La vida plena es un encuentro con el tú

El encuentro enriquece. El encuentro relacional que hace mejores a los amigos

En 1923, Martin Buber (1978-1965) escribió el libro Yo y Tú (Caparrós, 1998). La filosofía dialógica de Buber, el énfasis en las relaciones interpersonales me son familiares e inspiran algunos tramos del enfoque personalista de mis reflexiones. He vuelto a leer, nuevamente, el libro. Son pensamientos como puestos sobre un tablero, no hay propiamente una argumentación, quizá, porque no hace falta esa formalidad expositiva.

La palabra básica, señala Buber, es Yo-Tú. La diferencia de la expresión Yo-ello, en donde el sujeto experimenta con la realidad en términos de cosas, de objetos. En este ámbito del ELLO, prima la utilidad, la experiencia e, incluso, la experimentación. Necesitamos de las cosas útiles y de una serie de relaciones mediales, desde luego. Los instrumentos, los medios forman parte de la vida. Se los puede medir, forman parte del tener, más no agotan la condición humana. Sentencia Buber: “sin el ELLO no puede vivir el ser humano. Pero quien solamente vive con el Ello no es ser humano” (p. 35).

Pasemos a lo central y pleno de la persona, al Yo-Tú. Es en la relación en donde acontece el encuentro con el Tú. El Tú personal sale al encuentro del Yo. Un encuentro que tiene como núcleo esencial a la presencia. Es el ser de cada uno que se muestra y relaciona, no hay mediaciones ni máscaras, es la espontaneidad del Tú. “El ser humano vive en el espíritu cuando es capaz de responder a su Tú. Es capaz de hacerlo cuando con todo su ser entra en relación. Sólo por su poder de relación es capaz el ser humano de vivir en el espíritu” (p. 41).

El encuentro revela a la persona, quien alcanza su plenitud, precisamente, cuando sale de sí misma. Es importante resaltar, que la idea de Buber no es encerrar a la persona en una actitud subjetivista, sino más bien mostrar el crecimiento personal como apertura a la presencia del Tú, en una actitud de respeto, reconocimiento. No es un intimismo sentimental, es una vida en el amor, al que los sentimientos lo acompañan, pero no lo constituyen. En el encuentro no hay lugar a la arrogancia, a la posesión ni al lucimiento. Es el ámbito de la comunicación entre presencias que se muestran y acogen.


El encuentro enriquece. Dice Buber: “en el encuentro algo le ocurre al ser humano. A veces es como un soplo, a veces como un combate de boxeo, no importa: ocurre. El ser humano que surge del acto esencial de la realización pura tiene en su ser un plus, un acontecimiento del cual antes nadie tenía noticia, y cuyo origen no sabría designar correctamente” (p. 94). Se entiende que el encuentro es estar en relación. Este enriquecimiento no solo es difícilmente explicable, sino que incluso no es medible. Los clásicos griegos ya lo decían de alguna manera cuando se referían a las huellas que cada acción deja en los modos de ser de la persona. No somos los mismos después de 8 horas de trabajo: podemos crecer o podemos deteriorarnos como personas. Buber se instala en esta dimensión de la acción humana, la propia del encuentro relacional que hace mejores a los amigos.

¿Demasiado elevado y puro para nuestros tiempos? Me parece que no. Es más bien una propuesta que, justamente, para nuestro tiempo tan dado en correr y a convertir a todo lo que toca en útil, invita a tomarse en serio la condición personal del ser humano y a cultivar las relaciones personales auténticas: las que esponjan el alma.

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