Padre en el Ángelus

Vatican Media
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Alas 12 del mediodía de este domingo, 21 de enero de 2024, el Santo Padre Francisco se asomó a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.

El Papa en el Ángelus se inspira en el Evangelio de este domingo, que narra el primer encuentro de Jesús con los discípulos, para exhortar a encontrar a Dios y presentarlo a los demás. El Pontífice recuerda que sólo del anuncio de la salvación de Jesús brota una felicidad que libera y hace mejor.

Estas fueron las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

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Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy narra la vocación de los primeros discípulos (cf. Mc 1,14-20). Llamar a otros a unirse a su misión es una de las primeras cosas que hace Jesús al comienzo de su vida pública: se acerca a unos jóvenes pescadores y les invita a seguirle para «hacerse pescadores de hombres» (v. 17). Y esto nos dice algo importante: al Señor le gusta implicarnos en su obra de salvación, nos quiere activos con Él, nos quiere responsables y protagonistas. Un cristiano que no es activo, que no es responsable en la obra de anunciar al Señor y que no es protagonista de su fe no es cristiano o, como decía mi abuela, es un cristiano «en agua de rosas».

Por sí mismo, Dios no nos necesitaría, pero nos necesita, a pesar de que ello implique asumir muchas de nuestras limitaciones: todos somos limitados, más aún, pecadores, y Él las asume. Fijémonos, por ejemplo, en la paciencia que tuvo con los discípulos: a menudo no entendían sus palabras (cf. 9,51-56), a veces no se llevaban bien entre ellos (cf. Mc 10,41), durante mucho tiempo no pudieron aceptar aspectos esenciales de su predicación, por ejemplo el servicio (cf. Lc 22,27). Sin embargo, Jesús los eligió y siguió creyendo en ellos. Esto es importante, el Señor nos ha elegido para ser cristianos. Y nosotros somos pecadores, hacemos una cosa tras otra, pero el Señor sigue creyendo en nosotros. Esto es maravilloso.

En efecto, llevar la salvación de Dios a todos fue la mayor felicidad de Jesús, su misión, el sentido de su existencia (cf. Jn 6,38) o, como él dice, su alimento (cf. Jn 4,34). Y en cada palabra y acción con las que nos unimos a Él, en la hermosa aventura de dar amor, se multiplican la luz y la alegría (cf. Is 9,2): no sólo a nuestro alrededor, sino también en nuestro interior. Anunciar el Evangelio, pues, no es perder el tiempo: es ser más felices ayudando a los demás a ser felices; es liberarnos ayudando a los demás a ser libres; es ser mejores ayudando a los demás a ser mejores.

Preguntémonos entonces: ¿me detengo de vez en cuando a recordar la alegría que creció en mí y a mi alrededor cuando acepté la llamada a conocer y testimoniar a Jesús? Y cuando rezo, ¿doy gracias al Señor por haberme llamado a hacer felices a los demás? Por último: ¿deseo, con mi testimonio y alegría, hacer gustar a alguien lo hermoso que es amar a Jesús?


Que la Virgen María nos ayude a saborear la alegría del Evangelio.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas

Los próximos meses nos conducirán a la apertura de la Puerta Santa, con la que iniciaremos el Jubileo. Os pido que intensifiquéis vuestra oración para prepararnos a vivir bien este acontecimiento de gracia y experimentar la fuerza de la esperanza de Dios. Por eso comenzamos hoy el Año de la oración, un año dedicado a redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo. Nos ayudarán también los subsidios que el Dicasterio para la Evangelización pondrá a nuestra disposición.

Durante estos días recemos especialmente por la unidad de los cristianos y no nos cansemos de invocar al Señor por la paz en Ucrania, en Israel y Palestina, y en tantas otras partes del mundo: son siempre los más débiles los que sufren la falta de ella. Pienso en los pequeños, en los numerosos niños heridos y asesinados, en los privados de afecto, privados de sueños y de futuro. Sintamos la responsabilidad de rezar y construir la paz para ellos.

He conocido con dolor la noticia del secuestro, en Haití, de un grupo de personas, entre ellas seis religiosos: al pedir de corazón su liberación, rezo por la armonía social en el país e invito a todos a poner fin a la violencia, que tanto sufrimiento causa a esa querida población.

Saludo a todos los que habéis venido de Roma, de Italia y de tantas partes del mundo: en particular, a los peregrinos de Polonia, Albania, Colombia, a los estudiantes del Instituto Pedro Mercedes de Cuenca (España), a los universitarios americanos que estudian en Florencia, al grupo de quinceañeras de Panamà, a los sacerdotes y emigrantes de Ecuador, a quienes aseguro oraciones por la paz para su país. Saludo a los fieles de Massafra y Perugia; a la Unión Católica Italiana de Maestros, Directivos y Formadores; al grupo Scout Agesci de Palmi.

Deseo a todos un buen domingo. Por favor, no olviden rezar por mí. Disfruten de la comida y ¡adiós!