Evangelio, 31 de octubre: Comentario de Mons. Enrique Díaz

Un domingo para pensar y discernir lo importante en nuestra vida

Evangelio 31 octubre Díaz
Joven en Misa © Exe Lobaiza Cathopic

Monseñor Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio del próximo 31 de octubre, XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, en el que invita a pensar y discernir lo importante en nuestras vidas.

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Deuteronomio 6, 2-6: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón”

Salmo 17: “Yo te amo, Señor, tú eres mi fuerza”

Hebreos 7, 23-28: “Jesús tiene un sacerdocio eterno, porque Él permanece para siempre”

San Marcos 12, 28-34: “Amarás al Señor tu Dios. Amarás a tu prójimo”

Un domingo para pensar y discernir lo importante en nuestra vida

Quizás para nuestro tiempo parezca una pregunta superflua la que hace el escriba a Jesús. Estamos tan preocupados por tantas cosas que hemos echado en saco roto los mandamientos de Dios, nos suenan anacrónicos y poco nos interesan para alcanzar la verdadera felicidad que ansiamos pero que ponemos en cosas y valores externos y, a los ojos de Dios, menos importantes. Esta pregunta nace de una exigencia sentida en el judaísmo de entonces. Según la tradición sinagogal se habían multiplicado los mandamientos (hasta 365 prohibiciones y 248 prescripciones), tanto que quedaban fuera del alcance del pueblo pobre y sencillo. Aunque había discusiones y desacuerdos, se insistía sobre todo en las prescripciones rituales y leyes como el sábado, la pureza legal y los diezmos. Jesús nunca estuvo de acuerdo con estas costumbres que deformaban la imagen del Dios de la Alianza, del Dios del Amor y que violentaban la libertad humana.


Cuando el libro del Deuteronomio ordena al pueblo de Israel los mandamientos para encontrar la felicidad, le pide que ya no llame dioses a las obras de sus manos y que coloque en el centro de su corazón al Señor, como único Dios. Quizás se nos ha quedado esa idea de “imágenes” frente a la gran cantidad de dioses que tenían los pueblos en torno al pueblo escogido. Pero no pretende hablar sólo de “las imágenes”, como lo hacen ver los profetas. Si revisamos un poco la historia nos encontramos que Israel había puesto su confianza más en el poder de los países amigos, en su ejército y su riqueza y en sus propias fuerzas que en el Señor. Había injusticias y desigualdades como lo denuncian los profetas. No se refiere pues solamente a otros “dioses”, sino que hay “cosas” que están ocupando el lugar de Dios. Actualmente muchos de los pueblos se definen a sí mismos como religiosos y no idólatras, pero en su diario actuar confían más en su poder, en su dinero y en miles de pequeñeces que llenan su corazón. El hombre moderno se ha aficionado a tantas comodidades, a tantas dependencias, a las que ha convertido en verdaderos dioses, con sus ritos, con sus defensores y sus sacerdotes. Baste mirar los nuevos espectáculos, los deportes, los negocios, el poder o la política. No podemos negar que ocupan verdaderamente el corazón de la persona y que se olvidan del hermano como prójimo. También encontramos las ambiciones y anhelos personales y de grupo que se adueñan del corazón y tiranizan toda la vida.

El evangelio de este día quiere que retomemos el fin esencial del hombre: amar a Dios y amar al prójimo. Alguien me comentaba que más que “amar a Dios”, deberíamos decir, “dejarse amar por Dios”, permitirse experimentar el amor de Dios. Y es verdad porque quien se sabe amado por Dios, quien se siente en sus manos, buscará espontáneamente responder con el mismo amor. Y también procurará manifestar en la práctica este amor dándolo a sus hermanos que son así mismo amados de Dios. No es tanto un mandamiento como una experiencia. Si cada día que nace, cada instante que vivimos, cada belleza y aún cada fracaso, lo pudiéramos vivir como una manifestación del amor de Dios, entonces nuestro corazón encontraría la verdadera paz y podría ponerse a disposición para servir a los hermanos. Pero si el corazón se llena de ambiciones, de búsqueda de placeres, de deseos de poder y de riquezas, nunca encontrará la paz y verá en cada hermano un opositor para cumplir sus propósitos y se defenderá de él como de un enemigo o lo utilizará como peldaño para alcanzar su propósito.

Jesús sintetiza los mandamientos y los une dándoles la misma importancia y haciéndolos inseparables de una manera original, haciendo prevalecer el amor y la justicia a la tradición ritual, y abriendo una alternativa al pueblo que al mismo tiempo le devuelve dignidad, libertad y lo encamina hacia su verdadera felicidad.

Se acerca el tiempo final del año litúrgico y las lecturas de este domingo buscan ayudarnos a descubrir lo esencial para la vida de la persona. Es un tiempo de revisión de los valores de nuestra vida. Igual que aquel escriba acerquémonos con confianza a Jesús y preguntémosle cuál es el mandamiento principal. No tengamos miedo, en oración escuchemos su respuesta y después confrontemos nuestra vida con lo que nos ha dicho. ¿Qué dice Jesús hoy para nosotros? Su respuesta no ha cambiado, hoy su respuesta es la misma: amar a Dios está intrínsecamente unido al amor al prójimo. Hoy ese mandamiento es el que puede darnos vida y dar sentido a nuestra vida. Cuando ponemos en el corazón ídolos que lo ocupan creyendo que tendremos libertad, felicidad y placer, nuestra vida se limita, se estropea y pierde su sentido

Nosotros igual que el escriba estamos invitados a escuchar y a vivir en plenitud este mandamiento. Revisemos qué idolatrías se han escurrido hasta dentro de nuestro corazón y han hecho a un lado a Dios ¿Qué puesto ocupa Dios en mi vida, en mi mente y en mi corazón? Pero también estemos muy atentos a nuestro amor al prójimo, nuestro compromiso con la justicia y con la verdad, con la fraternidad ¿Cómo amo a mi prójimo? ¿Qué muestras concretas doy de este amor hacia mis hermanos?

Padre Bueno, que en Jesús nos has manifestado todo tu amor, concédenos vivir siempre en tu presencia amando a todos nuestros hermanos. Amén.

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