La sociedad de los “sofistas”

Una sociedad fundamentada en cómo me siento en cada momento, es una sociedad líquida, sin fundamentos, donde el mal, campa a sus anchas

Ayer fui al estreno de la película Nefarious. Reconozco que fui un poco escéptica. No me gustan nada las películas de miedo. Ni siquiera las de suspense. Soy asustadiza y prefiero otro tipo de cine.

Nefarious no me llamaba en absoluto. A priori, como dicen los jóvenes, no veía que me rentara verla.

Pero entonces, empecé a recibir comentarios por todos lados: tu amiga que quiere verla porque se la han recomendado. Tu compañera de trabajo que la vio en inglés y le encantó y está esperando a su estreno para ir a verla; pasando hasta por una llamada por parte de la distribuidora para invitarte al preestreno.  Bueno, pues yo, situada en mi prejuicio con mi pensamiento de “esta peli no es para mí”.

Soy cabezota, pero con los años he aprendido a abrir mis ojos y mis oídos, por lo menos me esfuerzo en ello y ayer, por una de esas diosidencias que se dan en nuestra vida, fui a verla.

¿Qué me encontré? Lo primero, un cine lleno. Algo que es una pasada de ver cuando se trata de una película de este tipo de cine con y de valores, que con tantos problemas tiene que lidiar a la hora de encontrar salas para las proyecciones.

Lo segundo, muchas caras conocidas. Personas que hacía mucho tiempo que no veía y que, como yo, algunas iban con cierto recelo o temor por aquello de que no nos gusta mucho el tema del “malo”.

Pero lo que quiero compartir aquí, es lo que realmente me encontré. Y es una película para nada de miedo y sí de pensar. Una historia nada terrorífica pero sí muy real, como la vida misma. Una historia que se desarrolla en una cárcel y básicamente con dos únicos personajes que a través de sus diálogos dicen muchas cosas.

Destacaría muchas, pero como quiero que vayas a verla, te comparto solo una pequeña reflexión personal.

¿Te estás planteando como yo qué está pasando en nuestro mundo? Porque yo ante el panorama político y social que tenemos no paro de pensar cómo hemos llegado a esto y cómo está pasando delante de mis narices.

Pues quizá la primera respuesta que podemos dar a esto es algo que en la película se palpa: el mayor truco del diablo ha sido el intentar convencer al mundo de que no existe.

Sí, en esta concepción como muy “flower power” de la vida, el tema del mal y su comandante no quedaba bien y hemos dejado de tenerlo presente durante mucho tiempo, pero ahí estaba y, claramente, está.

Está enmascarado en esta sociedad materialista, hedonista, transhumanista, individualista…. Y todos los “-istas” que quieras añadir. Y, es más, cada vez con menos disimulo.

Cuando el hombre se olvida de que existe una naturaleza humana y un bien y un mal grabados en su corazón que no dependen de la subjetividad de cada uno, pasa lo que está pasando: que vivimos en el todo vale con tal de que yo me sienta feliz. (Que no es lo mismo que serlo).


Una sociedad fundamentada en cómo me siento en cada momento, es una sociedad líquida, sin fundamentos, donde el mal, campa a sus anchas.

Este cóctel de de vivir desde lo que siento o me apetece en cada momento mirando solo hacia mi propio ombligo con la falta de trascendencia y sentido, es lo que me encuentro muchas veces en mis diálogos con los jóvenes en la universidad.

“Yo, en mi libertad, soy libre cuando puedo decidir en cada momento hacer lo que siento que me produce alegría y placer. ¿No es eso acaso el ser libre? ¿hacer lo que me da la gana?”, me dicen muchos.

No les juzgo. Yo misma en un tiempo pertenecí a ese grupo, a esa masa diría yo, que se mueve por impulsos, por tendencias, por modas… sin un proyecto a largo plazo donde los anhelos profundos de mi corazón estuvieran proyectados. No sabía ni que tenía esos anhelos. Estaban enterrados. Sepultados en lo profundo de mí, tapados por un montón de capas de cemento y piedras que los ahogaban.

Pero ahí estaban y ahí están. En todos y cada uno de nosotros porque estamos bien hechos. La persona está bien hecha y es que somos el sueño, la creación del mejor jefe de obra: Dios, nuestro creador, que todo lo hace bien.

Esta realidad nos abre o nos debería abrir a la esperanza de que las cosas, sí, están mal, no como nos gustaría, pero hay solución y ésta pasa por cada uno de nosotros.

La solución somos nosotros y tenemos la capacidad y la LIBERTAD de ponernos manos a la obra para trabajar en revertirlo.

Si te estás planteando por dónde empezar, te diría que dejando de ser un “sofista” – dícese de la persona que ama su sofá- para ponerte en camino de ser un “andofista” – dícese de la persona que le gusta andar-. Sí, levantarte del sofá, de la pantalla de tu móvil o televisor que te posiciona como un mero espectador, para coger tu bastón de andar, y salir a caminar.

Salir al mundo, a tu metro cuadrado de realidad a cambiarla. Ve al cine a ver Nefarious y las próximas películas que se estrenen de productoras como Goya, Gospa Arts, Bosco Films, European Dreams Factory… (seguro que hay muchas más) que apuestan por estas historias.

La cultura es algo esencial, pues es lo que respiramos y ahora mismo lo que irradia es muerte (aborto, eutanasia…) negación de que existe una naturaleza humana (ideología de género) de la belleza de la maternidad, hipersexualización (se mata la inocencia de los niños y se hace que vivan cosas que no son acordes a su edad), falta de libertad de todo tipo, religiosa, de expresión… y lo hace porque hemos dejado que lo haga.

Es fundamental que todos pongamos nuestro granito de arena para que la cultura irradie y reparta por el aire que respiramos un oxígeno que muestre la grandiosidad de toda vida humana y su dignidad, la belleza de la familia y la necesidad de su cuidado, la protección de la infancia y su inocencia, una educación que forme buenas personas, con una ética y moral…. Y todo esto pasa por llenar las salas de cine cuando se estrene una película de estas y luchar contra la piratería. Pasa por ir a una conferencia, aunque nos cueste salir de casa. Por comprar un libro determinado y dedicar tiempo a formarnos, e importantísimo, pasa por unos hogares donde nuestros hijos vean unos dibujos animados y no otros.

Y ya que hablamos de hijos, pasa por dedicarles tiempo a ellos. Por preocuparnos de más cosas que su expediente académico. Por educarles, sabiendo que la educación es más que unas notas. Es darles esperanza. Es mostrarles que la vida tiene un sentido y un para qué.

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