Transfiguración del Señor: “Que bien se está aquí”

La verdadera felicidad de este mundo solo tiene un nombre: Jesús

Transfiguración Señor
Transfiguración © Cathopic. Edgardo Bernales Pbro.

El sacerdote Fernando Luján ofrece este artículo sobre la fiesta de la Transfiguración del Señor, celebrada hoy, 6 de agosto.

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En una ocasión san Josemaría Escrivá afirmó que, “la felicidad del cielo es para aquellos que saben ser felices en la tierra”. La fiesta de la Transfiguración del Señor es sobre todo eso, una fiesta de cielo.

El Evangelio que relata este acontecimiento, muestra cómo Jesús, acompañado por tres de sus discípulos predilectos: Pedro, Santiago y Juan subió al Monte Tabor para mostrarse delante de ellos de forma transfigurada, o dicho de otra forma; les anticipó la gloria del cielo, antes de padecer la Pasión.

La clave para poder entender esta visión, se encuentra en que Cristo quiso anticipar lo que vendría después de su muerte, para darles a entender que la Cruz no es el fin último, sino más bien el medio para alcanzar esa transfiguración, el camino para llegar a esa glorificación, el canal por el que se alcanza y se goza del cielo.


Esto es precisamente lo que aquellos discípulos vieron. Por eso dirá san Pedro: “…no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: “Éste es mi Hijo amado, mi predilecto.” Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada” (2P 1,16-19).

De esta forma, también a nosotros Jesús nos dice que las contrariedades, adversidades o cruces son el camino más directo para el cielo.

Como diría santa Teresa se Jesús: “en la Cruz esta la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo”.

El Señor nos da por otro lado, la esperanza de que nosotros un día seremos transfigurados, seremos glorificados y participaremos de su misma gloria. Es preciso, por tanto, llenarse de él en este mundo, buscar nuestro monte, contemplarle a Él, buscarlo de todo corazón y podremos descubrir que es lo que nos espera, que es lo que se nos promete. Como diría el papa Benedicto XVI: “El Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva” (Spe Salvi, 2)

Los discípulos, subieron al monte, se encontraron con Él, pero después descendieron. Nosotros también estamos llamados no solo a descubrirlo en acontecimientos más o menos fuertes de experiencia cercana, sino también en lo ordinario y cotidiano de cada día. Como decíamos al principio, estamos llamados a alcanzar esa felicidad del cielo, sabiendo que no dista mucho de la felicidad de este mundo. La verdadera felicidad de este mundo, solo tiene un nombre: Jesucristo.