Ser hoy economistas y empresarios «de Francisco» significa necesariamente ser mujeres y hombres de paz

Mensaje del Santo Padre a los participantes en el 4º encuentro anual de La Economía de Francisco

Vatican Media

Publicamos a continuación el Mensaje que el Santo Padre Francisco ha enviado a los participantes del 4º encuentro anual de La Economía de Francisco que se celebrará online del 6 al 8 de octubre de 2023 en Asís:

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Mensaje del Santo Padre

Queridos jóvenes

me alegra encontraros un año después del acontecimiento de Asís y saber que vuestro trabajo para reactivar la economía sigue adelante con fruto, entusiasmo y compromiso.

A menudo me habéis oído decir que la realidad es superior a la idea [1]. Y, sin embargo, las ideas inspiran y hay una que, desde que era un joven estudiante de teología, me ha fascinado. En latín se llama la coincidentia oppositorum, es decir, la unidad de los contrarios. Según esta idea, la realidad está formada por polos opuestos, por pares que se oponen entre sí. Algunos ejemplos son lo grande y lo pequeño, la gracia y la libertad, la justicia y el amor, etc. ¿Qué hacer con estos opuestos? Ciertamente, se puede intentar elegir uno y eliminar el otro. O, como sugerían los autores que estaba estudiando, en un intento de reconciliar los opuestos, se podría hacer una síntesis, evitando la eliminación de uno u otro polo, para resolverlos en un plano superior, donde, sin embargo, no se elimina la tensión.

Queridos jóvenes, toda teoría es parcial, limitada, no puede pretender encerrar o resolver completamente los opuestos. Así es todo proyecto humano. La realidad siempre se escapa. Por eso, como joven jesuita, esta idea de la unidad de los contrarios me parecía un paradigma eficaz para comprender el papel de la Iglesia en la historia. Sin embargo, si se piensa en ello, resulta útil para comprender lo que está ocurriendo en la economía actual. Grandes y pequeños, pobreza y riqueza y muchos otros opuestos están también en la economía. La economía son los puestos del mercado, así como los centros neurálgicos de las finanzas internacionales; está la economía concreta hecha de caras, miradas, personas, de pequeños bancos y empresas, y está la economía tan grande que parece abstracta de multinacionales, estados, bancos, fondos de inversión; está la economía del dinero, de primas y salarios muy altos junto a una economía de cuidados, de relaciones humanas, de salarios demasiado bajos para poder vivir bien. ¿Dónde está la coincidencia entre estos opuestos? Se encuentra en la auténtica naturaleza de la economía: ser un lugar de inclusión y cooperación, una generación continua de valor que se crea y circula con los demás. Lo pequeño necesita de lo grande, lo concreto de lo abstracto, el contrato del regalo, la pobreza de la riqueza compartida.

Sin embargo, no hay que olvidar que existen oposiciones que no generan armonía alguna. La economía que mata no coincide con la economía que hace vivir; la economía de enormes riquezas para unos pocos no armoniza desde dentro con los demasiados pobres que no tienen dónde vivir; el gigantesco negocio de las armas nunca tendrá nada en común con la economía de la paz; la economía que contamina y destruye el planeta no encuentra síntesis con la que lo respeta y preserva.

Es precisamente en esta toma de conciencia donde reside el corazón de la nueva economía con la que estáis comprometidos. La economía que mata, que excluye, que contamina, que produce la guerra, no es una economía: otros la llaman economía, pero sólo es un vacío, una ausencia, es una enfermedad, una perversión de la propia economía y de su vocación. Las armas producidas y vendidas para las guerras, los beneficios obtenidos a costa de la piel de los más vulnerables e indefensos, como los que abandonan su tierra en busca de un futuro mejor, la explotación de los recursos y de los pueblos que roban la tierra y la salud: todo esto no es economía, no es un buen polo de la realidad, que hay que mantener. Es sólo intimidación, violencia, es sólo un montaje depredador del que liberar a la humanidad.


Me gustaría proponer una segunda idea muy cercana a mi corazón, vinculadas a lo que acabo de decirles sobre las tensiones dentro de la economía: la economía de la tierra y la economía del camino. La economía de la tierra procede de la primera acepción de la palabra economía, la del cuidado del hogar. El hogar no es sólo el lugar físico donde vivimos, sino que es nuestra comunidad, nuestras relaciones, son las ciudades que habitamos, nuestras raíces. Por extensión, el hogar es el mundo entero, el único que tenemos, confiado a todos nosotros. Por el mero hecho de nacer, estamos llamados a convertirnos en custodios de esta casa común y, por tanto, en hermanos y hermanas de todos los habitantes de la tierra. Hacer economía significa cuidar la casa común, y esto no será posible si no tenemos ojos entrenados para ver el mundo a partir de las periferias: la mirada de los excluidos, de los últimos. Hasta ahora, la mirada sobre el hogar que se ha impuesto ha sido la de los hombres, la de los varones, generalmente del Oeste y del Norte. Hemos dejado fuera durante siglos -entre otras- la mirada de las mujeres: si hubieran estado presentes, nos habrían hecho ver menos bienes y más relaciones, menos dinero y más redistribución, más atención a los que tienen y a los que no tienen, más realidad y menos abstracción, más cuerpo y menos palabrería. No podemos seguir excluyendo las miradas diferentes de la práctica y la teoría económicas, así como de la vida de la Iglesia. Por eso, una alegría especial para mí es ver cuántas mujeres jóvenes son protagonistas de la Economía de Francisco. La economía integral es aquella que se hace con y para los pobres -en todas las formas en que se es pobre hoy-, los excluidos, los invisibles, los que no tienen voz para ser escuchados. Tenemos que estar ahí, en las fallas de la historia y de la existencia y, para quienes se dedican al estudio de la economía, también en las periferias del pensamiento, que no son menos importantes. Así pues, pregúntese: ¿cuáles son hoy las periferias de la ciencia económica? No basta con pensar sobre y para los pobres, sino con los pobres, con los excluidos. Incluso en teología, hemos «estudiado a los pobres» con demasiada frecuencia, pero hemos estudiado poco «con los pobres»: de ser objeto de la ciencia, deben pasar a ser sujetos, porque cada persona tiene historias que contar, tiene un pensamiento sobre el mundo: la primera pobreza de los pobres es estar excluidos de poder opinar, excluidos de la posibilidad misma de expresar un pensamiento que se considere serio. Se trata de la dignidad y el respeto, con demasiada frecuencia negados.

He aquí, pues, la economía del camino. Si nos fijamos en la experiencia de Jesús y de los primeros discípulos, es la del «Hijo del hombre que no sabe dónde reclinar la cabeza» (Lc 9). Una de las formas más antiguas de describir a los cristianos era «los que están en camino». Y cuando Francisco de Asís, tan querido por nosotros, comenzó su revolución, también económica, sólo en nombre del Evangelio, volvió mendigo, errante: se puso en camino, dejando la casa de su padre Bernardone. ¿Qué camino, entonces, para quien quiere renovar la economía desde la raíz? El camino del peregrino siempre ha sido arriesgado, entretejido de confianza y vulnerabilidad. Quien lo emprende debe reconocer pronto su dependencia de los demás a lo largo del camino: así, comprende que también la economía es mendiga de otras disciplinas y saberes. Y del mismo modo que el peregrino sabe que su viaje será polvoriento, también tú sabes que el bien común requiere un compromiso que te ensucie las manos. Sólo las manos sucias saben cambiar la tierra: se vive la justicia, se encarna la caridad y, solidarios con los desafíos, perseveráis valientemente en ellos. Ser hoy economistas y empresarios «de Francisco» significa necesariamente ser mujeres y hombres de paz: no dar la paz por la paz.

Queridos jóvenes, no tengáis miedo de las tensiones y de los conflictos, tratad de habitarlos y humanizarlos, cada día. Os confío la tarea de custodiar la casa común y tened el valor de caminar.

Es difícil, pero sé que podéis hacerlo porque ya lo estáis haciendo. Sé que no es inmediato insertar vuestros esfuerzos y compartir vuestros sueños en el seno de vuestras Iglesias y entre las realidades económicas de los territorios que habitáis. La realidad parece ya configurada, a menudo tan impermeable como un suelo sobre el que no ha llovido durante demasiado tiempo. No os falte paciencia e ingenio para daros a conocer y establecer poco a poco conexiones más estables y fructíferas. El deseo de un mundo nuevo está más extendido de lo que parece. No os encerréis en vosotros mismos: los oasis en el desierto son lugares a los que todo el mundo debe tener acceso, encrucijadas en las que detenerse y desde las que partir de forma diferente. Permaneced, pues, abiertos y buscad con determinación y entusiasmo a vuestros colegas, a vuestros obispos, a vuestros conciudadanos. Y en esto, repito, que los pobres os acompañen. Dad voz y forma a un pueblo, porque la concreción de la economía y las soluciones que estáis estudiando y experimentando implican la vida de todos. Hay más espacio para vosotros de lo que parece hoy. Por eso os pido que permanezcáis activamente unidos, tendiendo puentes reales entre los continentes sobre cuestiones operativas, que saquen definitivamente a la humanidad de la era colonial y de las desigualdades. Dad rostros, contenidos y proyectos a una fraternidad universal. Sed pioneros desde dentro de la vida económica y empresarial del desarrollo humano integral.

Confío en vosotros y, no lo olvidéis nunca: os quiero mucho.

FRANCISCO

 

[1] EG 217-237