Presentación de ‘Orientaciones Pastorales sobre desplazados climáticos’

Resumen de las intervenciones

Presentación orientaciones desplazados climáticos
Cambio climático © Pxhere

En la mañana de hoy, 30 de marzo de 2021, ha tenido lugar en streaming desde la Oficina de Prensa de la Santa Sede la presentación del volumen Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos, editado por la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

En la rueda de prensa de presentación han intervenido el cardenal Michael Czerny, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; el padre Fabio Baggio, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, H. Joshtrom Isaac Kureethadam, oficial del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y coordinador del Grupo de Trabajo ECOLOGÍA de la Comisión Vaticana para la COVID-19; la Dra. Cecilia Dall’Oglio, directora asociada de Programas Europeos del Movimiento Católico Mundial por el Clima; Mons. Claudio Dalla Zuanna, arzobispo de Beira, Mozambique, conectado a distancia y Maria Madalena Issau, de 32 años, residente en un campo de desplazados a 60 km de la ciudad de Beira, también desde el país africano.

Intervención del P. Fabio Baggio

El sacerdote explicó que las “Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos” son un documento, publicado en forma de folleto, “que recogen hechos, interpretaciones, políticas y propuestas pertinentes al ámbito del fenómeno del desplazamiento por razones ambientales”.

La crisis climática, continúa “tiene un ‘rostro humano’”, “ya es una realidad para millones de personas en todo el mundo, en particular para los habitantes de las periferias existenciales” y la Iglesia Católica “tiene una preocupación maternal por todos los desplazados por los efectos de esta crisis. Esta situación particular de vulnerabilidad es la razón de ser del presente documento”.

El padre recuerda también que, aunque el Magisterio de la Iglesia Católica ha considerado ya anteriormente la situación de los desplazados internos y ha elaborado reflexiones y sugerencias sobre su atención pastoral, “estas nuevas directrices se centran exclusivamente en los desplazados climáticos, es decir, aquellas personas o grupos de personas que se han visto obligadas a abandonar su lugar de residencia habitual a causa de una crisis climática aguda, destacando los nuevos retos que plantea el actual escenario mundial y sugiriendo respuestas pastorales adecuadas”.

El objetivo principal de estas indicaciones “es proporcionar un conjunto de consideraciones, que sean útiles a las Conferencias Episcopales, a las Iglesias locales, a las congregaciones religiosas y a las organizaciones católicas, así como a los agentes de pastoral y a todos los fieles católicos en la planificación pastoral y en el desarrollo de programas de ayuda a los desplazados climáticos”.

Se trata de unas orientaciones “profundamente arraigadas en la reflexión y la enseñanza de la Iglesia, así como en su experiencia práctica de respuesta a las necesidades de los desplazados climáticos, desplazados tanto dentro de las fronteras de sus países de origen como fuera de ellas”, resultado de “una atenta escucha de las Iglesias locales y de numerosas congregaciones religiosas y organizaciones católicas que trabajan sobre el terreno”.

El padre Fabio apuntó que las orientaciones se abren con un breve glosario “que pretende aclarar algunos de los términos clave utilizados en el documento”, sigue con una introducción general “en la que se explica el objetivo de las orientaciones y la metodología de trabajo adoptada” y que el cuerpo del documento se estructura en diez puntos.

El primero está dedicado “a un estudio general sobre el tema, con el fin de aclarar el estado de la cuestión en cuanto a la relación entre la crisis climática y el desplazamiento” y los nueve puntos sucesivos “se centran en aspectos concretos del fenómeno, según una dinámica de retos y respuestas”.

Todos ellos parten, por tanto, “de la necesidad de promover la concienciación sobre el tema, para que todos ‘abran los ojos a la realidad del impacto que la crisis climática tiene sobre la existencia humana’” (p. 21). Finalmente, las Orientaciones se cierran “con un pequeño capítulo dedicado a algunas indicaciones prácticas sobre cómo utilizar el documento, dirigidas principalmente a las Iglesias locales y a otros actores católicos”.

Padre Joshtrom Isaac Kureethadam

En su intervención, el padre Joshtrom propuso tres reflexiones sobre “el intrincado nexo entre la crisis climática y el desplazamiento”. En primer lugar, señala, “es importante reconocer que la crisis climática es real”.

Actualmente, remarcó, estamos en una crisis climática, “o más bien en una emergencia climática, como nos advirtieron 11.000 científicos en 2019, una preocupación de la que se hizo eco el Papa Francisco en su Mensaje para el Día Mundial de Oración por la Creación de 2020”. Se trata de un mensaje “que ha sido reforzado por nuestros propios hijos y jóvenes que han salido a la calle por miles durante los últimos dos años, advirtiéndonos del riesgo de dejarles un hogar inhabitable”.

En segundo lugar, expone que existe “un fuerte nexo entre la crisis climática y el desplazamiento”. Los desplazamientos pueden deberse a desencadenantes rápidos, “principalmente fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones, tormentas, sequías e incendios forestales, o a procesos de evolución lenta como la escasez de agua y el agotamiento de otros recursos naturales, la desertificación, el aumento de las temperaturas y la subida del nivel del mar (en todo el mundo, unos 145 millones de personas viven a menos de un metro por encima del nivel actual del mar)”.

De este modo, la crisis climática se está convirtiendo “en uno de los principales desencadenantes de los desplazamientos en los últimos años. Las cifras hablan por sí solas. De los más de 33 millones de nuevos desplazados en 2019, 8,5 millones lo fueron a causa de los conflictos y la violencia, mientras que 24,9 millones se debieron a catástrofes naturales. En el primer semestre de 2020, 14,6 millones de personas fueron desplazadas: 9,8 millones como resultado de desastres naturales y 4,8 asociados a conflictos y violencia.  Mientras que unos 10,3 millones de personas fueron desplazadas por eventos inducidos por el cambio climático, como inundaciones y sequías, en los últimos seis meses, otros 2,3 millones fueron desplazados por conflictos en el mismo período, lo que indica que la gran mayoría de los desplazamientos internos son ahora provocados por la crisis climática. Se calcula que más de 253,7 millones de personas fueron desplazadas por desastres naturales entre 2008 y 2018, y que estos desastres desplazan entre tres y diez veces más personas que los conflictos armados en todo el mundo, dependiendo de la región en cuestión.”

La crisis climática y otros peligros ecológicos “se están convirtiendo en los principales impulsores de los desplazamientos, y podrían reconfigurar los patrones de migración en las próximas décadas”. En tercer lugar, el sacerdote considera que “debemos ofrecer una respuesta integral al reto de la crisis climática y los desplazamientos”: Una respuesta integral al reto de la crisis climática y el desplazamiento tendrá que ser “humana’, ya que la propia crisis tiene un rostro humano”. Es, “en última instancia, un problema moral”, pues “las comunidades pobres y vulnerables, cuyas emisiones de carbono son sólo una fracción de las del mundo rico, son ya las primeras y desproporcionadas víctimas de la crisis”.

Para el resto de la humanidad es un imperativo ético “reducir sus emisiones, desproporcionadamente grandes, que son las que causan la crisis climática. Tenemos que reducir las emisiones a la mitad para 2030 y llegar a las emisiones netas cero antes de 2050, para mantenernos dentro de 1,5° C, ir más allá sería catastrófico”.

También es necesario “ofrecer protección a los desplazados climáticos a través de la legislación y las políticas. La protección internacional para los desplazamientos inducidos por el clima es limitada, poco sistemática y no siempre es jurídicamente vinculante”.  Todo esto cosntituye, en definitiva, “un reto ‘pastoral’.

Dra. Cecilia Dall’Oglio

Dall’Oglio, como directora asociada de Programas Europeos del Movimiento Católico Mundial por el Clima, ha ofrecido testimonio sobre el punto 8 de las Orientaciones Pastorales: Colaborar en la planificación y la acción estratégicas y para presentar algunos ejemplos de respuestas concretas para combatir la crisis climática.


La presidenta ha remitido al documento de colaboración “En camino hacia el cuidado de la casa común – Cinco años después de Laudato si’” elaborado por la Mesa Interdicasterial de Ecología Integral de la Santa Sede: “donde encontraréis muchas «prácticas» y elementos operativos para favorecer la cooperación en diferentes ámbitos, entre ellos los que se tocan en los puntos 9 y 10 de estas Orientaciones en el ámbito de la investigación académica y la formación profesional”.

Después mencionó la experiencia de colaboración entre las Universidades Pontificias y los Ateneos de Roma que en 2017 dieron vida al “Diploma conjunto en ecología integral” “al incluir en el programa académico propuestas de formación informal que van precisamente en la dirección de estas Orientaciones ya que los estudiantes fueron llevados a sumergirse en realidades comprometidas con el “Acoger, proteger, promover e integrar”, como la Casa Scalabrini 634 de Roma”.

Asimismo, se refirió a “El tiempo de la creación”, otro ejemplo concreto de colaboración en la promoción de campañas de información que destaquen  la gravedad del fenómeno de la crisis climática y el desplazamiento, “centrándose en el ‘rostro humano de la crisis y la necesidad de actuar con urgencia y en la promoción del diálogo y de las redes ecuménicas”.

En este sentido, destacó que las organizaciones que asisten a las personas desplazadas tienen, de hecho, “un papel fundamental de puente dentro de la Iglesia católica para unir a la familia humana y ‘Desarrollar programas pastorales que integren’”, como se destaca en el capítulo 9.I de las Orientaciones. I y el sitio web de Tiempo de la Creación “nos ayudará a promover y a reproducir las mejores prácticas, tal y como se desea en las Orientaciones, empezando ‘de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo’”.

Mons. Claudio Dalla Zuanna

Mons. Dalla Zuann, por su parte, explicó cómo el cambio climático provocado también por la deforestación ha afectado la ciudad de Beira, en la zona central del país.

“La temperatura de las aguas del Canal ha subido consistentemente en los últimos años, lo que permite que las tormentas y ciclones tropicales que no agotan su fuerza en el territorio continental de Madagascar se recarguen con una fuerte evaporación y aumenten de categoría en los dos únicos días que suelen tardar dichas perturbaciones en cruzar los 400 km de mar para llegar a Mozambique”, relata el prelado.

“Si luego ocurre que, por diferentes motivos, la perturbación se mantiene sobre el canal de Mozambique durante 5 o 6 días como ocurrió en marzo de 2019, se puede desencadenar un ciclón de extraordinaria fuerza como fue el ciclón Idai, el más fuerte que se recuerda en el sur de África”.

Este ciclón dañó el 90% de los edificios de la ciudad, “arrasando los precarios suburbios pero también dejando al descubierto la catedral, que en sus 100 años de existencia nunca había sufrido daños tan graves.  El hospital de la ciudad, al que acuden los cerca de 3 millones de habitantes de la región, múltiples instituciones públicas, escuelas e incluso la casa del obispo quedaron al descubierto por los vientos que soplaron a más de 200 km por hora”, denuncia.

Por todo ello, desde marzo de 2019, la ciudad de Beira se ha visto afectada por otros dos ciclones, el último el 23 de enero de este año, “ciclones que, aunque de menor fuerza, han dejado su rastro de destrucción”. Además de los fuertes vientos, narra, “las tormentas tropicales descargan enormes cantidades de lluvia que en una zona llana como Beira, con áreas por debajo del nivel del mar, crean inundaciones a veces enormes como la del ciclón Idai, con 2.000 km2 de zona inundada alrededor de la ciudad, aislándola durante muchos días, causando más de 800 muertos y desplazando a cientos de miles de personas”.

“Con estos desplazamientos forzosos la gente pierde sus casas, pertenencias, oportunidades de trabajo, acceso a la escolarización y a los servicios sanitarios (por ejemplo, como consecuencia del ciclón Idai, miles de personas con sida y en tratamiento antirretroviral tuvieron que interrumpirlo con las consecuencias negativas que implica)”, apuntó el obispo.

El cambio climático “no es una amenaza hipotética, sino que es ya una realidad que exige una acción inmediata, también con la creación de condiciones para acoger a los desplazados a causa del número creciente de catástrofes. No podemos limitarnos a la intervención de emergencia, a veces motivada por emociones que se desvanecen rápidamente, ni al reasentamiento de personas desplazadas en zonas donde no se han establecido los servicios esenciales (..). “El documento que hoy se difunde es una respuesta en la dirección correcta; de nosotros depende que dé sus frutos”, finalizó.

María Madalena Issau

María Magdalena Issau, de 32 años, es madre de 5 hijos y cuida de otros dos sobrinos huérfanos, su marido murió en el año 2018. En conexión con la rueda de prensa contó que desde 2001 vivía en Praia Nova, barrio situado en una playa de la ciudad de Beira, donde compraba y revendía pescado para mantener a mi familia.

“Debido a su ubicación, el barrio sufría mucho la erosión de la playa y las frecuentes inundaciones. En el año 2014, una inundación extraordinaria destruyó muchas casas y perdí mis pertenencias y toda mi comida. Muchas familias fueron desplazadas del lugar, pero yo volví a vivir allí, ya que no tenía otro lugar al que ir ni otra forma de mantener a mi familia”.

Lo peor, continúa la mujer, “ocurrió en marzo de 2019 con el paso del ciclón Idai que lo destruyó todo. Todas las familias fueron acogidas en dos escuelas y, dos meses después, 618 familias fueron reubicadas en un centro de reasentamiento a 60 km de Beira y a 5 km del pueblo más cercano, que se llama Mutua. El Gobierno nos dio un terreno de 20 por 30 metros, una tienda de campaña y puso una fuente de agua. Las familias también recibieron una parcela de tierra para cultivar, pero debido a la distancia muchos dejaron de hacerlo”.

María Magdalena explica que hace unos meses una ONG inició la construcción de 200 casas de 25 metros cuadrados (una sala y un cuarto) “para personas vulnerables, viudas y huérfanos”. Otras familias, no obstante, “siguen viviendo en tiendas o cabañas”. En su entorno, no hay centro de salud y el más cercano está a 8 km; “hay una escuela sólo hasta el cuarto grado, los demás niños deben ir a Mutua (a 5 km)”.

En el reasentamiento “no hay electricidad, no hay trabajo y no se puede comerciar, no hay proyectos para instruir a los jóvenes ni para ocupar a la gente, y para tener algún trabajillo la gente debe viajar muchos kilómetros. La ONG que ofrecía alimentos terminó su actividad hace un mes y ahora estamos muy preocupados por nuestro futuro”, expuso.

La mujer mozambiqueña indicó que no es católica, pero sí puede “dar testimonio de la presencia de la Iglesia católica en el reasentamiento desde los primeros meses de nuestra llegada, cuando el obispo vino a conocer nuestra situación y a solidarizarse con nosotros”.

La parroquia, señala “ayudó a colocar las lonas para cubrir cinco aulas y construyó una capilla como signo de la presencia católica en el pueblo, donde periódicamente se celebran encuentros y catequesis” y “ha distribuido ropa a toda la población y leche a los niños, y sigue ayudando a los más necesitados, especialmente a los niños, para los que tiene previsto construir una pequeña escuela”.